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«Cazamos porque nos gusta»
Edurne Otermin, Maialen Garciarena y Saioa Urrutia participan en batidas de jabalís. Aseguran que es una afición que han conocido siendo unas niñas y a pesar de ser dura, la practican por todo lo que les aporta
Es una afición como otra cualquiera. Edurne Otermin y su hija Maialen Garciarena lo tienen claro, la caza es su gran afición y «si tenemos que madrugar, pues madrugamos aunque hayamos estado toda la semana trabajando en la fábrica», asegura Garciarena, que reconoce que guarda sus días de vacaciones «para el pase de paloma de octubre o los días especiales de batida». «Siempre lo he hecho así y mis amigos y compañeros ya saben que para mí esos días son innegociables. Me pueden pedir lo que quieran en cualquier otro momento, pero ir a cazar es algo que he hecho desde cría y ya forma parte de mi vida. Me gusta ir a cazar, disfruto en el monte y disfruto cazando», añade la joven berastegiarra.
Su contundencia deja claro que no le hacen mucha mella las críticas a «una afición que no está muy de moda porque está mejor visto decir que eres ecologista y no cazador». Frente a quienes rechazan su actividad, ella sostiene que «muchos de los que nos critican no saben que la labor que hacemos es muy importante para el medio ambiente y los ganaderos, los primeros y máximos perjudicados de las plagas o las superpoblaciones de corzos o jabalíes que padecemos nosotros aquí mismo. A veces su discurso no se sostiene porque no conocen ni viven la realidad del día a día que nosotros tenemos a nuestro alrededor», asegura .
«Existe un enfoque pretendidamente negativo de la caza y mucho desconocimiento sobre ella. Falta pedagogía»
A este tipo de críticas se les suman las de algunos cazadores que no acaban de ver con buenos ojos la presencia femenina en una batida de jabalí. «En un par de ocasiones hemos tenido que escuchar aquello de 'lo que nos faltaba, ahora vamos a tener que cazar con mujeres'», recuerda su madre, Edurne, que ya ha encontrado una solución rápida para hacer frente a este tipo de opiniones. «La cosa es sencilla, ante una actitud de rechazo no volvemos a cazar con ese grupo y ya está», zanja. «Estos hombres no saben que no tenemos ningún problema para subir grandes pendientes con nuestro rifle y munición a la espalda, ni nos vamos a quejar porque tengamos que pasar horas y horas a varios grados bajo cero en zonas sombrías, esperando a que pase un jabalí, si es que pasa. Y en el mejor de los casos, si lo abatimos somos capaces de cargar con él hasta el todoterreno después de sacarle las tripas nosotras mismas. He visto cazar desde niña. Aprendí de mi padre, igual que mi hermano, y ya sé cómo se hace. Mi hija aprendió de sus padres. No hace falta que lo hagan por nosotras, nos arreglamos solas. No nos tienen que explicar que es una afición dura, ya lo sabemos, pero estamos preparadas y hemos elegido la caza mayor porque lo que experimentamos tanto a la espera en el puesto, como con los perros es algo difícil de explicar». Además, Otermin destaca que «yo siempre he cazado en familia. Aprendí junto a mi padre en becada, paloma, liebre,... y luego, empecé en las batidas con mi marido. Después se sumaron mis hijos, con los que voy a cazar los fines de semana o cuando toque. Eso también es bonito».
La andoaindarra Saioa Urrutia también ha visto cazar desde cría. «Mi afición por la caza apareció desde muy pequeña, ya que en todo mi entorno tenía familia cazadora, tanto por parte de la ama como del aita. Desde pequeña he escuchado historias de caza de mi aita, mis tíos y abuelos, y siempre me llamó la atención. En cada uno de esos momentos pensaba, ¡ojalá vivirlo yo también!». Urrutia todavía recuerda «los berrinches que me pillaba a los 7 años cuando llovía o hacía mal tiempo y mi padre no me llevaba al monte porque todavía era pequeña».
La cazadora de Andoain relata que desde muy pequeña le enseñaron todo lo que implica salir a cazar. «Es mucho más que disparar y cobrar una pieza. Cuando vas a cazar paseas por el monte, conoces sitios y diferentes especies, escuchas innumerables historias nuevas, disfrutas de la naturaleza, aprendes a colaborar y compartir con la gente de las batidas y del campo, socializas y conoces a personas con gustos parecidos, con las que hablas y compartes diferentes pareceres y aprendes mucho...»
Sin malos comentarios
Saioa acude a las batidas con Fielato de Andoain, el grupo de Niko, su padre. Todos son hombres y de todas las edades, pero asegura que «en ningún momento» ha escuchado «un mal comentario» o ha sentido «el rechazo de nadie, más bien al contrario». «Como empecé a ir desde muy niña, siempre he sido la pequeña de la cuadrilla y en un principio no aportaba mucho. Pero ahora que tengo más conocimientos, intento aportar todo lo que está en mi mano y normalmente todos están superagradecidos con lo que les ayudo».
También destaca que nunca ha sentido rechazo en ningún aspecto por el hecho de ser cazadora. «La gente de mi entorno acepta mi afición. Aunque a algunos les guste menos que a otros, nunca he tenido ningún problema por ello. Hay mucho desconocimiento en este sentido en lo que supone la caza y existe además un enfoque negativo que incide únicamente en la muerte de animales obviando el resto de componentes sociales, de gestión medioambiental y económicos entre otras. Falta mucha pedagogía al respecto».
Saioa sale en cada batida por Leitzaran o la zona de Belkoain con un gran número de perros, cuya función considera «inestimable» y a los que antes de nada coloca debidamente el GPS. De hecho, remarca que «volver sin un perro es muy duro. La jornada termina una vez recogidos todos los perros».
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