La era del cuanto peor, mejor
Del virus a la guerra ·
Dos de cada tres españoles califican como buena o muy buena su situación económica. El mismo porcentaje, cree que el país va a pique. Nos va la sinrazón del pesimismo colectivoSemana de la doble 'T' en Gipuzkoa. Temporal y tamborrada. Esos dos fenómenos en los que, primero, el giputxi urbanita aprende a ubicar Elgeta o ... Leintz-Gatzaga en el mapa por sus preciosos paisajes nevados y, segundo, un vecino de la provincia escucha, aprecia y hasta silva las marchas de Sarriegi. Pura magia y a veces, como en este enero, dos momentos que coinciden en espacio-tiempo creando una comunión territorial que no la logra ni la Real Sociedad.
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La sucesión de dos borrascas nos ha hecho aterrizar el invierno y encender, por fin, unas calefacciones para las que habíamos guardado gas durante medio 2022. Nos hemos pasado el otoño estudiando eso de que la calefacción tiene que estar como máximo a 19 grados; que los escaparates deben estar apagados a partir de cierta hora; y augurando que íbamos a echar gasolina a tres euros el litro. Medidas urgentes ante un horizonte que se planteaba negro y está siendo más gris perla que otra cosa.
Todavía resuenan los ecos de los más pesimistas antes del pasado verano que vaticinaban un cataclismo económico en otoño y emplazaban a hoteles y hostelería a aprovechar bien los meses de buen tiempo ya que después caerían de forma alarmante las reservas y el negocio en un otoño oscuro. Nadie tendría dinero para viajar y solo ganaríamos lo justo para pagar hipoteca, electricidad, gasolina y la cesta de la compra más básica. El país se iba a hundir en una ola de pesimismo provocado por la guerra.
Medio año después, hemos celebrado una Navidad muy parecida a las de antaño. Los alimentos siguen subiendo su precio y las hipotecas encareciéndose, pero ciertos resortes se han activado y parece que mal que bien el castillo de naipes se mantiene en pie y algunas medidas puestas en marcha por el Gobierno central (en este caso concreto) han funcionado. El PIB sigue creciendo y se sigue creando empleo, y eso no puede ser fruto de la casualidad.
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Se pronosticó un otoño negro, con gasolinas a 3 euros y sin un duro para viajar. Y los hoteles se han llenado
En ese sentido, siempre me gusta pararme y analizar dos preguntas que figuran una seguida de otra en las encuestas mensuales del barómetro CIS. Unas cuestiones sociodemográficas en las que apenas se pone el foco, absorbidos todos por las opiniones políticas de los consultados, pero que analizadas tienen su miga, ya que demuestran lo influenciables que podemos llegar a ser; lo pesimistas o, directamente, lo hipócritas que somos.
La tercera pregunta de esa vertiente sociodemográfica del CISpide al encuestado que califique su situación económica personal en la actualidad. Recordemos que cada actualización del barómetro se encuesta a unas 4.000 personas que representan a la sociedad. A esa pregunta, casi el 80% de los consultados responde que su situación es regular, buena o muy buena. De hecho el 67%, dos de cada tres encuestados, reconoce que su situación económica es buena o muy buena. Por tanto, se podría decir que ese porcentaje de personas en el país, vive bien.
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¿Qué nos hace tener un pensamiento colectivo tan pesimista cuándo la situación particular no da pie a ello?
En la siguiente pregunta se pide a los encuestados que califiquen cuál consideran que es la situación económica general de España. Y aquí la percepción cambia de forma notable. No llega al 24% los que consideran que la situación económica del Estado es postiviva, es decir, buena o muy buena. Es más, el 65%, casi dos de cada tres, considera que la situación económica del país es mala o muy mala. ¿Qué nos hace tener un pensamiento colectivo tan pesimista cuándo la situación particular no da pie a ello? ¿Influencia política, mediática...?
Quizá en esas respuestas encontremos la clave de la resistencia de toda una generación que, pese a ver todo negro y recibir mensajes que cada cierto auguran el cataclismo con crisis económicas, políticas o sanitarias, en el fondo no vive tan mal y convierte esa resistencia en nuevas oportunidades y horizontes en los que se labran un futuro que, pese a todo, puede resultar prometedor. Igual es el momento de hacer creer al colectivo que la situación no es tan crítica todo el rato y que la generación del 'cuanto peor, mejor' reciba un empujón optimista en su espalda
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