El amago de abanico a cargo del equipo Astana originó una tensión llamativa en el pelotón. Observé obsesión por estar en cabeza, con el riesgo ... que eso entraña. Por suerte, no se produjo ninguna caída en una jornada con copo euskaldun en la escapada: tres de tres. Estaban presentes en el trío las formaciones habituales, Euskaltel, Caja Rural y Burgos. Que llegaran por delante del pelotón ya es otra cosa, más próxima al milagro que a la realidad. Los sprinters y sus compañeros no están para perdonar.
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Ya en el anterior sprint, donde acabó segundo, Jakobsen demostró ser el más rápido. Bien lanzado esta vez por Deceuninck, confirmó la superioridad que dejó entrever hace unos días. Porque ganar con una bicicleta de ventaja en una llegada de este tipo es una distancia importante.
La Manga del Mar Menor, donde acabó la jornada, me trae buenos recuerdos. Albergó un final de etapa en mi primera Vuelta a España, la de 1966, que también supuso el estreno de mi equipo de entonces, Fagor. Curiosamente, aquella edición comenzó con dos etapas de doble sector. La primera consistió en un Murcia-Murcia en línea sobre 111 kilómetros y una contrarreloj de 3,5 en la propia ciudad. Al día siguiente, por la mañana Murcia-La Manga y por la tarde La Manga-Benidorm.
Buen arranque para nosotros. Ganamos dos de los cuatro sectores. José Mari Errandonea se llevó la crono y Mendiburu venció en Benidorm. No está mal para un conjunto debutante en la Vuelta y en el campo profesional.
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La montaña vuelve hoy con dos puertos de casi 2.000 metros de altitud, si bien me aseguran que el de Velefique, final de etapa, no es de los duros. Desconozco si alguien se atreverá, pero quienes pretendan desbancar a Roglic deben moverse. Como esperen a la contrarreloj del último día, no creo que le pase lo mismo que en el Tour del pasado año con Pogacar.
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