Messi es mejor, Maradona es más
El Mundial no iguala a los dos genios; son sujetos históricos de dos tiempos que no se tocan y la comparación es imposible al mismo tiempo que inevitable
En el minuto 85 de la semifinal de México 1986 entre Argentina y Bélgica, Ricardo Bochini, héroe de Independiente y figura respetadísima en el país, entraba en el campo para jugar sus únicos minutos de aquel Mundial. Diego Maradona vio ingresar a su ídolo y lo primero que hizo fue tirar una pared con él: «Bienvenido, maestro, lo estábamos esperando». Esté donde esté, el domingo a la noche el 'Pelusa' pronunciaría esa misma frase para recibir a Leo Messi en la mesa de los más grandes de la historia, junto a Di Stéfano, Pelé, Cruyff y él mismo. Más que alcanzar a Maradona, con el título de Qatar se libera de la comparación, de su tutela, y vuela libre.
Messi es mejor que Maradona, pero Maradona es más que Messi. La comparación es inevitable y es imposible. Son sujetos históricos de dos tiempos que no se tocan. Dijo Valdano –el tipo al que el 10 iba viendo durante su cabalgada mientras regateaba a toda Inglaterra aquella tarde en el estadio Azteca– que Messi es Maradona todos los días, y no es una exageración excesiva. Desde luego, el rosarino ha mantenido un nivel limítrofe con la excelencia durante casi dos décadas. Maradona superó esa frontera y voló más allá, pero en un periodo mucho más corto de tiempo: en aquel Mundial de México y en Nápoles antes de que todo se torciera.
Las cifras no admiten comparación, pero los números no bastan. Se está comparando a un ser mitológico con un futbolista. También hay una cuestión generacional. Todo el mundo era más joven en 1986; con 36 años menos todo era mejor. Decirle a un menor de 40 años que Maradona era mejor que Messi es como decirle a uno de 20 que se vivía mejor sin teléfono móvil.
La modernidad
Maradona fue el segundo héroe de la modernidad, después de Pelé. Es muy difícil explicar en el contexto actual el efecto que produjeron esos dos jugadores cuando se presentaron al mundo a través de la televisión. El brasileño lo hizo en México en 1970. Había ganado el Mundial de Suecia de 1958 y el de Chile en 1962, pero los partidos no se veían. Jugó el de 1966 en Inglaterra, que ya tuvo televisión, pero Brasil fracasó y Pelé salió lesionado, sin dejar huella. Así que cuando llegó 1970 al mejor jugador del mundo no le había visto jugar nadie. Según Nick Hornby en 'Fiebre en las gradas', «tres cuartas partes de la población tenían una idea tan clara de Pelé como la que habían tenido de Napoleón ciento cincuenta años antes». Su impresionante actuación delante de todos los espectadores del globo construyó el mito.

Títulos principales
de Leo Messi y
Diego Armando Maradona
PALMARÉS TOTAL
42
5
De clubes
Con Argentina
37
12
2
10
Messi
Maradona
Messi
Maradona
10
1
Barça
PSG
LIGAS
11
1
2
Boca
Nápoles
3
COPAS
7
Barça
1
1
Barça
Nápoles
2
COPA UEFA
0
1
Nápoles
CHAMPIONS
Barça
4
0
MUNDIAL DE CLUBES
3
Barça
0
MUNDIAL
1
1
COPA AMÉRICA
1
0
JUEGOS OLÍMPICOS
1
0
GRÁFICO:
F.J. BIENZOBAS

Títulos principales
de Leo Messi y
Diego Armando Maradona
PALMARÉS TOTAL
42
5
De clubes
Con Argentina
37
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Messi
Maradona
Messi
Maradona
Barça
PSG
10
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LIGAS
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Boca
Nápoles
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Barça
Barça
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CHAMPIONS
Barça
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MUNDIAL DE CLUBES
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Barça
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MUNDIAL
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COPA AMÉRICA
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GRÁFICO:
F.J. BIENZOBAS

Títulos principales
de Leo Messi y
Diego Armando Maradona
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De clubes
Con Argentina
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Messi
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Barça
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Barça
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F.J. BIENZOBAS

