Borrar
Las diez noticias clave de la jornada
Balthassar, Melchior y Gaspar, en el célebre mosaico (siglo VI) de San Apolinar el Nuevo, en Rávena. e.c.

Ya vienen los 2, 3, 4... ¿12 Reyes Magos?

Tiempo de historias ·

El sugerente pero breve relato del evangelio de Mateo sobre el Nacimiento dio pie a una nutrida serie de tradiciones y relatos que conformaron la imagen y la historia de estos personajes que conocemos hoy

julio arrieta

Jueves, 6 de enero 2022, 08:38

Comenta

Hemos crecido con su historia como capítulo final de cada Navidad y estamos tan acostumbrados a su imagen tradicional, a través de los nacimientos y las cabalgatas, que no reparamos en lo curioso que es el episodio de la adoración de los Reyes Magos en el portal de Belén. ¿De dónde salieron? ¿Por qué son tres? ¿Cómo es que son reyes? ¿Y sus nombres? ¿Cómo es que en las representaciones más antiguas Baltasar no es negro? ¿Y la estrella?

Quienes no son lectores habituales de la Biblia y se asoman por primera vez a la fuente original de este relato para resolver estas dudas se llevan una sorpresa. De los cuatro Evangelios que incluye el Nuevo Testamento solo dos, el de Mateo y el de Lucas, se refieren al nacimiento de Jesús. Y sus relatos divergen. Solo Mateo alude a los Magos (Mt 2, 1-12):

«Jesús nació en Belén, un pueblo de Judea, en tiempo del rey Herodes. Por entonces unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo». Sigue la visita a Herodes y la consulta a los sacerdotes, que confirman que el Mesías había de nacer en Belén de Judea. Herodes envía a los viajeros allí, no hace falta aclarar con qué intenciones: «Id e informaos bien sobre ese niño; y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarlo». Ellos se pusieron en camino, «y la estrella que habían visto en oriente los guió hasta que llegó y se paró encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de una inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con su madre María y lo adoraron postrados en tierra. Abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra. Y advertidos en sueños de que no volvieran donde estaba Herodes, regresaron a su país por otro camino».

Y ya está. Eso es todo. Los visitantes son unos magos anónimos de número indeterminado y de origen incierto, que presentan tres llamativos regalos y luego se vuelven a su país.

¿Qué eran los «magos»?

El relato es extraño, pero su inclusión por el autor del evangelio atribuido a Mateo no es casual. La presencia de estos personajes 'confirma' que Jesús es el Mesías, de acuerdo con lo profetizado en las Escrituras. Así, en Miqueas 5, 1 se anunciaba el lugar de nacimiento del mismo: «Pero tú, Belén Efrata, aunque eres la más pequeña entre todos los pueblos de Judá, tú me darás a aquel que debe gobernar a Israel: su origen se pierde en el pasado, en épocas antiguas». En el Salmo 72 se puede leer «Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. Todos los reyes se postrarán delante de él; Todas las naciones le servirán». En Isaías, 49, 23: «Los reyes serán tus padres adoptivos y sus princesas tus niñeras. Se agacharán delante de ti hasta tocar el suelo y besarán el polvo de tus pies». ¿Y la estrella? En Números, 24, 17, Balaam dice «Lo veo; pero no por ahora, lo contemplo, pero no de cerca: un astro se levanta desde Jacob, un cetro se yergue en Israel».

El autor del evangelio de Mateo detalla que los visitantes son «magos», sin precisar a lo que se refería, porque el público al que se dirigía sabía de lo que estaba hablando. Los magos eran sacerdotes persas, sabios observadores del cielo. Astrólogos, en el sentido estricto del término. Esta es la razón de que en el arte paleocristiano los Magos (que son 2, 3, 4... según convenía al artista o del espacio del que dispusiera para pintar) aparezcan representados con indumentaria persa: gorro frigio, túnicas ceñidas, mangas largas y pantalones.

La imagen más antigua de los Magos, en la catacumba de Priscila, en Roma, datada entre el siglo II y el III. P.D.

