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Recuerdo. Manolo y Edurne, junto al castaño que los vecinos de Altza plantaron en memoria desu hijo, Asier Lavandera de la Granja. GORKA ESTRADA
«Han pasado 15 años, pero recordamos a Asier cada día»

Crimen de Asier Lavandera

«Han pasado 15 años, pero recordamos a Asier cada día»

Los padres del joven donostiarra asesinado tal día como hoy en Lekunberri en 2010 han superado la rabia inicial, pero no el vacío

Oskar Ortiz de Guinea

San Sebastián

Jueves, 16 de enero 2025, 06:41

Quince años se cumplen hoy, pero Edurne y Manolo relatan como si fuera ayer aquella mañana de sábado en la que su vida se truncó «para siempre». «A las siete y pico nos llamó un amigo de Asier y nos dijo que fuéramos rápido para Pamplona, porque Asier estaba grave y lo habían estado reanimando». Se temieron lo peor, porque «los chavales no llaman por llamar si no ha pasado algo realmente grave». No se sintieron con fuerzas para conducir, y telefonearon a un amigo de la familia para que les acercara, con el corazón helado como la nieve que durante el camino los acompañó hasta la Clínica Universitaria de Navarra. Al llegar, sobre las nueve y media, los recibió un médico «con los ojos azules como el cielo», recuerda la mujer, que no ha olvidado la mirada de aquel doctor de urgencias que les dijo que no habían podido reanimar a su hijo. Asier Lavandera de la Granja falleció tras recibir cinco puñaladas en el aparcamiento de una discoteca en Lekunberri, después de una discusión entre dos grupos de amigos. Tenía 21 años y «toda la vida por delante», lamentan los padres.

Como suele hacer en estas fechas, y también cada 12 de agosto por su cumpleaños y en el día de Todos los Santos, Edurne depositó ayer, a las nueve de la mañana, un ramo en el lugar donde Asier fue asesinado. Hace años que la discoteca Mao Mao cerró, aunque mantiene el cartel de se vende. Antes la acompañaba el padre, pero a Manolo se le hace «duro volver a Lekunberri». Hoy pondrán más flores tanto junto al castaño que vecinos del barrio donostiarra de Altza plantaron en memoria de Asier, junto al bar El Quijote que regenta el padre, y también bajo la placa que los amigos colocaron junto al frontón. «Lo hacemos tres veces al año, pero recordamos a Asier cada día».

«Fue muy duro, porque una cosa es perder a un hijo en accidente y otra, apuñalado. Tenía toda la vida por delante»

Edurne de la Granja

Madre de Asier

El agresor, Sergio Fernando Ramos da Sousa, fue condenado en 2012 a 18 años de prisión por el delito de asesinato que acordó un jurado popular. La familia, representada por la abogada Rosario Cañete, solicitaba 25 años –la Fiscalía, 18– pero el juez no apreció ensañamiento en el hecho de que el acusado infligiera primero tres puñaladas, y luego, cuando Asier intentó huir ya herido de muerte, corrió tras él unos metros para rematarlo en el suelo con dos cuchilladas más. De las cinco propinadas, dos fueron por la espalda.

«Nuestra abogada hizo un buen trabajo y creo que fue la primera vez que un jurado popular condenaba por asesinato en Navarra –recuerda Manolo–. Poco antes (2010) había sido el juicio por Nagore Laffage, y la condena fue por homicidio y el juez también descartó el ensañamiento. Es algo que no se entiende». Como tampoco se explican aún que el asesino no estuviera entre rejas aquella madrugada del crimen, ya que acumulaba dos condenas previas de cárcel adoptadas por el mismo juez, quien sin embargo lo había dejado en libertad. La familia Lavandera-De la Granja recurrió este extremo ante la Audiencia Nacional, que les dio la razón y condenó al Estado a hacerse cargo de la indemnización. «Recurrimos porque moralmente se lo debíamos a Asier. Su asesino fue el máximo responsable de su muerte pero no el único. Si aquel juez hubiera hecho bien su trabajo, el culpable habría estado en la cárcel y probablemente hoy seríamos abuelos. El juez ni siquiera nos pidió una disculpa», se duele Manolo ante el asentimiento de Edurne.

Una infusión

Hoy, han sido capaces de dejar atrás «la rabia inicial» que les acompañó los primeros años por perder a su único hijo de aquel modo, cuando tras una noche de fiesta con seis amigos y amigas no regresó a casa, porque «una cosa es perderlo en un accidente y otra, apuñalado», matiza la madre. Pero su vacío y su recuerdo siguen vigentes. «Al principio te quedas tan en shock que el gran golpe llega después, cuando comprendes que Asier ya no va a volver, cuando ves que su despertador no suena por las mañanas», señala Manolo. «Fue muy duro», tercia Edurne. Porque se sintieron solos. «La familia, los amigos, los amigos de Asier, sí estuvieron ahí», pero «la única ayuda de fuera que hemos tenido» fue cuando aquel médico de ojos azules les ofreció «una infusión» para digerir el mal trago. «Habríamos necesitado un apoyo psicológico, un asesoramiento sobre cómo hacer las cosas, pero nadie nos lo facilitó. Ni siquiera nos dijeron en el tanatorio que esa noche no podríamos llevarnos a Asier. Llegó la hora de cierre y nos dijeron que teníamos que irnos». Pernoctaron en casa de un amigo en Gorraiz. «Te sientes perdido, y además estás en Navarra, donde no conoces a nadie».

«Varios amigos pusieron a su hijo el nombre de Asier; era bonito pero dolía pensar que a Asier no le dejaron hacernos abuelos»

Manolo Lavandera

Padre de Asier

Un amigo abogado les hizo ver que necesitarían asesoramiento legal, y les puso en contacto con Rosario Cañete, que «fue un gran apoyo», tanto en el proceso judicial que recurrieron hasta el Tribunal Supremo con la esperanza de conseguir una pena mayor –al menos 20 años–, como en el recurso por que el asesino hubiera estado en libertad aquella fatídica madrugada. «En el juicio, igual que su abogado, fue muy provocador», rememora Edurne, que tiene muy presente el momento en el que él cogió el arma homicida «y empezó a mover la navaja con chulería», señala mientras gira su muñeca una y otra vez como hacía el joven de 21 años que mató a su hijo. «Al final, sientes hasta pena por él, porque tendría una vida difícil y no sabía hacer otra cosa que delinquir. Ya dijo en el juicio que cuando saliera de la cárcel volvería a matar», añade Manolo. No se han molestado por saber si sigue en prisión o si disfruta de un tercer grado.

«Estaba empezando a volar»

Edurne y Manolo dibujan una sonrisa cómplice cuando se refieren a Asier, apasionado del fútbol y sobre todo las motos. Solo lo disfrutaron 21 años. «Estaba empezando a volar, a tener cierta autonomía. Siempre tuvo alergia a los libros y él lo que quería era ponerse a trabajar enseguida». No lo hizo en el bar familiar, al que «como mucho venía a coger una botella para ir al local con sus amigos si habían cerrado el supermercado», bromea Manolo. Asier llevaba dos años empleado en un laboratorio dental en Donostia y, «como vivía con nosotros, ahorraba. Su novia también trabajaba».

Un primo y varios amigos pusieron a sus hijos el nombre de Asier. «Era un detalle bonito, aunque también doloroso porque eres más consciente de que Asier también pudo hacernos abuelos y no le dejaron».

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