La mirada puesta en la carrera electoral más apretada
La campaña que culmina el 21-A despega en medio de la frialdad, refleja a una nueva generación con prisa en pasar la página del pasado y muestra una inédita polarización en el bloque del nacionalismo
La campaña electoral, la oficial, llegó ayer noche aunque en la práctica todos llevan semanas en el candelero. La maratón es larga y seguimos a dieta, con yogures bajos en calorías. Todo light. Está en juego quién gana en las elecciones autonómicas, pero lo que funcionará el 21 por la noche no es tanto la calculadora de los votos sino la de los escaños. ¿Quién puede gobernar con una mayoría sólida en el Parlamento Vasco? Mientras tanto, la palabra de moda es polarización, sobre todo entre el PNV y EH Bildu. Y Barney Jopson, el corresponsal del Financial Times para España y Portugal, mira en el diccionario los sinónimos de la palabrita. Ha visitado estos días el País Vasco y se muestra fascinado por la rápida transformación de EH Bildu. Y quiere conocer algunos de los municipios emblemáticos de la izquierda independentista, aunque los tiempos han cambiado, y mucho, también en estos lugares que en su día eran bastiones radicales por excelencia. Él fue el que preguntó en la rueda de prensa a Arnaldo Otegi por qué había aparcado la independencia en su campaña electoral. La única pregunta. por cierto, en la comparecencia.
Cuando el río suena, agua lleva. Cuando la prensa británica habla del tema, es que estamos no solo ante una gestión exagerada de las expectativas. En Madrid, influyentes figuras de la diáspora donostiarra creen que el PNV está siendo infravalorado, y que al final, el 'efecto Pradales' y el miedo a una victoria de EH Bildu van a movilizar algo a esos indecisos que estan cabreados con los jeltzales desde hace tiempo y que, al final, volverán a la 'casa del padre'. El PNV, eso sí, tiene muy claro que la consigna es contención. Más de uno ya piensa qué efecto puede tener la Copa del Rey y una eventual victoria del Athlétic en el partido de Sevilla este sábado. Los más cafeteros y futboleros piensan que con un triunfo de los 'leones' rojiblancos, la euforia en Bizkaia está garantizada durante una semana. Pero Gipuzkoa es una incógnita.
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No se ve pues emoción electoral y eso enfría la pulsión de cambio. Mientras tanto, el PNV insiste en preguntar si detrás de la amabilidad discursiva de EH Bildu existe una 'agenda oculta' que la izquierda independentista quiere tapar o esconder. El lobo feroz ya no asusta a la clase media, comentan irónicos en la izquierda independentista. Caperucita Roja ha entrado en escena. Pero el lehendakari Urkullu se desquitó ayer con un mensaje muy duro frente a la estrategia de EH Bildu de 'asalto del poder' y el 'no por sistema' de sus últimos años.
Los socialistas también mueven sus piezas. Insisten los de Eneko Andueza que su plan A es ganar y su plan B es ganar también, porque solo si son más fuertes pueden afianzar su protagonismo en la política vasca, y de paso ofrecer un valioso balón de oxígeno a Sánchez en una coyuntura precaria en la que los respaldos políticos están prendidos con alfileres, prevalece la hiperactuación, se exacerban los sentimientos y el acoso por tierra, mar y aire desde las bancadas de la derecha embarra la política al máximo amenazando con colapsar la legislatura tras las europeas.
El caso es que el PSE arranca su campaña con la bendición de Sánchez al pacto estratégico con el PNV. Para muchos no ha resultado ninguna sorpresa y tanto Andueza como en su momento Idoia Mendia aseguraron por activa y por pasiva que no buscaban un pacto con EH Bildu, desmintiendo esa hipótesis que algunos empezaban a enarbolar, también con intencionalidad, para desgastar al PSE. Todos son cálculos en estos tiempos grises y complejos.
Mientras la incertidumbre se extiende como la niebla en primavera, el veredicto del 21-A tendrá sus efectos en la izquierda y en sus relaciones con el PNV. No es lo mismo un PSE con vitaminas tras el paso por las urnas que otro más debilitado y tentado de quedarse en la oposición en el Parlamento Vasco. Un mal resultado en abril podría reactivar el debate socialista sobre los peligros que tiene ser el aliado tradicional del PNV a la hora de mantener un perfil ideológico claro en el campo progresista. Lo que es ahora casi política-ficción, mañana quizá ya no lo sea.
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