30 aniversario

«¿Ustedes pretenden hacer el Mundial por este camino?»

Aniversario. El Mundial de 1995 ganado por Abraham Olano hoy hace treinta años es irrepetible por muchos motivos, antes, durante y después de la carrera

Miércoles, 8 de octubre 2025

Hay quien piensa que Abraham Olano ganó el Mundial de Indurain, pero en realidad era el de Oliverio Rincón. Figura en Europa, su celebridad en ... Colombia no se debía tanto a sus victorias en etapas de Giro, Tour, Vuelta o Dauphiné como a su condición de ganador del Clásico de Turismeros, carrera de mensajeros en bicis urbanas de un solo piñón que duraba cuatro días y que antes había ganado el mismísimo Cochise Rodríguez. Oliverio, que corría en el equipo Once, había sido 'turismero' de una farmacia de Bogotá, a donde había emigrado desde Duitama, su ciudad natal en el oriente colombiano y sede del Mundial el 8 de octubre de 1995.

Organizar un Mundial en Colombia era impensable. La imagen del país no podía ser peor, todos los días en las noticias por la inseguridad, el narcotráfico, las guerrillas, los paramilitares... El artífice fue el gobernador de Bocayá, Miguel Ángel Bermúdez. Creyó haber convencido a la UCI en 1986, en los mundiales de Colorado Springs. «Nos los prometieron para 1991, pero nos engañaron. Fueron a Stuttgart». Volvieron a pedirlos para 1995, sin mucha fe. «Nos pusieron a competir con Mónaco y Seúl; ya te puedes imaginar, con Mónaco y Seúl, que ni nos volteaban a mirar, dos ciudades desarrolladas».

A Colombia, a inspeccionar el circuito, la Unión Ciclista Internacional envió a Juan José Garayalde, responsable de la Comisión Técnica de la UCI. Al llegar, el irundarra no pudo evitar un arranque de sinceridad: «¿Y ustedes pretenden hacer los mundiales por este camino?». La respuesta fue Colombia pura: «¡Claro que no!».

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Fuera por la intermediación del Divino Niño, patrón de Duitama, o por lo que fuera, aquello fue suficiente para convencer a la UCI. Así que, manos a la obra. Los vecinos cedieron parte de sus terrenos para poder ampliar la carretera. Tampoco había hoteles, así que varias delegaciones se hospedaron en casas particulares. El presupuesto total se fue a 270.000 dólares, calderilla comparado con las cifras que se mueven hoy.

La clave de aquel circuito fue el alto de El Cogollo, una subida durísima poco habitual en los Mundiales de la época (4,2 kilómetros al 6,8% de media y 800 metros al 10,2%). Pero la ruta original, que había diseñado el propio Oliverio Rincón, no era exactamente igual que la que se acabó afrontando en el Mundial. Hubo que retirar el tramo más duro entre Santa Lucía y El Mirador, porque había un par de curvas que la UCI consideró imposibles.

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El organizador lo lamentó: «Era donde tenían que pegar el estartazo los colombianos como Oliverio». Un celebridad, Oliverio. Cuando se retiró le secuestraron dos veces, una el ELN y otra las FARC. No se lo tomó mal. A fin de cuentas, en Colombia pasaban esas cosas. En 1984 el M-19 asaltó la casa de Martín Ramírez no fue para secuestrarlo sino para felicitarle por haber ganado el Dauphiné al mismísimo Bernard Hinault.

Solo corrieron 98

Así llegó el 8 de octubre, y el Mundial. Solo hay 98 ciclistas en la salida, a 2.491 metros de altitud, en la puerta de la fábrica de refrescos y gaseosas Postobon, en la avenida de las Américas, donde también se sitúa la meta. La cima de El Cogollo está a 2.831. Hay que dar 15 vueltas al circuito para cubrir los casi 270 kilómetros.

