De Cádiz a Hendaia, en ruta por un país confinado
Siete comunidades y una frontera. DV recorre España de sur a norte. Un viaje de 1.200 km. en el que solo pasamos un control policial
Poco imaginaba la familia Mata Baldó cómo iba a cambiar la situación por la pandemia en los apenas 10 días que tenían previsto pasar en Conil de la Frontera (Cádiz). Como tantos otros guipuzcoanos residentes en Iparralde, querían aprovechar las vacaciones escolares de otoño en Francia para hacer la que previsiblemente haya sido la última escapada en este año atípico. Tras el viaje de ida el 21 de octubre, aún en la 'nueva normalidad' a ambos lados de la frontera, se han precipitado los acontecimientos y el regreso a casa entre este viernes y sábado pasados se produjo por dos países bien diferentes a los que había la semana anterior. España, en estado de alarma y con la prohibición de salir sin causa justificada de todas las autonomías excepto Extremadura, Galicia y las islas, y Francia ya en confinamiento domiciliario. Durante el viaje de regreso, de casi 1.200 kilómetros atravesando por las vías principales siete comunidades autónomas y un paso fronterizo, y a pesar de la situación excepcional, Mikel, Paqui y sus hijos Álex y Erik tan solo se toparon con un control policial. La ruta refleja la diferente gradación de las restricciones en cada zona, mayores cuanto más al norte. Esta es la crónica en primera persona de un periplo inédito entre los dos extremos de un país confinado.
Andalucía, lo más parecido a la 'nueva normalidad'. El viaje comienza en la provincia de Cádiz el mismo día en que entra en vigor el confinamiento perimetral en Andalucía, una de las últimas regiones en adoptar la decisión. Además de la comunidad, están confinados todos los municipios de las provincias de Granada, Jaén y Sevilla. Cádiz no, y quizás por eso, al inicio de la ruta nada indica que estemos en un país en estado de alarma y con la movilidad restringida. El tráfico por la A-4 es inferior al habitual pero no escaso. Baja algo al adentrarnos en la provincia de Sevilla, pero tampoco lo que se podría esperar teniendo en cuenta que sus pueblos se han cerrado. La afluencia de vehículos sí baja considerablemente al tomar en la capital hispalense la A-66 que conduce a Extremadura.
Extremadura, con libertad de entrada y salida. Primera sorpresa del camino. No hay control al salir de la Andalucía perimetrada y entrar en la Extremadura 'libre', la única región junto con Galicia y los dos archipiélagos (Baleares y Canarias) que no está cerrada. Aún así, el tráfico es reducido, y mayoritariamente de camiones. Nada llamativo en la llamada España vaciada.
Dos realidades en Castilla La Mancha. Tras tomar en Mérida la A-5 que lleva a Madrid, al entrar en Castilla La Mancha por la provincia de Toledo se perciben dos realidades. La circulación por la zona que linda con Extremadura, que también se deja atrás sin pasar control alguno, sigue siendo reducida, pero va en aumento en ambos sentidos a medida que el coche se aproxima a Madrid. Poco antes de llegar al límite con esta región asoma un control en sentido contrario a nuestra marcha. La vigilancia es sobre quienes abandonan Madrid, no sobre quienes quieren entrar. Son las 19 horas del viernes y el operativo policial ocasiona un atasco de varios kilómetros en la llamada carretera de Extremadura, una de las seis arterias estatales que parten de la capital. La pregunta que surge es cuántos de esos vehículos están ocupados por personas que trabajan o estudian en la capital y regresan legalmente a sus lugares de residencia una vez concluida la semana laboral, y cuántos corresponden a madrileños que aspiraban a escaparse para pasar el puente fuera de su domicilio, precisamente el escenario que se quería evitar. La entrada en Madrid, tanto en la comunidad como en la ciudad, se produce sin contratiempo ni control alguno.
El único control, a la salida de Madrid. Tras hacer noche en la capital, la segunda y última etapa del viaje arranca el sábado a mediodía. Si el primer control lo vimos en la salida de Madrid hacia el oeste, en nuestro camino la única parada de comprobación la tuvimos en la salida de esta región hacia el norte, en la A-1 que dirige hasta Irun. Reflejo de que la gran preocupación de las autoridades eran Madrid y su puente festivo. Tras pasar el puerto de Somosierra, y ya en la provincia de Segovia, un grupo de agentes de la Guardia Civil controla los motivos por los que los escasos vehículos que circulan ese día cruzan de comunidad. Apenas un par de coches nos preceden y en los escasos dos minutos que tardamos en pasar el control llegan otros dos en una carretera habituada al tráfico intenso en otras circunstancias. «Vamos de regreso a casa», es la sucinta explicación, corroborada por la matrícula francesa del coche. Tras comprobar la dirección en el reverso del DNI, el agente nos deja continuar.
Una estampa inusual en Castilla y León. De Madrid hacia el norte el escenario cambia radicalmente. Sorprende circular por una A-1 semivacía. Se pueden contar con los dedos de las manos los vehículos que nos cruzamos hasta Burgos. Hacia el norte, de hecho, circulan más coches con placas extranjeras que españolas. Un par de franceses, un alemán, un rumano... Vueltas a casa y poco más. Sin tráfico rodado, entre las vastas tierras de cultivo castellanas se percibe, aquí sí, lo que es un confinamiento y nos recuerda lo sucedido en primavera y lo cerca que se está de volver a esa situación si los contagios siguen disparándose.
Euskadi sobrecoge en la noche de Halloween. Si sorprende ver apenas coches por Segovia y Burgos, qué decir cuando la escena se repite a la entrada de Euskadi. Acaba de anochecer y una imponente luna llena anaranjada en un cielo despejado parece puesta a propósito para recibir al viajero en la noche de Halloween. Sobrecoge. Más aún cuando se circula por un tramo habitualmente concurrido pero que este sábado parecía idóneo para rodar una película apocalíptica, muy apropiada en tiempos de pandemia. El escenario cambia algo cuando tras superar Etzegarate nos adentramos en Gipuzkoa. Aparece algo de tráfico. Escaso, pero suficiente para demostrar que la vida sigue.
El breve paso por Navarra, casi vacío. Entre Álava y Gipuzkoa la carretera lleva a circular unos pocos kilómetros por Navarra, pasando por Alsasua, que como susterritorios vecinos, presenta hacia las 20 horas un aspecto desolador con apenas un puñado de vehículos circulando.
Llegada a Hendaia, confinada y con toque de queda. Si por Gipuzkoa se veía un mínimo movimiento, la imagen vuelve a impresionar con la llegada a Hendaia pocos minutos después de las 21 horas. Esto es, en horario de toque de queda. Ni un alma por la calle. Aquí tampoco hubo que pasar control en el paso fronterizo.
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