Demasiada dureza, demasiado calor, demasiados líderes provisionales, demasiados percances... La etapa fue desmesurada desde muchos puntos de vista. Me impresionaron los dos últimos kilómetros. Se ... hicieron interminables con una pendiente salvaje en la que al ganador, Storer, se le quedó corto el desarrollo. Y eso que llevaba un piñón grande bien surtido de dientes. El calor hizo mella en los organismos de unos corredores que pasaron de un lugar tan dulce como Jijona a un Balcón de Alicante desde el que me temo que se verá cerca el infierno.
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Varios de los 29 integrantes de la escapada del día se turnaron en el liderato, en función de distintos movimientos. El maillot rojo cambió de manos varias veces para acabar en las mismas, las de Roglic, aunque fuera por solo ocho segundos.
La Vuelta, al igual que sucedió en el Tour, no se libra de las caídas. Esta vez le tocó a un ilustre como Alejandro Valverde. Mi temor es que este accidente signifique algo más que la retirada del murciano de esta prueba. Supone un duro golpe y le coloca en el filo de la navaja. Lo mismo puede optar por buscar una mejor despedida que decir adiós al ciclismo de forma definitiva.
Sobraron dureza, calor, líderes y percances, pero también faltó gas en las piernas de los rivales directos de un Roglic que demostró de nuevo su fortaleza. Numerosos factores intervienen en una vuelta de tres semanas, pero no veo a nadie capaz de desbancarle en condiciones normales. El más atrevido fue un Adam Yates retrasado en la general por culpa de la caída que sufrió hace unos días.
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Mikel Landa cede en un terreno que en teoría debía favorecerle. Era un puerto para atacar o al menos intentarlo. No pudo.
Lo mismo que Verona, quien pagó la superioridad numérica de DSM en la fuga y la precipitación a la hora de atacar. Semejante dureza exige medir mejor las fuerzas.
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