Raziel eta Dinosauriak

Era 1997, yo tenía 23 años, me había licenciado en comunicación audiovisual un año antes y acababa de regresar de Nueva York, donde había estudiado ... un postgrado en cine al tiempo que trabajaba en una tienda para turistas vendiendo cámaras de fotos. Vivía con mis padres en Pamplona esperando una oportunidad para irme a Madrid a probar suerte en el mundo del cine, mientras trabajaba en la sección de charcutería y quesos de un supermercado de barrio. Unos días antes había ido a la peluquería, llevaba una melena corta monísima, y me había comprado ropa nueva, camisa y pantalón, todo negro. No conocía a nadie que trabajara en el festival, ni a nadie que trabajara en cine. Donosti era una ciudad pija y elegante que me acomplejaba y atraía total e irremediablemente. Me había enamorado del cine cuatro años antes, estudiaba en la facultad de comunicación pensando en ser periodista, pero en la sala de cine me había picado el bicho y salí de la universidad convencida de que ese podía ser mi camino. En Nueva York habíamos rodado un corto con lo mínimo, yo producía, interpretaba una secuencia, lo había montado en moviola y me había hecho un curso básico de Photoshop para diseñar el cartel... todo precario, regular, lo del cartel fatal... pero el corto se estrenaba en Zabaltegi. Mis amigos de Pamplona se vinieron en tropel, recuerdo la mirada asesina de los que se quedaron fuera porque estaban agotadas las entradas. Y ahí estaba yo ante el público del Teatro Principal, una intrusa con un micro en la mano incapaz de decir nada que merezca la pena ser recordado, a mi lado el director del corto Koldo Almandoz. 27 años después llego al Principal en bici desde Pasai SanPedro, he pasado por la pelu hace dos días a arreglarme la melena, visto mucho de negro, con un micro entre las manos sigo sin tener gracia para decir nada trascendental, y hago cortos con Almandoz que se proyectan en Zinemaldia.