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Essie Hollis señala el elemento con el que ponía en pie a toda una grada: el balón naranja. Gorka Estrada

Essie Hollis regresa al lugar donde reinó

El mítico exjugador se vuelve a enfundar la camiseta del Askatuak con el '6' a la espalda en uno de los actos de conmemoración por el 50 aniversario del club

Miércoles, 4 de junio 2025, 02:00

El inexorable paso del tiempo no impide que alguien que vea a Essie Hollis (Erie, Pennsylvania, 16 de mayo de 1955) no se imagine a un jugador que se vaya colgando del aro con una facilidad pasmosa. Aunque sus 70 años recién cumplidos y una rodilla pendiente de operar parezcan decir lo contrario. «¿Quieres que haga un mate o me quedo aquí?», le pregunta entre risas y en un perfecto castellano a Gorka Estrada, fotógrafo responsable de las instantáneas de esta página.

Por Hollis muchos guipuzcoanos y donostiarras comenzaron a dar sus primeros pasos en el mundo de la canasta. Porque cada quince días el antiguo polideportivo de Anoeta era una amalgama de sensaciones. Solo decir que Hollis promedió 39,2 puntos por partido en su primera etapa en Donostia. Lo fichó Josean Gasca y volvió años después en el 86. Los partidos se convertían en un concurso de mates. Era algo que nunca se había visto. Un jugador total que metía todo lo que le llegaba. Ojo. No había aún línea de tres puntos.

Iñaki Almandoz, presidente y alma máter del Askatuak, no puede tener mejor invitado en este año tan especial para el 50 aniversario de la creación del club. «Como las grandes estrellas, llega tarde», dice con una sonrisa a la espera de la llegada del jugador nacido en Pennsylvania. A su lado, Lorenzo Motos, aita de Mikel y excompañero de Hollis, espera la llegada del 'Helicóptero'. Las palmadas del abrazo resuenan en la entrada trasera del Josean Gasca y del frontón Atano III entre Motos y Hollis. Le acompaña al estadounidense su esposa Sharon, quienes han aprovechado para visitar otras ciudades donde jugó como Gasteiz o León.

Su maltrecha rodilla le hace andar «más despacio de lo que quiero», dice con una sonrisa en perfecto castellano. El exjugador de Askatuak ha estado alojado durante el fin de semana en casa de otro ilustre del baloncesto guipuzcoano como Mikel Galdona. Almandoz le tiene preparada una sorpresa que sabe «le va a hacer mucha ilusión».

El histórico '6'

En cuanto accede al pabellón, Hollis mira hacia arriba. El techo de siempre y las canastas bajadas, las mismas en las que se colgaba dos o tres veces por partido, aunque ahora con el aro basculante, no como los de hierro de los años ochenta. Almandoz saca de una bolsa una camiseta de costura moderna pero de significado añejo: una camiseta blanca, con Askatuak por delante, y el '6' y 'Hollis' en la parte de atrás. «Se va a llevar un regalazo», indica Almandoz. En esta ocasión el 'seis', sí es el número de la bestia. Pero de una bestia baloncestísitica como fue Hollis.

El exjugador no duda ni un segundo en ponérsela. Gorra fuera, se enfunda la elástica y si llega a tener algunos años menos, seguro que da un bote con el balón y se tira a comerse el aro. Le recuerdan la primeras canastas que metió en el polideportivo de Anoeta. «Hizo una finta, se fue por el fondo, dio dos pasos y se hizo un mate de espaldas a dos manos».

Hollis habla con sus excompañeros como si se hubieran juntado hace tres días. «¿Dónde está Fernando?», pregunta. Y ya le anuncian que Fernando Galilea, otro de los pretorianos de aquel gurú que fue José Antonio Gasca es el encargado de la comida. La intendencia a punto. Según dicen Motos, Almandoz y Galdona, «le hemos preparado las cosas que más le gustan». Antes de que la comitiva vaya en dirección a la sociedad gastronómica del Askatuak, Hollis posa para sacarse unas fotos y charla amigablemente con este periódico.

«Tengo que operarme de esta rodilla», dice el estadounidense señalándose su pierna izquierda. «La derecha está operada hace unos meses». Hollis estuvo hace diez años en la capital guipuzcoana, precisamente en el cuarenta aniversario del Askatuak. Con otros míticos jugadores como Ed Robota, Dave Angstadt y otro mago del balón como Nate Davis.

Se ríe Hollis cuando recuerda cómo era la vida de un estadounidense hace 40 años en Gipuzkoa. «A veces lo pienso y me río. Ni móvil, ni internet, ni whatsapp, claro», comenta. Lorenzo Motos le recuerda aquella jugada que ponía en pie al polideportivo Anoeta: «Cuanto te pasaban la mano por la cabeza, sabía que me iba a poner el balón arriba». Y efectivamente ríen recordando alley-oops imposibles que se firmaban en el polideportivo donostiarra.

Hollis vive en Florida y está enrolado en el staff de un instituto privado. Sigue el baloncesto aunque le apena que «no puedo ver mucho baloncesto en Europa». Confiesa abiertamente que «me gusta bastante más el basket universitario que la NBA». ¿Por qué? «Me parece un juego mucho más puro. ¿No creéis que da la impresión de que siempre hacen pasos?», les pregunta a sus excompañeros.

Entre recuerdos, sonrisas, abrazos y anécdotas, se quita la camiseta. Como cuando hace cuarenta años, acababa un partido después de masacrar al rival y levantar a todo el polideportivo. Así son los mitos de carne y hueso. Puede que pase el tiempo por ellos pero su legado ahí está. Y el de Essie 'Helicóptero' Hollis no se puede perder.

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