Confinamiento de Austria

«Sin la familia, el encierro por el Covid es más duro»

Viena y sus alrededores viven «el peor momento de la pandemia». Cinco guipuzcoanos que residen allí se resignan al cierre en un país con el 30% de la población sin vacunar

l. ochoa, A. CHICO y M. TEJADA

Martes, 23 de noviembre 2021, 06:36

Es el peor momento de la pandemia para Austria». Con los hospitales saturados y los nuevos positivos disparados -solo ayer el país registró cerca de ... 14.000 casos-, los guipuzcoanos Marta Montes, Markos Murua, Gonzalo Solano, Ainhoa Lazkano -con sus hijos Layal y Luay- y Sebastian Knölb, que siente Donostia como su segundo hogar, se han visto inmersos en un nuevo confinamiento. Desde ayer, solo están abiertos los servicios esenciales, nada de restauración ni ocio. «Los sanitarios vuelven a estar desbordados. Tenemos que hacer el esfuerzo y ser responsables», se convence Marta Montes, donostiarra que lleva once años en Viena. De baja por maternidad de su segunda hija andaba «ya con mucho cuidado» antes del confinamiento. «Cuando nos hemos juntado con amigos en casa nos hemos hecho todos un test para estar tranquilos». Es la única forma que ve Marta para socializar en una ciudad en la que la tasa de vacunación no llega al 70%, un porcentaje que refleja la división con la que la sociedad austriaca está viviendo la pandemia, más ahora que el Gobierno ha decretado la vacunación obligatoria.

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El comercio y la gastronomía están cerrados, pero «tras mucho debate político» los centros educativos están abiertos aunque «la recomendación es quedarnos en casa». Marta y su marido aún no tienen claro si llevarán a su hija mayor al colegio. «Ahora está enferma y está en casa. Vamos a esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos en los próximos días. Tenemos muchas dudas sobre qué hacer», asegura.

Markos, de Erasmus en Viena, sigue una clase online en el primer día de cierre. Sebastian espera que vuelva el turismo para retomar su trabajo de guía. Marta se hace una prueba de saliva en su casa de Viena, donde reside desde hace once años.

Mientras Marta decidía sobre si llevar a su hija al colegio o no, Layal y Luay salían ayer del suyo como cualquier otro día. El domingo aprovecharon para comerse una hamburguesa fuera de casa y merendar antes de que el Covid volviera a dejarles sin planes de ocio. «Hoy, casa-colegio, colegio-casa», resume su ama, Ainhoa Lazkano. Esta familia guipuzcoana que vive en Viena desde hace años asume que en los próximos diez días tendrán que hacer planes caseros, «aunque por lo menos les dejan ir al cole, al principio temía que también los cerraran», dice Ainhoa, tras recogerles a la salida. «Lo que no hay son extraescolares». Los pequeños de 8 y 12 años saben por experiencia lo que es este virus, que ambos han pasado, y llevan con resignación las tres pruebas diagnósticas semanales que les hacen en clase. «Nos dan una ninja pass», cuenta la pequeña, un certificado que sirve a los menores de 12 años aún no vacunados para acceder a restaurantes o lugares de ocio como el zoo, donde exigen pasaportes Covid y/o pruebas PCR para entrar. «Aquí ya están vacunando a los niños de 5 a 11 años», explica Ainhoa, pero a Layal le tocará cuando pasen los meses correspondientes para hacerlo tras superar el virus.

Para evitar contagios, hace tiempo que Austria facilita los test antígenos. En la oficina del donostiarra Gonzalo Solano, que trabaja en un fondo de inversión, tienen acceso a estas pruebas para reducir infecciones. No obstante, pese al esfuerzo de cortar la transmisión, «hace semanas que los positivos seguían subiendo. El confinamiento ha sido una decisión de última hora y, aunque es estricto, podemos salir a trabajar y a hacer deporte» por lo que el primer día de encierro no se le hizo tan complicado a Gonzalo, que de camino a la oficina vio «mucha gente en el metro. No parecía que el 'lock down' (como se dice en inglés) hubiera comenzado».

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De momento este confinamiento está previsto hasta el 13 de diciembre y Markos Murua, estudiante de Magisterio de la UPV/EHU que está de Erasmus en Viena, confía en que el aislamiento social no se alargue. Pese a que puede salir a pasear con su compañera de piso, este donostiarra no lleva «nada bien» seguir las clases online. «Al no estar con la familia, además, se hace más duro», admite desde la habitación de su pequeño piso vienés, donde ayer pasó la gran parte de su día. «Ni siquiera tenemos un sofá o un sitio donde estar sentados tranquilamente. No me esperaba el confinamiento y me saca un poco de quicio, pero nos acostumbraremos y seguro que acabamos pasándolo genial», confía.

Gonzalo sujeta una caja de test antígenos que le facilitan en su oficina en Viena. Layal y Luay, nada más salir ayer del colegio, adonde fue su ama Ainhoa a buscarles. Sillas precintadas en una calle de Viena.

Él ya recibió la vacuna contra el Covid en agosto, una sola dosis porque había pasado la enfermedad, a diferencia de muchos jóvenes austriacos, que rechazan el pinchazo que protege del SARS-CoV-2. Sebastian Knölb, de padres austríacos y brasileños, se volvió a Viena tras vivir medio año en Donostia. Este joven guía recibió ayer mismo la tercera dosis del fármaco, «la solución para retomar la vida de antes». Se esperaba el confinamiento, que considera «necesario» para liberar tensión de los hospitales. No obstante, pide «un plan» a los políticos de su país, al mismo tiempo que desea que «la sociedad austriaca confíe más en la ciencia, como en Gipuzkoa». Solo así podrá volver a poner en funcionamiento su empresa turística de guías, que ahora está en 'stand by' hasta que los viajeros puedan volver a Viena.

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