Alaphilippe vuelve a volar a lomos de la diosa Victoria

Asediado por su fama, su palmarés y su jefe, el doble campeón del mundo corre con una espada de Damocles los últimos años. Era una sombra de sí mismo, un alma en pena, pero en invierno decidió cambiar. La gran estrella iba a volver a ser ciclista. Una fractura en el peroné le martirizó en las clásicas, pero se alistó en el Giro en busca del nuevo Alaphilippe. Nunca, en más de una década de triunfos, había corrido la corsa rosa. Quería iniciar la segunda parte de su carrera con una victoria a la altura de su nombre y ya la tiene. Es la 42ª de su palmarés. Llevaba un año sin ganar, desde el Dauphiné de 2023. Es el 109º corredor que gana en Giro, Tour y Vuelta.

En una etapa que huyó de la placidez del Adriático para adentrarse en colinas ásperas, chatas pero sin domesticar, en territorio solo apto para la guerra de guerrillas, el francés dio un recital. Se corrió con sus condiciones, las que él impuso. Encendió la mecha muy lejos de la meta, repartió juego, preparó el terreno y, finalmente, a cincuenta kilómetros del final, rompió la baraja.

Eligió hasta la compañía. Hizo trabajar a Mirco Maestri (Polti), le dirigió, aprovechó su frescura y cuando al italiano se le apagó la luz le dio el golpe de gracia. Au revoir. A cambio, el chaval recibió una lección en primera persona de en qué consiste ser ciclista. Si no la olvida, le servirá durante los años que dure su carrera.

Por detrás, Pogacar (UAE) fue en butaca, que diría el clásico, con el Bahrain trabajando para defender el quinto puesto de Tiberi frente al fugado Jan Hirt (Soudal). Así está el Giro de los favoritos.