Pioneros de la democracia municipal
Alcaldes y ediles de los primeros ayuntamientos tras la dictadura evocan los duros inicios | Nerea Zubizarreta, Pedro Mendieta, Alberto Buen, Josetxo Arrieta y Ángel Yáñez protagonizan un encuentro en DV
Saludos, abrazos espontáneos y muchas ganas de charla. Este periódico quería reunir en torno a un café mañanero a cinco exalcaldes y exconcejales de los primeros ayuntamientos guipuzcoanos de la democracia. Pero no para el clásico debate político, sino de una manera más informal. Para conocer sus recuerdos de aquellos años y mostrar su lado más humano. Y sin un guion al que ceñirse. La cita tuvo lugar en el Ayuntamiento de San Sebastián.
De los cinco protagonistas Ángel Yáñez, con 84 años, es el mayor. Fue concejal del PP durante varias legislaturas en el Ayuntamiento de Tolosa en los noventa. Pedro Mendieta, alcalde en los ochenta de Aretxabaleta por Eusko Alkartasuna, tiene 81. Le sigue, con 77, el socialista Alberto Buen, regidor en el Ayuntamiento de Irun desde 1983 hasta 2002. Nerea Zubizarreta, alcaldesa del PNV de Azkoitia entre 1991 y 2003, tiene 69, y Josetxo Arrieta, concejal de Euskadido Ezkerra en Irun, también en los ochenta, es el benjamín con 65 años.
Entablan conversación al instante. Que si cuánto tiempo sin verse, que si viene lluvia... hablan de lo divino y de lo humano. Dicharacheros y con ganas de pasar un buen rato. Los cinco vivieron su etapa política desde finales de los setenta. Un momento histórico complejo, pero ellos no dudaron en dar un paso adelante, sin experiencia, sin saber a qué se enfrentaban y sin nada a cambio. Y sentaron las bases del municipalismo vasco.
El distinguido Salón de plenos del consistorio donostiarra es el lugar del encuentro. Una vez allí, los invitados se meten en faena. «En aquellos tiempos no era fácil ver a una mujer alcaldesa». Pedro Mendieta rompe así el hielo, dirigiéndose a Nerea Zubizarreta. «Y encima en Azkoitia, con lo que eran 'los caballeritos'... Total que me pusieron de cabeza de lista, y obtuve mayoría absoluta», responde ella con orgullo. «Pues yo he vivido con ocho mujeres, mi esposa y siete hijas», interviene Yáñez.
Son muchos los recuerdos que se agolpan en sus cabezas. De 1976 en adelante. Ellos fueron los encargados de constituir los primeros ayuntamientos tras la dictadura de Franco. Y tuvieron que aprender a ser concejales y alcaldes. «Nadie venía aprendido», confiesan. Mendieta relata su experiencia: «Tengo que remontarme a 1966, bajo el régimen franquista. El día de mi boda tres personas de Aretxabaleta vinieron a solicitar mi firma. Y yo firmé una tarjeta sin saber lo que estaba haciendo. Meses después me llamaron para tomar posesión. Así que pasé ocho años en un Ayuntamiento del franquismo. Yo estaba en plena promoción de una empresa y tuve que compaginar las dos cosas».
A Alberto Buen le viene a la memoria el movimiento vecinal que surge en los años setenta, «eran corrientes reivindicativas, y gracias a ellas te ibas acercando a los ayuntamientos... Pero el cambio se produce a partir del 77, con las elecciones generales, cuando empiezan a crearse las gestoras en los consistorios. En Irun nos reuníamos para abordar distintos temas, y se planteó crear una comisión de control y de participación ciudadana para que los vecinos pudieran exponer sus preocupaciones».
–¿O sea que lo de la participación ciudadana en las instituciones no es tan nuevo?
–¡No, no! Ya íbamos por ese camino... En ese momento los partidos empezaron a captar a las personas que estábamos en aquellos movimientos.
