Festivaleros

Las matinales

Sábado, 27 de septiembre 2025, 07:31

Una actriz escribiendo. ¡Qué difícil, qué atrevido, cuánto intrusismo! Yo, que por trabajo digo lo que me escriben y me pongo donde me dicen. Y ... hacerlo sobre el festival de San Sebastián, el festival de mi ciudad. Que sí, que nací en Burgos, pero con siete meses ya andaba por aquí, por la ciudad de mis aitas, más donostiarra que la Zurriola. Qué puedo contar de este festival, con tanto recuerdos, y con otros tantos por venir, con tantas pequeñas cosas por las que esperar con impaciencia a que llegue la siguiente edición. Imposible amontonar todo en esta pequeñita columna.

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Decide, Loreto, de qué quieres hablar. Ahora que no deciden por ti ni qué decir, ni dónde ponerte, ni cómo vestirte. Está bien, lo tengo; quiero hablar de las sesiones matinales. Sí. Esas que tanta ilusión hacen la noche anterior y tanto cuestan cuando suena el despertador a las siete de la mañana. Una ducha rápida y un café caliente. Y al cine. Las colas larguísimas, tan temprano. ¡Cómo podemos estar tan locos tantísimas personas a la vez! Algún conocido, egunon, alguien de la familia, kaixo, y todos adentro. 1.500 personas se reúnen para ver una película en el Kursaal. Dicho así parece un imposible, un milagro en los tiempos que corren. Todos en silencio, en la sala oscura, inmensa, donde no existe el tiempo. Son las ocho de la mañana, sí, pero aquí dentro podrían ser las seis de la tarde, o las diez de la noche. El tiempo no importa en absoluto. Es en las sesiones matinales cuando más brilla el poder del cine para detener el tiempo. Y entonces sucede la magia durante una hora y media, dos horas. Esa magia, ya sabéis. La única magia sin truco.

Y una sale del cine bien llorada, o bien reída, o dándole vueltas a eso sobre lo que nunca te habías parado a pensar. Encuentras un bar para comentar la película, y otro café, y unas tostadas, o un pintxo de tortilla. Nada supera al café con pintxo de tortilla. Y el tiempo vuelve a arrancar, los relojes se vuelven a poner en marcha, pero es temprano y queda todo el día por delante y algo pequeñito, más o menos dentro del cuerpo de una, se ha curado un poco. Y te das cuenta de que no hay en el mundo mejor manera de empezar el día que viendo una película en el Festival de Cine de esta ciudad mía de San Sebastián.

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