El bloque de Banesto con Indurain llega de una concentración en altura, en Colorado. El de Mapei de Olano, de la Vuelta, como Rincón, vecino de Duitama y afectado por la altitud después de meses en Europa. El de Anoeta sufre en las primeras 13 vueltas. «Iba muy mal –reconoce–, pero esperaba darle la vuelta al cuerpo con el paso de los kilómetros». El circuito está a rebosar de aficionados. Ese mes de octubre, por el peaje de carretera en Tuta pasan un millón de vehículos. Un récord.

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En la penúltima subida, Marco Pantani, figura inconmensurable de la época y el mejor escalador del mundo, arranca para sentenciar la carrera. «Fue un ataque durísimo y muy largo, para romper», recuerda Olano, que cede unos metros como todos los demás salvo Indurain.

Pincha Indurain

Pantani y el navarro coronan El Cogollo, pero la diferencia es escasa. Los demás pasan en fila india con pequeños huecos entre ellos y enlazan en el inicio de la bajada. Y en ese momento pincha Indurain, momento clave de la carrera. El navarro cambia de bici rápido, pero la bajada es enrevesada, ha caído agua a mares todo el día y por el asfalto cruzan unos torrentes de agua que ponen los pelos de punta. A la rueda del pentacampeón del Tour –en julio había logrado su quinta victoria en París– llega Konishev. Los dos alcanzan la cola del grupo de cabeza pero no pueden pasar a la parte delantera hasta el llano. Se baja rápido, la carrera no para.

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Indurain parece enfadado porque no se le esperase después del pinchazo y ataca. Konishev, un ruso de mucha clase, sigue a su rueda desde la cima de El Cogollo y cogen unos metros, pero Suiza cierra el hueco antes de llegar al último paso por meta. '¿Y ahora, qué?', se pregunta Olano. 'Esta es la mía', piensa, y arranca. El movimiento es tácticamente perfecto, de manual. Al paso por meta, el de Anoeta lleva 20 segundos al grupo donde tira Gianetti. Los helvéticos no encuentran la colaboración de Italia hasta que pasa un rato, cuando Pantani recupera a Francesco Casagrande. A pie de la última subida, Abraham Olano se presenta con 50 segundos, pero El Cogollo por 15ª vez es como una pared y el 'Pirata' de Cesenatico es el mejor escalador del mundo.

Pantani va con todo en la subida y destroza el grupo por completo. Solo le aguantan Indurain y Gianetti. «Corono con 19 o 20 segundos», recuerda Olano. Son 15, en realidad. Hay que jugársela en la bajada, con rampas del 22% donde es imposible frenar la bici si hiciera falta.

'¿Pero este tío no tiene familia?'

Pantani, fantástico bajador, ofrece un recital en el descenso. Revisar el vídeo 30 años después pone los pelos de punta (la pasada que les pega a Indurain y Gianetti es antológica). Ya no llueve pero la carretera es un río de agua. Casas, bordillos, farolas, tierra... Se baja a todo o nada. Por suerte, el camino que vio Garayalde es ahora una carretera bien asfaltada.

Al llegar abajo, Olano mantiene 10 segundos, pero el italiano no le ha dado caza y ahí se acaban sus opciones. '¿Este tío no tiene familia?', grita incrédulo por haber recortado solo cinco segundo tras un descenso monumental. 'Yo también bajo rápido', piensa Olano. En los dos kilómetros de llano a continuación, el guipuzcoano, rodador forjado en el velódromo de Anoeta, dobla su ventaja y el resto es bien conocido.

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Curva a derechas en el muro del cementerio y pinchazo, a 1.800 metros de la meta. Sea por la intercesión del Divino Niño o por la del fabricante de pegamento, el tubular no se despega y gana. Es campeón del mundo.

Hoy está en Colombia para celebrar el 30 aniversario. El alto de El Cogollo es una zona residencial, pero reconoce la ruta mundialista con los ojos cerrados. Hay cosas que ve por primera vez. Cerca de la meta de 1995, en una rotonda, se eleva la estatua en honor a Oliverio Rincón por su Mundial. El que ganó Abraham Olano.

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