7 de julio de 1986.Pello Ruiz Cabestany cruza la meta de Evreux. LE TOUR

El niño al que le gustaba «jugar con la bici»

Tour de 1986 ·

3ª etapa Liévin-Évreux | Pello Ruiz Cabestany se adelanta a un pelotón lanzado, supera a Etxabe y logra una victoria agónica

Gaizka Lasa

San Sebastián

Domingo, 28 de mayo 2023, 02:00

El anhelo de libertad, el carácter aventurero y el ánimo de diversión han marcado la trayectoria ciclista de Pello y la victoria de etapa en ... el Tour es la mejor metáfora de ello. Burlando a un pelotón lanzado hacia el sprint masivo. A lo loco. Liándola. Así ganó en Evreux. «Era un momento de caos y de saltos continuos. Los ataques que funcionan son los que se hacen cuando peor está todo el mundo. Así gané también en la Vuelta al País Vasco, demarrando tras coronar Deskarga. Tienes que pensar que si yo voy jodido, ellos también. Me gustaba jugar con la bici. Me gustaba estar en el juego. Desde chaval, mi trayectoria era de jugar sobre la bici y en mis primeros años tenía una facilidad pasmosa. Posiblemente 'Peru' tampoco me quería cortar esa forma de andar en Orbea. Más adelante, en otros equipos, ya era más estricto todo. Podías jugar menos. Desde aficionados jugaba a ciclistas, a arrancar, a divertirme. No era tan importante la victoria como el hecho de estar vivo en la carrera».

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Lo reconoce abiertamente: «Me gustaba meterme en líos, en escapadas, en la salsa». Uno de los mayores en las que se vio implicado fue en aquel mismo Tour de 1986, en la etapa con final en Alpe D'Huez. Con Hinault por delante, arrancó por detrás Lemond, siendo ambos del equipo La Vie Claire. El donostiarra se marchó con el norteamericano y Bauer, otro hombre del equipo de los dos capos. «El Galibier me iba más o menos bien. Lemond me ofreció dinero en dólares por tirar a por su compañero. Y yo encantado en esa situación. Iba a lo mío. Iba a tirar igual igual. Disfrutaba como un enano en aquella situación. Veo las fotos de entonces y llevaba los ojos pintados de amarillo. En plan indio. Lástima que me quedé en la parte final de la Croix de Fer. Lo que más gracia me hizo fue la foto de Hinault y Lemond hermanados. ¡Y a mí Lemond me ofreció dinero por pillar al compañero! Nunca cobré, claro. Tengo ganas de verle. Se lo pediré con intereses».

Por descarado y generoso al mismo tiempo ganó la etapa de aquel Tour. Tiró de Etxabe sin rechistar y con fuerza hasta que el vizcaíno recobró el aliento para relevarle. «No soporto esa actitud de reclamar con el codo. ¡Coño, haz hueco, haz la distancia, y ya tendrás tiempo de ver si el que va atrás se escaquea o no puede, o de hacer la lectura que sea». El modo de correr, y ganar, le importaba. «Me gustaba hacar saltar la chispa. De hecho, me llamaban muchos criteriums en Francia. Los abanicos, por ejemplo. Cuando surgían, allá que iba. Me emociona todavía esa foto del abanico en la que que salgo con Kelly y Fignon, los tres con el pelo para un lado».

Menos mal que no hizo caso a su hermano Jordi, también ciclista antes que él. «Me decía que ni se me ocurriera dedicarme a la bici. Pero aquella bici que me había hecho decubrir el monte, un río o un bosque, una vez que llegué a competir, me permitió viajar. Primero por los velódromos de toda España con Hortensio Vidaurreta, luego incluso al Mundial de pista y carretera de México. Con el esquí salía una vez al año. El ciclismo era mi deporte».

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