La trastienda de la primera sesión del juicio por Fagor Electrodomesticos: El ansiado ventilador y las campanas de San Pedro Apóstol
Más de un centenar de perjudicados se acercó ayer al Palacio de Justicia de Bergara para recordar su situación, en una muy calurosa mañana
J. D. A.
BERGARA
Martes, 8 de mayo 2018, 07:39
Algo más de un centenar de damnificados por la 'volatilización' de sus ahorros en Fagor Electrodomésticos y Edesa se concentraron ayer, en un respetuoso pero también tenso silencio, a las puertas del Palacio de Justicia de Bergara. Habían comenzado a llegar pasadas las nueve y media de la mañana, y muchos de ellos aprovecharon para fotografiar alguno de los magníficos edificios que inundan el centro histórico de la villa del Deba. La estrella fue, sin duda, la iglesia de San Pedro Apóstol, colindante al juzgado.
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El sol caía a plomo, y los afectados, muchos de ellos con sus buenos años ya a la espalda, aguantaron estoicos la sesión. No hubo gritos. Así se lo había solicitado su defensa, y los allí concentrados (miembros de las asociaciones Ordaindu y Eskuratu) cumplieron. Tampoco hubo problema en la sala elegida para celebrar la vista.
Un espacio reducido a todas luces y en el que una treintena de afectados compartieron asiento con los medios de comunicación y algunos letrados. Allí estaba, en primera fila, Nahiara, sentada en su silla de ruedas y llevándose las manos a la cabeza cada vez que los testigos rechazaban que la Corporación Mondragón tuviera siquiera capacidad de influencia en las cooperativas; se retiró antes de que acabara la sesión, quizás por evitar que sus negativas pasaran de los gestos a las palabras.
La mañana avanzaba, y la magistrada, casi oculta por las diecieocho carpetas de color rosa (y dos de color azul cielo) del legajo del caso, ponía orden. Ya había advertido de que no se podría interrumpir, y no le tembló el pulso para pedir a un 'espontáneo' que llegó tarde que abandonara la sala. La temperatura subía. La real y esa que mide la tensión en la sala. Y con las ventanas abiertas ante el sofoco general, las campanas de San Pedro Apóstol recordaron puntuales a los presentes que el tiempo pasaba. Lo que no cedía era el termómetro. La magistrada susurró algo a la secretaria judicial y ésta, eficiente al máximo, salió para regresar con un ventilador. Casi se pudo escuchar el suspiro general al ver como las palas del invento comenzaban a girar. ¿Dónde? Junto a la jueza y la abogada de Mondragón, que sonreía un tanto azorada.
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