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Judit Armenteros, con su hija, Ruth y los mellizos Adrián y David, y una imagen del fuego desde Melgar de Tera (Zamora).. IÑAKI BERGAZ

«Es angustioso acostarte viendo las llamas por la ventana»

Una familia de Errenteria revive en su pueblo de Zamora la «angustia» de los fuegos que asolan el país, tres años después de salir de su casa «con las llamas sobre nuestras cabezas»

Oskar Ortiz de Guinea

San Sebastián

Viernes, 15 de agosto 2025, 00:05

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«Sentimos sobre todo angustia e impotencia. Hay que verlo y vivirlo para hacerse una idea. Si nos asomamos a la ventana de la parte delantera de la casa, vemos el incendio de Molezuelas de la Carballeda, que aseguran es el mayor registrado en España; y desde la ventana de atrás vemos el de Puercas. Por el día se aprecia sobre todo el humo, la ceniza, el olor a quemado. Y por las noches, el cielo es de color naranja por las llamas. Es angustioso acostarte viendo ese cielo naranja desde la ventana». La voz de la errenteriarra Judit Armenteros al otro lado del teléfono desde el pueblo zamorano de Melgar de Tera, de donde hace tres años debió ser desalojada con sus tres hijos pequeños y «las llamas por encima de nuestras cabezas», también permite obtener una fotografía del drama que viven miles de personas afectadas por la oleada de incendios que asola siete comunidades autónomas, pero especialmente las provincias de Ourense, Zamora, León y Cáceres.

Treinta focos seguían activos ayer por toda la península ibérica, diez de ellos de grandes dimensiones, incluido el de Molezuelas de la Carballeda, que con alrededor de 40.000 hectáreas de Zamora y León devastadas por las llamas desde el pasado domingo, se ha convertido en el mayor registrado en todo el Estado español desde 1968, año en el que comenzaron las estadísticas oficiales.

La gravedad de la situación es tan extrema que el Gobierno central ha pedido auxilio a la Unión Europea. Hasta la fecha, son alrededor de 10.000 las personas que han tenido que ser desalojadas de sus casas en más de medio centenar de localidades. De momento, son tres las víctimas mortales, aunque una decena de personas se encuentran en estado crítico en diversos hospitales.

A media tarde de ayer, Judit Armenteros respiraba «algo más tranquila» al comprobar que el fuego que mantenía «en vilo a todos los vecinos» de Melgar de Tera había sido aplacado. «Ayer (por el miércoles) vimos al primer avión que ha venido a esta zona a echar agua. Ahora la situación parece que mejora, pero tampoco te puedes fiar porque sigue haciendo mucho calor, todo está muy seco y con el viento todo puede cambiar en cualquier momento», añade esta mujer de Errenteria, que ya sabe cómo se las gasta el fuego, por momentos imparable.

«La situación mejora algo, pero no te puedes fiar con el viento; en 2022 el fuego parecía lejano y en dos horas lo teníamos encima»

Judit Armenteros

De veraneo en Melgar de Tera

«Lo que vivimos hace tres años fue terrible. El fuego también parecía lejano, y en dos horas lo teníamos encima. Dejé a mi padre, Hontorio, que entonces tenía 77 años, en el pueblo ayudando con una manguera junto a otros vecinos, y yo fui desalojada junto con mis tres hijos. Mi pensamiento estos días era que el fuego iba a volver a llegar a la puerta de nuestra casa e íbamos a tener que salir corriendo. El fuego arrasó entonces el Valle del Tera y la Sierra de la Culebra, y de nuevo vuelve a arder esta sierra. Bueno, no arde, sino que la queman. Y durante estos tres años, nadie ha hecho nada por evitar que se repita lo mismo, nadie ha limpiado montes y bosques para evitar que se propague el fuego».

