Kirolean Errespetuz
«Se han normalizado los insultos y eso no puede ser»Cinco madres y padres reconocen el aumento de «malos comportamientos» en las gradas durante los partidos de sus hijos y piden respeto, sobre todo, hacia los árbitros, «que también son jóvenes que están aprendiendo»
Tengo la sensación de que hay gente que va a los campos de fútbol a desahogarse de mala manera y eso no se puede tolerar», afirma con contundencia Fran Cornejo. Es padre de Hugo, jugador del C.D. San Marcial en categoría infantil. «Estamos hablando todavía de niños de 13 años que desgraciadamente han normalizado escuchar insultos –sobre todo a los árbitros– cada fin de semana cuando van a jugar un partido», añade el también presidente del club. Sus palabras, por extraño que parezca al tratarse de chavales de tan corta edad, las suscriben a pies juntillas todos los padres y madres que DV ha reunido en el campo de fútbol San José Obrero de Irun, dentro del marco Kirolean Errespetuz, iniciativa impulsada por este periódico en colaboración con diversas instituciones. «Hemos llegado a un límite y debemos ponerle solución ya antes de que la situación se nos vaya de las manos», coinciden los protagonistas.
En mayor o menor medida, los progenitores son conscientes de que en la actualidad «existen excesivas faltas de respeto» y todos confiesan haber vivido alguna experiencia desagradable a la que han tenido que hacer frente. También historias positivas, por supuesto. «He de reconocer que el foco debemos ponerlo en las gradas, porque a lo largo de estos años apenas he visto disputas entre nuestros hijos. Sí, en cambio, unas cuantas entre padres o jóvenes que van a ver a sus amigos y calientan el ambiente», explica Cornejo.
«El foco hay que ponerlo en la grada, porque es ahí donde se suele calentar el ambiente»
Fran Cornejo
De hecho, recuerda cómo en una ocasión uno de los equipos del club irundarra tuvo que abandonar el campo escoltado por la Ertzaintza. «Era un partido con mucho en juego y la tensión derivó en una invasión de campo al final que terminó con un jugador sangrando por un manotazo». Aunque asegura que se trata de un caso aislado, insiste en hacer campañas de sensibilización para crear un buen ambiente entre todas las personas que forman parte del juego.
A través de los grupos de Whatsapp, dice, «hacemos comentarios después de cada partido para valorar el comportamiento general. Si ha habido algún acto fuera de lo normal, lo hacemos saber y tratamos de que no se repita». De todos modos, para él la clave muchas veces está en los entrenadores. «Si hay buena disciplina y buen rollo entre todos, son los propios padres los que hacemos piña».
La costumbre de aplaudir
Lurdes Castillo está deseando que arranque la temporada «para animar y aplaudir» al equipo de su hija. Pero también, «por supuesto», al rival y al árbitro o árbitra. «Me parece algo fundamental para que la relación entre aficiones sea buena», comenta la madre de Ixabel Lopera, integrante del equipo cadete del Munttarpe-Ereintza Eskubaloia. «A mi hija de 15 años a veces no le sienta bien que aplauda los goles o paradas del otro equipo, pero yo le digo que esto es deporte y que consiste en pasarlo bien y disfrutar. A veces parece que juegas contra un enemigo, pero realmente lo haces contra un compañero», recalca.
«Aplaudir lo que tu equipo y el rival hacen bien me parece clave para crear un clima positivo»
Lurdes Castillo
Esa filosofía es la que intenta inculcar a los pequeños para fomentar buenas prácticas. «Me resulta muy violento ver a un adulto en un plan agresivo por el simple motivo de que a su hijo le hayan dado un golpe o le hayan dicho algo. Al final, los padres debemos entender que son lances del juego, nada más», destaca Castillo. Ella es de las que piensa que la educación «viene de casa». «Si tú te pasas de frenada perjudicas de manera directa a tu hijo/a y es mucho más fácil que esa mala conducta se contagie».
Una opinión más positiva es la que tiene Carlos Velasco, padre de Telmo, jugador del Easo Gipuzkoa Basket Cromova en categoría cadete. Su experiencia es «muy buena, cada vez mejor a medida que hemos ido avanzando en categorías», apunta este donostiarra. «Es verdad que hay partidos en los que con la tensión se eleva el nivel de ruido o grito», pero el mensaje desde el club es claro: «Cuando estamos en una cancha los padres también representamos al club, así que nos piden por activa y por pasiva, más si cabe desde la pandemia, que actuemos siempre desde el respeto», subraya.
«Es esencial que el club haga una labor educativa que involucre a padres y a hijos»
Carlos Velasco
Velasco tiene claro que durante los meses en los que la afición no pudo entrar a los campos por el Covid «los chavales aprendieron a jugar más libres y con una ejemplaridad y honestidad que se pierde cuando hay público aunque el impacto sea positivo». Según él, «no dejan de ser críos que juegan como críos, y muchas veces somos nosotros quienes les presionamos».
Esos hechos son los que generan problemas en las gradas, y, en ese sentido, el Easo tiene un código ético para que la dinámica sea positiva. «Aunque en baloncesto la gente sea respetuosa por norma general, es importante hacer una labor educativa que involucre a padres y a hijos». En su caso llevan una pancarta en la que se puede leer el siguiente mensaje: 'No hay éxito sin respeto'.
«Es un niño, por favor»
Lo que peor lleva Soraya Huebra cada vez que acude a ver a su hijo Markel Parcero son los insultos. Él, al igual que Hugo, también juega en el C.D. San Marcial. «No debemos olvidarnos que los que juegan son niños, pero los árbitros generalmente también. No puedo con quienes se meten con ellos», reconoce Huebra. Al estar todos inmersos en un proceso de aprendizaje, animar es la solución a todos los males. «De la misma manera en la que me equivoco yo o se equivoca mi hijo, también tenemos que tener claro que se puede equivocar el encargado de dirigir el partido», reconoce la también directiva del club fronterizo.
«No debemos olvidarnos que los que juegan son niños; y los árbitros generalmente también»
Soraya Huebra
«Con lo bonito que es ir a ver a tu hijo o hija, juntarte con el resto de padres y pasar un buen rato, no entiendo esas faltas de respeto», añade. Su hijo mayor es árbitro (menor de edad), y ya ha vivido algún episodio incómodo al que ha tenido que hacer frente siguiendo lo que marca el reglamento. «Fue el año pasado. Un padre se puso a insultar a un chaval de tal manera durante un partido que se vio obligado a pararlo y a echarle del campo». Afortunadamente, el hombre, ya más relajado, asumió su error y al término del mismo se acercó a su hijo para pedirle disculpas.
Richard Fernández es padre de Laia, una de las tantas adolescentes que pertenece a la familia del Ereintza Eskubaloia. Después de haber presenciado infinidad de encuentros, Fernández reconoce que el balonmano también es un deporte en el que queda camino por recorrer para generar un entorno «completamente sano». «El club programa reuniones periódicas para hacer hincapié en el respeto, sobre todo en categorías como alevín o infantil, que debemos guardar en las gradas», reseña.
«Somos mayores y debemos servir de ejemplo para evitar malos comportamientos»
Richard Fernández
En su caso, ha llegado a ver cómo dos padres casi llegaban a las manos a raíz de una disputa entre sus hijos, «que se dieron la mano enseguida y siguieron jugando como si nada» mientras sus progenitores se enzarzaban. «Somos mayores y debemos servir de ejemplo».