Títulos principales de Leo Messi y Diego Armando Maradona
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De clubes
Con Argentina
37
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Messi
Maradona
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Nápoles
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MUNDIAL
DE CLUBES
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COPAS
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GRÁFICO: F.J. BIENZOBAS
Dieciséis años más tarde el mundo tampoco había cambiado tanto y cuando Maradona llegó a México el mejor aficionado apenas le había visto jugar un puñado de partidos. Más que nada, quienes habían asistido a la grada en Argentinos, Boca, Barcelona o Nápoles. Se televisaban partidos, pero pocos. Se sabía que era muy bueno, pero el conocimiento era difuso. Ahora bien, nadie olvida aquello. Cualquier exageración sobre su fútbol se queda muy corta frente a la realidad. Era una barbaridad. Antes de México, un buen aficionado que no acudiera cada quince días al Camp Nou o a San Paolo podía haber visto a Maradona veinte partidos, con suerte.
Hoy, esa situación es inimaginable. El factor sorpresa, el asombro por descubrir lo nunca visto ha desaparecido. Cualquier niño había visto más partidos de Messi antes de cumplir 20 años que todos los que el mejor aficionado pudo ver de Pelé y Maradona en toda su carrera. Sus apariciones mitológicas en el estadio Azteca fueron lo más parecido a la presentación de una cultura a otra. El descubrimiento de América, en sentido literal.
La posmodernidad
Messi es profundamente argentino pero su trayectoria es europea y, por tanto, posmoderna. Y, así, irreconciliable con la de Maradona. Son dos mundos en disputa, no armonizan. Aunque en muchos aspectos Argentina no solo no ha avanzado a la posmodernidad sino que ha retrocedido –un 43% de los argentinos (17 millones de personas) son pobres, el 23% en 1986–, la victoria de la albiceleste en Qatar entronca de mala manera con la de México en 1986. El tiempo no corre para atrás, ni siquera para Messi.
El proyecto moderno fracasó en su intento de renovación de las formas tradicionales del arte y Messi –como Cristiano Ronaldo, su gran antagonista, con el que construyó una rivalidad que ha hecho del inicio del siglo XXI uno de los grandes momentos de la historia del fútbol– es un producto genuino de la contemporaneidad que busca nuevas formas de expresión alejadas de la ideología y del compromiso social.
Las claves
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México 1986. Maradona, como Pelé en 1970, causó el efecto de estar descubriendo un nuevo mundo
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Qatar 2022. Messi se ha embarcado en una aventura de corte romántico y este triunfo crepuscular le hace justicia
Pelé y Maradona estuvieron próximos a la política. No tanto al mundo de las ideas –al revés que Socrates, por ejemplo–, pero sí se sentaron cerca del poder, a la derecha el brasileño, a la izquierda el argentino. A Messi no se le conoce esa dimensión.
Por eso, la condición de mito no le ha acompañado jamás. Quizá pueda hacerlo ahora, después de este Mundial en el que se ha bajado del trono de la pericia futbolística absoluta para embarcarse en una aventura de profundo corte identitario. Ni siquiera moderna, romántica. Y eso le podría acabar definiendo en el escrutinio de la historia y quedar como un artista de la inmortalidad justo antes de envejecer.
Las épocas marcan a estos dos genios. Maradona brilló en la exuberancia más absoluta de los años 80, cuando el progreso parecía imparable y cualquier cosa era posible. Messi le ha alcanzado a los 35 años, en el último gesto de su carrera, en un mundo carente de respuestas y que se asoma al abismo.
Este triunfo crepuscular hace justicia, porque quizá sitúa la cuestión en sus justos términos. Maradona ganó el Mundial en su momento de máximo esplendor, fue una apoteosis del talento puro, desbordado, y un manifiesto político y creativo. Su victoria sobre los ingleses para la que utilizó el engaño (hecho literatura al nombrarlo como la 'mano de Dios') y el arte a partes iguales le situó en una esfera inalcanzable para cualquier sucesor, incluido Messi.
Preguntado por quién es el mejor de la historia después del triunfo en Qatar, Bochini zanjó el debate: «Pelé. Lo tenía todo».
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