«Su abuela no tenía dos hermanas, sino cinco»
La búsqueda en el archivo a veces da resultados inesperados, como parientes desconocidos o grandes fortunas
José Ángel Garro sostiene que «el 99%» de las personas que solicitan las actas bautismales de sus padres o abuelos «ni siquiera tienen en mente ... la pretensión de venir a España». «Muchos dicen que les urge y cuando les preguntas cuándo van a venir te dicen que no tienen la intención de hacerlo, que lo que quieren es nacionalizarse para pedir las ayudas a las que todo español tiene derecho. Nosotros como archiveros no entramos en eso, si nos piden un documento lo buscamos y lo enviamos», dice.
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A pesar de la ayuda que supone internet, las cosas a veces se complican. «En el País Vasco solía ocurrir que cuando una mujer enviudaba se casaba con su cuñado», explica Garro. Vivían en el mismo caserío y si tenían hijos llevaban los mismos apellidos que los que podía haber tenido la mujer antes de enviudar. Por si fuera poco, cuando moría un niño y sus padres tenían después otro hijo, era común ponerle al recién llegado el mismo nombre que el difunto, con lo que en los archivos pueden figurar personas con el mismo nombre, apellidos y lugar de nacimiento, pero nacidos en años diferentes.
Las solicitudes de documentos suelen traer consigo sorpresas inesperadas, como los de una persona que descubrió que su abuela no tenía dos hermanas como siempre se había dado por supuesto en la familia, sino cinco. No es un caso único, ha solido ocurrir que un viaje por los archivos acabe sacando a relucir la existencia de parientes desconocidos.
Al archivo no solo acuden personas que aspiran a nacionalizarse, sino también «hijos biológicos dados en adopción, que lloran de alegría cuando encuentran a sus antepasados». «La casuística es mucha», dice Garro, que recuerda el caso de una viuda que apareció en el archivo con una carta de la Embajada de Estados Unidos en la que se le decía que un hombre de origen vasco había muerto en América con una gran fortuna y sin hijos y le preguntaban si podía acreditar que era descendiente de él. «Ella aseguraba que era imposible, pero el párroco de Orio le dijo que fuera a mirar por si acaso. Cuando vino nos contó que su marido era hijo único y que cuando se casó con él se fue a vivir a su caserío. Estuvimos buscando y descubrimos que su marido había tenido un hermano que se marchó de joven a América pero a ella no le habían dicho nada. Esa persona era su cuñado. La mujer me abrazó y lloró de emoción cuando le hice el certificado. Nunca he preguntado si cobraron o no, aunque confieso que he tenido tentaciones de llamar».
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