Vaya verdad es que todo depende del color del cristal con el que se mire. Eché en falta el viento de costado camino de Albacete, ... algo que no sucedía en mi época de corredor. No eran de mi gusto. Al contrario. Me pillaron más de una vez sin papel. Los abanicos son más cuestión de colocación, constancia y habilidad que de fuerza. Hay que estar al tanto y disponer de una información más accesible y exhaustiva ahora que en aquella época.
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De aficionado ensayábamos los abanicos al borde del mar en las Villas de Benicàssim durante las concentraciones con la selección a las órdenes de Gabriel Saura. Tras dar el salto a profesional, temía el paso por la recta de Zavareta, en la zona de Cullera. Era estrecho y creo recordar que adoquinado. El peligro de abanicos aumentaba con la presencia de belgas y neerlandeses, verdaderos especialistas.
Ahora bien, más indeseables que los abanicos han sido, son y serán caídas como la terrible montonera de este miércoles a diez kilómetros de meta. El pelotón levantó el pie, pero ni el líder Taaramae ni otros pudieron reintegrarse. Faltaba poco para meta y estaba en juego el triunfo de etapa. Me alegró no ver a Mikel Landa entre los caídos. Desde ese punto de vista estamos de enhorabuena en esta Vuelta. No puedo escribir lo mismo de Bardet, uno de los grandes damnificados.
Bonito sprint en Albacete. Para mí, Jakobsen fue más rápido que Philipsen. No le dio tiempo a remontar. Después de lo visto en el Tour con Cavendish, me llama la atención ver solo al velocista del Deceuninck. Con Morkov seria otra cosa.
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Pero fueron demasiados kilómetros sin historia antes de ver el último pase. Etapa aburrida para el espectador. Parece que existe un preacuerdo entre Euskaltel, Caja Rural y Burgos para las escapadas, con papel destacado esta vez de Oier Lazkano, que descolgó a sus dos acompañantes.
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