«Zamora no arde, la queman; y nadie en tres años ha limpiado montes y bosques para evitar que se propaguen las llamas»

Judit Armenteros

De veraneo en Melgar de Tera

«Trauma»

Judit y su familia reparte sus vacaciones de verano entre Melgar de Tera, una localidad de 350 habitantes al norte de Zamora, de la que es natural su madre, Paquita, y Nava del Rey (Valladolid), de donde procede su marido, Iñaki. El martes se desplazaron a la localidad salmantina de Boada, donde también tienen familia, y se toparon «de lleno con el incendio de La Fuente de San Esteban, que está pegado. Mis primos fueron a echar una mano porque todo es paja en esa zona, y todo arde con facilidad. Una cosa me gustaría dejar clara: los bomberos se están dejando la vida en los incendios, pero la labor de los voluntarios y vecinos por defender sus montes y sus pueblos es impresionante. La gente se moviliza con lo que tiene para ayudar. Hace tres años mucha gente fue a ayudar al pueblo de al lado, Camarzana de Tera, y ahora este pueblo se ha volcado para acoger a los desalojados».

En 2022, Judit estaba con sus padres y sus tres hijos en Melgar de Tera. Su marido se había quedado en Errenteria por motivos laborales. «Fue horrible. El fuego entró en el pueblo. Nuestra casa es la última y pudo librarse porque mi padre y unos vecinos lograron pararlo por ese lado, pero las llamas llegaron a la casa de al lado y se quemaron unos árboles». Con este panorama, puso pies en polvorosa «para salvar a mis hijos, que son bronquiasmáticos. Como no teníamos coche, un vecino nos acercó a un autobús que fue recogiendo gente, sobre todo niños, de los pueblos de la zona. Nos llevaron al recinto ferial de Zamora, donde pasamos dos días y nos trataron de maravilla. Pero era angustioso pensar en lo que podía pasar en casa, donde dejamos a mis padres con mangueras. Mi hija me decía 'mamá, los abuelos se han quedado, se van a quemar'. Una cosa es contarlo pero otra, vivirlo».

Aquello sucedió en julio de 2022, un mes después de que esta misma familia fuera desalojada de otro incendio, el registrado el 18 de junio en el parque de atracciones de Sendaviva (Navarra). «Parece que nos persigue el fuego», lamenta Judit.

«Me vienen imágenes de aquel incendio y me meto en la cama pensando que durante la noche llegará el fuego sin darme cuenta»

Ruth Bergaz

Hija de Judit, 12 años

La errenteriarra está preocupada sobre todo por los efectos que estos desastres puedan tener sobre sus hijos. «La mayor, Ruth, tiene ahora 12 años y estos días lo está pasando fatal. Apenas duerme y come. Le vienen los recuerdos de hace tres años, cuando teníamos las llamas encima. Porque esa es otra, una cosa son los daños materiales y otra, los psicológicos. Tras aquello, fuimos al médico y la cría estuvo en tratamiento porque estaba muy afectada. Ahora, constantemente mira por la ventana para ver cómo está el fuego. Por la noche dejamos la persiana levantada para que vea que no ha llegado al pueblo».

«Todo esto me agobia muchísimo –tercia Ruth, con gran madurez a sus 12 años–. Me metía en la cama agobiadísima, pensando que durante la noche podía llegar el fuego y no me iba a dar cuenta. Me tomaba tilas para relajarme, pero las vomitaba. He estado dos noches sin poder dormir, en la cama con la ama. Me vienen imágenes del otro incendio. A ver si es verdad que lo peor ha pasado».

La familia de Judit tiene unos terrenos con encinas y robles que ardieron en 2022 y, por las fotografías actuales, pareciera que las llamas los devoraron hace menos tiempo. Apenas se ha regenerado. «Todo sigue igual, e igual de sucio. Los nuestros son terrenos que son de uso público y buenos para el medioambiente. Pero corresponde al propietario limpiarlos, y para eso hay que pedir autorizaciones y también cuesta dinero. Además, aquí nadie sabe dónde están los límites de los terrenos. Los públicos están igual de sucios. Tras aquel incendio, fui varias veces a Zamora a hacer un montón de papeleo por el tema de ayudas y situación de los terrenos... Y no he tenido respuesta».

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