El pasado 28 de abril la Vicepresidente Primera aseguró que 'no hay una espiral de precios'. Nuestra confianza en Nadia Calviño se resquebraja por momentos. Luego dijo que en marzo habíamos superado el pico de los precios y que en adelante iban a descender de manera evidente. Ya vemos. No tengo ni idea de cómo deberíamos calificar la actual subida del 10,2% registrada en junio, pero entiendo que su preocupación por estas alzas le hayan llevado a 'dimitir' al presidente del INE. Seguro que es más fácil conseguir que el siguiente 'recalcule' los datos de manera favorable, que lograr unos precios mejores de los tomates y el pan, y mucho más barato que rebajar los impuestos que gravan a la energía.
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El problema, entre otros, es que esto va a desencadenar una secuencia infernal. Esta misma semana la Gobernadora del BCE dijo que hará 'lo que sea necesario para mantener los precios en el 2%', lo que todo el mundo entendió como la confirmación de que está dispuesta a subir los tipos de interés cuanto sea necesario. Luego, recuerde que a partir del mes que viene va a abandonar las compras de deuda, lo que acostumbra a desatar las diferencias entre las primas de riesgo de unos países, las cigarras, con las de otros, los hormigas. A continuación, vuelva a las palabras de Christine Lagarde, cuando aseguró, también, que no va a consentir que se alejen demasiado entre sí para evitar la fragmentación de los mercados financieros europeos.
Agite todos los ingredientes y ¿Qué tendremos? Pues a los hombres de negro llamando a la puerta. El gobierno nos quiere vender que sus medidas han evitado más de tres puntos de inflación. Es una trola de primera, pero el problema no es ese, sino que los tipos reales se encuentran en un lugar absurdo –entre el -6% y el -7%–, algo nunca visto, creo, que no puede ser duradero. De momento, agárrese los machos, que esta situación es insostenible. La inflación acogota a los ciudadanos ... y derriba gobiernos.
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