Ángel Yáñez recuerda que vino a Gipuzkoa en 1957, con 22 años, se enamoró de una tolosarra y se casó. «Mi preocupación era tener una casa donde vivir, y tuve la suerte de contactar con gente con la que fundé una cooperativa de viviendas. Dediqué tiempo y esfuerzo a esa actividad, de forma gratuita. Entonces me involucré en actividades sociales, y me hice conocido en Tolosa. En 1978 me llamaron de Alianza Popular para ser gestor municipal. Podría haberme metido en el Ayuntamiento pero tardé un tiempo en hacerlo».
– ¿Entonces todos ustedes tenían esa inquietud por la política?
–Sí. No hay duda...
Nerea Zubizarreta se hace hueco en la conversación: «Cuando el último alcalde franquista de Azkoitia dimitió, por aclamación y sin jurar, entró en el Ayuntamiento Juan Ignacio de Uria. Justo cuando terminó, se inició la primera etapa democrática. Yo entonces me movía en el mundillo cultural. Me gustaba. Y cuando ocurrió la escisión del PNV me afilié al partido». «Los buenos eran los de EA», le interrumpe entre risas Mendieta. Al poco tiempo, a Nerea le llamaron del partido. «Y empecé... yo siempre me he considerado una política», subraya.
Igual que Josetxo Arrieta, que confiesa que nació con el gusanillo de la política. «Yo también», susurra Nerea sin intención de estorbar. «Siempre estuve ligado a movimientos sociales, con 15 años ya andaba ahí. Tengo un buenísimo recuerdo de cuando estudiaba y, a la vez, alfabetizaba a gitanos en un club juvenil. Las monjas nos dejaban el espacio y una manera de pagarles era hacer labores sociales», relata Arrieta. Entonces vivía en San Sebastián y estuvo en asociaciones vecinales..., pero la «vena más política» le salió cuando fue a Irun a trabajar de profesor. «En el Ayuntamiento, con Alberto de alcalde, existía algo que ahora no hay, y eran los consejos, como el escolar, donde yo participaba. Te das cuenta de que estar en las instituciones es importante para llevar a la práctica las ideas. Así empecé», cuenta.
Los cinco se reconocen como personas reivindicativas y luchadoras. Y todos son conscientes de que aquellos fueron años duros. Unos tiempos en los que se empezaban a ver luces de cambio, pero todavía había sombras, con la gestión franquista que aun coleaba, ETA y el terrorismo, y muy pocos recursos económicos.
«Es que trabajábamos gratis. No solo eso, teníamos que poner de nuestro bolsillo. Yo estuve 17 años sin cobrar un duro. Ni cuando estaba en la Diputación. Teníamos un trabajo para vivir, y luego el Ayuntamiento», se lamenta Mendieta con el quórum de todos. «Lo de cobrar era lo de menos, había pocos medios para hacer cosas para los demás», insiste Buen. «No había nada», recalca Zubizarreta.
–¿Y cómo se arreglaban?
–Pues como podíamos. Era imposible. Es que no había recursos.
Buen cuenta que en sus primeros años de concejal en Irun «no se hacía gran cosa», solo continuaban lo que ya estaba hecho. «Fue en el 83 cuando se contrató un plan general de ordenación urbana... Había barrios sin urbanizar, pero al pagar los sueldos de los funcionarios no quedaba para más. La situación cambió con la llegada del Estatuto de Autonomía. Entonces empezamos a contar con más recursos», explica. Todos coinciden en que ahí comienza el cambio.
A Yáñez, de hecho, la economía fue lo que le motivó. «En 1977, me ofrecieron un puesto. Acepté con una condición, encargarme del aspecto deportivo. El Gobierno central había ofrecido a Tolosa una subvención de un millón de pesetas para construir el primer polideportivo del municipio. Y a eso me dediqué».
Arrieta reconoce que tras una época «negra» a todos les unía la ilusión de las nuevas oportunidades que se abrían. Él militaba en Euskadiko Ezkerra. «Fui concejal en Irun y recuerdo que en los temas municipales había consenso y buen ambiente, pero es cierto que las broncas y los plenos tan tensos venían con las mociones. Vivíamos situaciones muy difíciles con ETA matando a políticos, además de a policías y militares».