El relato de Mateo es muy sugerente pero tan parco que pronto, desde las primeras comunidades cristianas, se quiso completar a través de multitud de relatos. Como explica Antonio Piñero (en 'Aproximación al Jesús histórico', Ed. Trotta), «la tradición posterior embelleció la historia de los Magos con detalles que no se hallan en el relato mateano. Los hizo reyes; clarificó su número, tres;les otorgó nombre;conservó sus reliquias y vio en sus regalos -oro, incienso, y mirra– los modelos de lo que era Jesús:rey, Dios, redentor sufriente».

Estas tradiciones se recogieron en los llamados evangelios apócrifos de la infancia, que intentaban llenar las lagunas de los primeros años de la vida de Jesús. Son casi todos muy tardíos. «Si ya en los evangelios canónicos mismos (en especial en los de la infancia: Mt 1-2 y Lc 1-2) se desata la más incontrolada imaginación por falta de datos objetivos para rellenar las lagunas del relato biográfico, cuanto más si la fecha de composición se retrasa incluso siglos respecto al nacimiento de Jesús», apunta Piñero. Por su parte, David Álvarez Cineira explica (en 'La formación del Nuevo Testamento', Ed. Evd) que «la composición de estos 'otros evangelios' floreció entre los cristianos del siglo II dC. Surgieron en un contexto de marcado pluralismo eclesial, caracterizado por una gran diversidad teológica y conceptual, e incrementado por la dispersión y fragmentación de los grupos que originaron los documentos».

En los apócrifos de la infancia «se narran historias sobre la infancia y la juventud de Jesús, la infancia de su madre María, se aportan testimonios biográficos sobre José y Juan el Bautista, etc. 'El Evangelio de la infancia de Tomás' (finales del siglo II) intenta completar las lagunas narrativas en Mateo y Lucas, transmitiendo varias historias sobre el niño Jesús. Asimismo, el 'Protoevangelio de Santiago' amplía los evangelios canónicos y los completa con materiales legendarios referidos a la historia de María y de Jesús».

En el citado 'Protoevangelio de Santiago', escrito en la segunda mitad del siglo II, el Nacimiento tiene lugar en una gruta cubierta por una «nube luminosa», no en una casa (como en Mateo), ni en un pesebre (como en Lucas). El texto incluye a los magos, que llegan a Belén antes de visitar a Herodes, causando gran sensación en el lugar. El texto añade detalles espectaculares sobre la estrella: «Y los magos respondieron: Hemos visto que su estrella, extremadamente grande, brillaba con gran fulgor entre las demás estrellas, y que las eclipsaba hasta el punto de hacerlas invisibles con su luz. Y hemos reconocido por tal señal que un rey había nacido para Israel, y hemos venido a adorarlo».

Debate para escoger los regalos

Respecto a los propios Magos, el más tardío 'Evangelio Árabe de la Infancia', del siglo V al VI, añade muchísimos detalles, empezando por la observación de la estrella -en realidad un ángel guardián- en Persia, el debate que genera entre los sabios, la decisión de los regalos que se habrán de presentar al niño y quiénes se encargarán de la misión. «Entonces tres reyes, hijos de los reyes de Persia, tomaron, como por una disposición misteriosa, uno tres libras de oro, otro tres libras de incienso y el tercero tres libras de mirra. Y se revistieron de sus ornamentos preciosos, poniéndose la tiara en la cabeza, y portando su tesoro en las manos. Y, al primer canto del gallo, abandonaron su país, con nueve hombres que los acompañaban, y se pusieron en marcha, guiados por la estrella que les había aparecido», dice el texto.

El relato recoge el asombro que causa la presencia de estos Reyes Magos a José y María: «estaban estupefactos, contemplando a aquellos tres hijos de reyes, con la tiara en la cabeza y arrodillados en adoración ante el recién nacido, sin plantear ninguna cuestión a su respecto. Y María y José les preguntaron: ¿De dónde sois? Y ellos les contestaron: Somos de Persia. Y María y José insistieron: ¿Cuándo habéis salido de allí? Y ellos dijeron: Ayer tarde había fiesta en nuestra nación. Y, después del festín, uno de nuestros dioses nos advirtió: Levantaos, e id a presentar vuestras ofrendas al rey que ha nacido en Judea. Y, partidos de Persia al primer canto del gallo, hemos llegado hoy a vosotros, a la hora tercera del día».

