La periodista Mábel Galaz posa con su libro 'Letizia real'.
Mábel Galaz | Periodista y escritora

«Letizia se mueve como pez en el agua entre políticos, pero lo de llevar corona no le va»

«Fue una princesa rebelde; llevó mal que su voz no se escuchara La Zarzuela», dice la autora en su libro sobre los 50 años de la monarca

Elisa López

San Sebastián

Jueves, 22 de septiembre 2022, 09:47

Doña Letizia es muy enérgica dando la mano, pero sus apretones «son señal de cordialidad». Mábel Galaz sabe de lo que habla tras más de ... treinta años cubriendo información sobre casas reales. Esta periodista madrileña celebra el 50 cumpleaños de Letizia con un libro que «desnuda» a la actual reina, que pasó de un pequeño piso hipotecado a vivir en palacio.

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–Dice en su libro que se conoce muy poco de la reina Letizia.

–Y así es. Al margen de lo que vemos en las fotos, se sabe muy poco tanto de ella como del Rey. La política que impera en la Casa Real es que cuanta menos información se tenga más allá de los actos protocolarios, mejor. Zarzuela apuesta por la contención. Pero creo, sinceramente, que sin entrar en su privacidad, deberían darse más a conocer y de una manera relajada y más alejada del protocolo.

–Nieta de taxista y divorciada que se convierte en princesa... Suena a cuento de hadas.

–Contado así... Podría parecer. Pero no tiene nada de cuento de hadas. Es la historia de una mujer que proviene de una familia trabajadora, con una vida propia y que se asemeja al común de los mortales: paga una hipoteca, va al supermercado, vive en un pisito... Y que deja una vida profesional en la que tiene éxito para casarse con Felipe y convertirse en princesa, y eso conlleva muchas renuncias. Perdió independencia y libertad.

–Y no ha tenido un camino fácil. ¿Le costó amoldarse?

–Venía de un mundo muy diferente y sí, le costó adaptarse a la manera de entender las cosas en Zarzuela. Intentó, sin ningún éxito, hacer que se oyera su voz.

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–Zarzuela tampoco se lo puso fácil...

–No, pero ella tampoco. Se estableció un periodo complicado. Yo en esa etapa le califico de 'rebelde': su mundo no casaba con el que le tocaba vivir y lo llevó mal. De ser una mujer que presume de feminista a estrechar manos y recoger ramos de flores... Fue una princesa que aprobó con un cinco raspado. Más tarde, ya como reina, sí se ha producido una gran evolución. Ha pasado de papel secundario a principal. Ahora es más dueña de su destino.

Un activo para la corona

«Que Letizia esté en Zarzuela es algo bueno porque supone un soplo de aire fresco frente al rancio olor de palacio»

–Al principio, Letizia no gustaba ni a republicanos ni a monárquicos de toda la vida...

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–No gustaba, y sigue sin gustar a muchos. Todavía hoy tiene mucha contestación. Su problema, que es además su mayor cruzada, es que está obsesionada con la perfección; con no cometer ni un fallo, controlarlo todo, y esto le hace parecer fría y rígida, y quizá altiva.

–Es que sentirse observada y ser criticada permanentemente no es plato de buen gusto.

–No, no, y eso que ella venía de un mundo en el que la imagen era importantísima. Ella presentaba informativos y sabía dar la cara. Pero aún así...

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–¿Le falta empatía?

–Sí, le falta mostrarse más empática con la gente. Pero está trabajando precisamente en eso, en ser más cercana. Y cuando se relaja, cuando se apagan las cámaras, todo el mundo coincide en que es mucho más cercana.

–En este último tiempo se le ve más sonriente.

–Mucho más. Se siente más segura.

–¿Tiene que ver esa seguridad con su papel tan predominante en la Cumbre de la OTAN? ¿Ha marcado un punto de inflexión?

–Con esa actuación ganó muchos enteros de cara a la gente y, de alguna manera, se ha perfilado también cómo es su personalidad; una mujer a la que no le gusta tanto relacionarse con las casas reales; eso de ponerse la tiara no le va. Pero, sin embargo, en la Cumbre de la OTAN y rodeada de los líderes mundiales se encontraba como pez en el agua. Porque le interesa la política y lo que pasa en el mundo, y se vio que estaba preparadísima para manejarse esos días. Lo hizo muy bien y su papel tuvo casi más eco que el del propio Rey.

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–¿Se ha convertido entonces en un activo de la Corona?

–En un momento en que la monarquía está en revisión, y no solo en España, y tras los escándalos de Juan Carlos I y de Iñaki Urdangarin, los reyes son conscientes de que tienen que renovar la institución y dar significado a su existencia en el siglo XXI. En este sentido, que Letizia esté en Zarzuela es algo bueno porque supone un soplo de aire fresco frente al rancio olor de palacio.

–¿El rifirrafe con doña Sofía en la catedral de Palma ha sido el mayor error de Letizia?

–Sin duda fue su mayor fallo público. Se pactó una aparición muy medida porque unos días antes el emérito fue noticia por uno de sus escándalos. Se decidió que no se hacían fotos en la catedral, pero doña Sofía quiso una imagen con sus nietas. Y en ese momento Letizia perdió las formas por ese afán de perfeccionismo y de protección a sus hijas. Pero no midió la imagen que se trasladó; que fue la de una madre que no deja que una abuela se saque una foto con sus nietas.

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«Se hablaba mucho de su delgadez, pero durante su luna de miel en Donostia, Arzak confirmó que se comió todo lo que puso»

–¿Cómo es Letizia como madre de la futura reina?

–Sus hijas son su mayor orgullo. De hecho, ella cambió cuando tuvo a las niñas. A partir de ahí tuvo un papel en Zarzuela que hasta entonces no había tenido. Ella como madre se entrega plenamente y hace de esas niñas su mayor proyecto.

–«Siempre llueve en los días importantes de Letizia», escribe en su libro...

–El día de su boda, el día que nació su primera hija, el día que enterró a su hermana... La lluvia ha marcado esos acontecimientos, unos alegres y otros terribles.

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–Sin embargo, el sol le acompañó en San Sebastián durante su viaje de novios.

–¡Sí! Estaban de luna de miel por España y recuerdo la foto de la barandilla de la Concha como una de las más bonitas de ese viaje de novios. En esa época se hablaba mucho de la delgadez de Letizia, de que no comía, algo que se desmintió en esa parada en San Sebastián. Almorzaron en la cocina de Arzak, y Juan Mari pudo confirmar que se comió todo lo que le pusieron en el plato.

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