Buen coincide con esta reflexión: «Los primeros ayuntamientos democráticos del País Vasco eran una locura, se montaba tal follón con las mociones que el resto de los temas no se podían debatir. Se desalojaban las salas. Recuerdo a concejales que no habían tomado aspirina nunca, y que desde ese momento decían que se tomaban tortillas de aspirinas. No sé cómo pudimos pasar por aquello».
Zubizarreta entró unos años más tarde. Pero vivió lo mismo. «¡Con todo lo que se pudo hacer... pero el problema del terrorismo lo ralentizó todo. Y afectó a las relaciones humanas», un argumento que el resto apoya. «Se sufrió muchísimo». Mendieta habla también de «otro tipo de violencia. La que proviene de la situación de desempleo. En 1986 teníamos un paro del 25% en Euskadi, muy superior al actual. Es decir, el 50% de la juventud sin trabajo, muchos cayeron en la droga y en la violencia...». Ángel retoma el tema de ETA. Y recuerda una fecha: el 23 de enero de 1995. El día del asesinato del concejal donostiarra del PP Gregorio Ordóñez. «Anímicamente empecé de concejal ese día. Para mí fue el detonante. Por él yo me metí en la política de verdad».
Los viejos rockeros
A Mendieta no le gusta que le llamen político. A los demás sí porque no lo consideran un término despectivo. No todos llegan a las instituciones para «medrar», dicen. «Hay quien quiere estar en un cargo toda su vida, pero no todos pensamos así», defiende Arrieta. Buen añade que siempre ha defendido la honradez de los políticos, «independientemente de los sinvergüenzas, que los hay y los habrá. Recordad que nosotros trabajábamos sin nada a cambio». También para Mendieta, «la ilusión siempre prevalece sobre los chorizos».
La única mujer de la tertulia introduce otro tema interesante. «El trabajo de un alcalde o un concejal es enormemente gratificante. Estás a pie de calle, cerca de la gente, vives de cerca sus preocupaciones», reflexiona Zubizarreta. En este sentido, Arrieta añade que en Gipuzkoa ha ayudado mucho el potente tejido asociativo existente. «Te abría nuevas vías en todos los ámbitos», recuerda.
–¿Se consideran referentes o pioneros en la gestión municipal?
–No nos vamos a poner medallas. Nos tocó ese momento. Capeamos la tempestad como pudimos, y quizá los que llegaron más tarde se encontraron el camino un poco más fácil.
Al echar la vista atrás, cuarenta años después, los cinco hacen un balance más positivo que negativo. Para ellos fue una oportunidad personal. Aseguran que en el año 79, con los ayuntamientos constituidos, se abrieron las instituciones a los ciudadanos que, poco a poco, empezaban a acercarse. «Los alcaldes ejercíamos a veces como médicos de familia que escuchan a sus pacientes», sostienen. No obstante, Yáñez aclara que su valoración es «positiva pero con sombras. Recuerdo que en 1997, en pleno Carnaval, ETA asesinó a un amigo mío, el empresario Patxi Arratibel. No obstante, prefiero quedarme con lo bueno». Mendieta anima el ambiente y dice que son «unos viejos rockeros».
La tertulia va llegando a su fin y no puede terminar sin mirar al futuro. El futuro de la política. Los cinco son optimistas. «¡Verde, morado y digital!», exclama Arrieta bromeando. «Ahora en serio, veo a la gente con ganas de participar más», añade. Buen vislumbra un futuro positivo si los nuevos corporativos son capaces de poner por encima de partidos las necesidades de su municipio, «y que puedan estar juntos morados, rojos, verdes y azules». Zubizarreta considera que «el camino nos ha traído hasta aquí y ahora hay que continuarlo...». «¿Por qué hemos podido dedicarnos a la política? Por el sacrificio de nuestras mujeres. Merecen un homenaje», reconoce Mendieta. «En mi caso fue al revés, yo se lo debo a mi marido», responde Zubizarreta. Y Yáñez, para cerrar, asegura que es el primero que ha pronunciado la palabra «positivo», pero, sin embargo, «veo un aspecto negativo y es la participación. En mi partido, mucha gente no quiere entrar por la corrupción, por lo mal vista que está la política y por miedo. Que por desgracia, todavía existe».
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