Jaka hace realidad su sueño más dulce

Este domingo se cumplen quince días desde que se vio al borde de la eliminación en su estreno en la presente edición. Dominaba Joanes Bakaikoa 1-9 y 6-14. Reaccionó a tiempo Jaka. Dos eliminatorias después, consumadas las victorias contra Urrutikoetxea y Elezkano II, es finalista de la competición reina. Salvo que el coronavirus lo impida, figura para siempre en ese palmarés que se publica cada año el día de la final del Manomanista con los nombres de los campeones y subcampeones. Falta por ver en qué casilla.

Jaka es el decimoquinto guipuzcoano clasificado para la final del Manomanista desde que se descartó la fórmula del desafío para instaurar una competición bianual en aquellos inicios y anual en las últimas décadas. Descúbranse antes de empezar a leer la lista: Atano III (1940-42-44-46), Txikito de Iraeta (1940), Atano VII (1942), Felipe (1944, aunque el subcampeón fue en realidad Atano VII), Miguel Gallastegi (1948-50-51-53), Miguel Soroa (1954-55), Arriaran II (1955-56-57-58), Etxabe X (1961), Atano X (1965-66-67-68-69), Tapia I (1973), Joxan Tolosa (1986-87-89-90), Aitor Elkoro (1997-99), Iker Irribarria (2016-17-19), Altuna III (2018)... y Erik Jaka (2020).

Darío es la revelación del torneo, sin duda, pero Jaka tampoco entraba en las quinielas. Ni en las de las semifinales ni, por supuesto, en la de la final. Su llegada a los estelares se hizo esperar, sus cualidades no parecían las de un gran manomanista, ha crecido a la sombra de unos compañeros de generación que se han merendado la mayoría de titulares y elogios. Sin embargo, a la espera de lo que haga su amigo de fatigas Altuna III esta tarde en el Astelena de Eibar, se ha encargado por sí solo de asegurar la presencia de un guipuzcoano por quinto año consecutivo en el partido más importante del año. Le hubiera gustado movilizar a su pueblo y a sus seguidores, sentirse arropado en el Bizkaia... Sí, pero a estas horas no se cambia por nadie en el mundo. No le importa jugar la final a puerta cerrada.

Para ello doblegó ayer 6-22 con una autoridad inesperada a Danel Elezkano en el partido más plácido de los tres que ha afrontado en el campeonato. Eso no significa que fuera una victoria de frac. Porque en los primeros catorce tantos su buzo se manchó de sudor y grasa como el de un mecánico. Ese arranque pesó en el desarrollo posterior.

Cruzaron a buena 24 pelotazos en el 4-5, resuelto atrás de zurda por Jaka. Ambos confiaban en desgastar al contrario y renunciaron a pedir el primer descanso de su cuenta. Dos tantos después llegó el 6-5 obra de Elezkano II, tras una estirada a las tablas de contracancha para de rodillas cruzar de derecha al txoko. Los síntomas de cansancio, incluso de agotamiento, eran evidentes en uno y otro.

Recuperado el saque, confiaba el de Zaratamo en sobreponerse. Sucedió lo contrario. Jaka restó de gancho desde el seis lejos del alcance del vizcaíno, quien dos tantos después se veía obligado a sentarse en la silla.

«Yo también estaba cansado, pero en ese momento he visto blanco, blanco a Danel», declaró más tarde Erik Jaka. En ese instante no podía predecir lo que sucedería a continuación. Ya había iniciado para entonces la tacada de 17 tantos hacia un triunfo incontestable.

Sosegó el resuello Elezkano II, no así su ánimo. Sumido en una dinámica negativa, el pelotari regular que nunca falla y casi siempre da su cien por cien en la cancha se desmoronó ante un oponente agigantado tanto a tanto, convencido de la cercanía de un objetivo que en octubre, preocupado porque los análisis y los médicos no encontraban la razón de un cansancio inexplicable, parecía más lejano que Groenlandia. Así es el deporte. Así es la vida.

No tuvo miedo Erik Jaka para enfrascarse con Danel Elezkano en un toma y daca físico del que salió triunfador. Los números cantan. En el 6-12, cuando se dirigieron para el primer descanso obligatorio que marca el reglamento, llevaban 148 pelotazos a buena. En el intervalo hasta la vuelta a las sillas en el 6-18 sumaron solo 18 más. Terminaron con 176 cuando la primera parte invitaba a pensar en un encuentro por encima de los 225.

De todas maneras, el de Lizartza demostró más virtudes que sus piernas y pulmones. El saque le funcionó. Lo varió al principio. Alternó los bien cruzados a la pared izquierda con otros al ancho para castigar el flanco diestro de Elezkano II. Más adelante, vistos los resultados de la maniobra, insistió en la pared izquierda. Resultado: siete tantos directos y cuatro a través del saque-remate, para el que también le valió pegar atrás su segundo pelotazo. La adición, once, vale medio billete para la final.

También supo Jaka encontrar a bote con la zurda la derecha de Elezkano II. Dirigió bien la pelota desde la postura de abajo para provocar el error del contrario o devoluciones apuradas con el fin de resolver a la siguiente o al menos tomar la iniciativa.