Cierre en cascada de hoteles en Gipuzkoa ante la falta de clientes por las restricciones

«Era cuestión de tiempo que empezarán a cerrar en cascada», señala Jon Zulaica, director del hotel Arrizul de Donostia, que estima que a final de año apenas quedará un 20% de la oferta hotelera de San Sebastián en funcionamiento. A la clausura temporal de su hotel Arrizul Congress, le han seguido el Codina, el Astoria, Londres, Lasala, Villa Soro, San Sebastián, Zenit, Casual, Parma...

Hace un mes, varios directores de estos establecimientos coincidían en que una vez finalizado octubre iba a ser momento de poner las cartas sobre la mesa, echar cuentas y ver la viabilidad del negocio, teniendo en cuenta que la ocupación era casi inexistente y las previsiones a corto plazo se presentaban nada halagüeñas.

Si la escena entonces ya se presentaba complicada, la comparecencia del lehendakari Iñigo Urkullu el pasado jueves, terminó por desbaratar todo atisbo de esperanza, con el anuncio de una ampliación del toque de queda, desde las 22.00 horas, y el cierre de bares y restaurantes.

Tras conocerse el endurecimiento de las medidas que se prolongarán al menos este mes, la asociación de casas rurales y agroturismos de Euskadi, Nekatur, que cuenta con 270 alojamientos rurales en los tres territorios vascos, informó de que, pese a considerarse «como un entorno de muy bajo riesgo de contagio», la falta de ingresos no les permitía continuar con la actividad.

Una conclusión similar a la que están llegando cada vez más hoteles de Gipuzkoa, fundamentalmente situados en la capital donostiarra, donde una quincena de establecimientos hoteleros ya han decidido cerrar de manera provisional, pero sin poder concretar en cuántos meses se traducirá ese horizonte temporal. «Quizás soy muy pesimista, pero si me dijeran para abrir en abril con todas las garantías, firmaba ahora mismo. Antes lo veo complicado», expone Zulaica, quien ve «difícil» poner en marcha «toda la maquinaria del hotel solo para dos semanas de Navidad» en estas circunstancias.

La capital guipuzcoana, donde más de una treintena de nuevos alojamientos se han inaugurado en el último lustro, lleva desde el inicio de la pandemia tratando de conjugar el incremento de la oferta hotelera con una caída drástica de la demanda. A los cuatro meses de cierre total, les siguió un verano descafeinado, que si bien logró contener al cliente en agosto y ocupar un 45% de sus camas en el mejor de los casos, la luz al final del túnel se apagó de golpe en cuanto llegó septiembre, con la sacudida de una incipiente segunda ola.

Alrededor de una quincena de establecimientos -algunos de los cuales mantienen parte de sus instalaciones para la celebración de reuniones- se han visto abocados a poner punto final al servicio de alojamiento de manera temporal pero sin fecha de regreso, con más razón, señalan, «desde que se obligó a cerrar también el servicio de restauración».