Gente pudiente recorría toda España para ver la faena soñada de Curro Romero, que se producía, si se producía, de Pascuas a Ramos. El maestro ... de Camas, quien nunca destacó por la regularidad, no vistió nunca el maillot verde de los toreros, prenda que le sienta como un guante a Van Aert. También el amarillo, que lució con sus mejores galas en Pas de Calais.
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Nos aburrimos el fin de semana. El día era ayer. Magnus Cort Nielsen y Anthony Perez, elegante como pocos sobre la bici, animaron una jornada con doce kilómetros finales para enmarcar y dos ganadores: Van Aert, el real, y Philipsen, el imaginario. Lo del ciclista del Alpecin es increíble. Con toda la información de la que disponen, con el pinganillo, con el maillot amarillo unos metros por delante... Ni se enteró. Además de la frustración propia de la situación, le tocará aguantar el cachondeo del pelotón. Y no dos o tres días.
Van Aert adelantó 24 horas el chupinazo y declaró inauguradas las fiestas en el Tour. En un 'petit repeche', como decía el amigo Paco Giner, reventó a sprinters y escaladores. Violento y poderoso. Me extrañó no ver a su vera a Van der Poel, otro ciclista ideal para ese terreno. ¿Se reservaría para el pavés? Tampoco ese recorrido era malo para el neerlandés.
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Las puertas del miedo
La maniobra de Van Aert se asemejó a la de Jumbo en la París-Niza con el belga, Laporte y Roglic. Desconozco si era esa la intención inicial. Nadie pudo seguirle. Adam Yates y su compañero Vingegaard fueron los que más aguantaron. Hasta que les sacó de punto.
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Desde el punto de vista de la general, nada preocupante para Pogacar, Vingegaard y Roglic. Ellos compiten a otra cosa. Me inquieta, sin embargo, el comportamiento del UAE, el equipo del esloveno. Hay que descubrir si van alejados o escondidos. Los adoquines pueden ayudar a encontrar la respuesta. Nadie ganará hoy el Tour. Alguien puede perderlo.
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