María les entrega uno de los pañales del niño, que ellos reciben «como un presente valiosísimo» y con el que regresan a su país.

Y se llamaban... Hormizda, Yazdegerd y Perozad

¿Y los nombres? Un texto siríaco del siglo IV, 'Cueva de los tesoros', los llamará Hormizda, rey de Persia; Yazdegerd, rey de Sabá, y Perozad, rey de Arabia. No serán los únicos nombres 'extraños' –es decir, ajenos a nuestra tradición– que se atribuya a estos personajes. Así, Miguel el Sirio (también conocido como Miguel el Grande) se hará eco de la tradición según la cual eran 12 –como los 12 apóstoles, o las 12 tribus de Israel–, y los nombrará de este modo: Dahdandur, Shuf, Arshak, Zarwand, Warwadud, Aryo, Artahshasht, Ashtanbuzan, Mahduq, Ahshires, Sardanh y Marduk.

Los Reyes Magos, camino de Tharsis, en el 'Atlas catalán', del siglo XIV.

Los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar aparecen en una crónica del siglo VI recogida en una compilación titulada 'Excerpta Latina Barbari'. Sigue esta tradición otro apócrifo muy tardío, el 'Evangelio armenio de la infancia', escrito hacia el siglo VI. Aquí el Nacimiento se produce también en una cueva, en la que José, María y el niño permanecen ocultos «para que nadie supiese nada». Si el evangelio canónico de Mateo es parco como un telegrama a la hora de recoger la visita de los Magos, el texto apócrifo armenio de la infancia es todo lo contrario, profuso en detalles y colorido. Hasta se precisa lo que tardaron en completar su viaje: «He aquí que los magos de Oriente, que habían salido de su país hacía nueve meses, y que llevaban consigo un ejército numeroso, llegaron a la ciudad de Jerusalén.

El primero era Melkon, rey de los persas; el segundo, Gaspar, rey de los indios; y el tercero, Baltasar, rey de los árabes. Y los jefes de su ejército, investidos del mando general, eran en número de doce. Las tropas de caballería que los acompañaban, sumaban doce mil hombres, cuatro mil de cada reino. Y todos habían llegado, por orden de Dios, de la tierra de los magos, su patria, situada en las regiones de Oriente. Porque, como ya hemos referido, tan pronto el ángel hubo anunciado a la Virgen María su futura maternidad, marchó, llevado por el Espíritu Santo, a advertir a los reyes que fuesen a adorar al niño recién nacido. Y ellos, habiendo tomado su decisión, se reunieron en un mismo sitio, y la estrella que los precedía, los condujo, con sus tropas, a la ciudad de Jerusalén, después de nueve meses de viaje».

Parte central de La Adoración de los Magos (1479-80), de Hans Memling E.C.

Baltasar, el joven africano

Del siglo VI es también la primera representación gráfica en la que los Reyes Magos aparecen identificados con los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, ataviados aún con sus ropajes persas. Es el célebre mosaico de San Apolinar el Nuevo, en Rávena (Italia).

Así, con estas tradiciones a las que sumaron las disquisiciones de los Padres de la Iglesia, se acabaría estableciendo la tradición de que los Magos eran tres Reyes, representantes cada uno de las tres partes del mundo conocido: Melchor por Europa, Gaspar por Asia y Baltasar por África, de ahí que a a partir del siglo XV se lo represente como un hombre de color. También se les atribuyó la representación simbólica las tres etapas vitales del ser humano, la juventud para Baltasar, la madurez para Gaspar y la ancianidad para Melchor.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco Ya vienen los 2, 3, 4... ¿12 Reyes Magos?

Ya vienen los 2, 3, 4... ¿12 Reyes Magos?