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Un viaje de 8.300 años desde Hondarribia

Una exposición recrea el yacimiento de un conchero de Jaizkibel que contenía los restos de un hombre de hace 8.300 años

Viernes, 16 de febrero 2018, 17:02

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La sociedad de ciencias Aranzadi y el Ayuntamiento de Hondarribia han montado en la sala de Arma Plaza de esa localidad la exposición ‘J 3. El enterramiento más antiguo del País Vasco’, que se podrá ver hasta el 25 de este mes.

Ofrece información sobre un enterramiento humano llevado a cabo hace ahora 8.300 años –en el Mesolítico, anteriormente a la época de los dólmenes–, en un abrigo rocoso de Jaizkibel, cerca del mar.

Una de las particularidades del enterramiento es que se llevó a cabo en un conchero, en una zona con miles y miles de lapas, que habían sido consumidas en un largo periodo de tiempo.

Según han manifestado los arqueólogos Mª José Iriarte-Chiapusso y Álvaro Arrizabalaga, que han dirigido los trabajos arqueológicos, algunos de los huesos de la persona han durado hasta nuestros días porque las conchas aportaban alcalinidad, y así se neutralizaba en parte la gran acidez del suelo. Si el enterramiento hubiera sido en la tierra, los huesos hubieran perdurado poco tiempo.

El individuo es de entre 30 y 40 años de edad, varón, de unos 1,5 metros de estatura. El análisis multidisciplinar de los restos ha demostrado que el individuo tenía en su dieta un importante aporte nutricional de peces capturados a cierta distancia de la costa. De hecho, han aparecido algunos restos de peces de la familia de los sargos o muxarras.

Aranzadi realizó la excavación hace unos pocos años, alertada por el académico de Euskaltzaindia Juan San Martín, eibartarra residente en Hondarribia desde hacía mucho tiempo, también espeleólogo y aficionado a la arqueología. En los años 80 realizó búsquedas sistemáticas en las praderas y acantilados de Jaizkibel, convencido de que era una zona con muchas posibilidades.

¿Cómo han llegado estos restos a nuestra época?

La Sociedad de Ciencias Aranzadi explica que el monte Jaizkibel es un espacio que ha sido frecuentado por el ser humano desde el Paleolítico. J-3 es un abrigo rocoso sobre arenisca formado por la fuerza del viento y la presencia de sedimento muy abrasivo. Este es un factor importante, ya que influye mucho en la conservación de los restos arqueológicos, sobre todo los orgánicos, debido al carácter ácido de su sedimento. El yacimiento se encuentra dominando un emplazamiento sobre un pequeño valle que durante todo el año mantiene un curso de agua dulce. J-3 se caracteriza por sus conchas y éstas serán cruciales para esta historia. El carbonato cálcico, de las miles de conchas que se tiraron tras consumirlas, ha contrarrestado la acidez del terreno y así, se han conservado durante miles de años algunos restos de animales y, lo que es más interesante, un enterramiento humano de hace 8.300 años.

Los huesos hallados en Jazikibel. F. de la Hera

¿Quién vivía en aquel asentamiento?

Hace miles de años, durante el Pleistoceno superior y parte del Holoceno inicial, las sociedades eran cazadoras-recolectoras, y Jaizkibel ofrecía todo tipo de recursos (terrestres y marinos) para sus necesidades de supervivencia. Uno de los hechos más destacables de este lugar es su gran acumulación de restos marinos (principalmente conchas) que consumieron los antiguos ocupantes de este abrigo.

¿Qué es lo que se encontró?

Dentro de la actuación arqueológica que se desarrolló en J-3, se localizó parte de la estructura ósea de un individuo, varón de unos 30-40 años de edad, y una estatura en torno al metro y medio de altura. El hecho relevante de este hallazgo es que corresponde a una inhumación en posición fetal y que constituye el enterramiento humano más antiguo del País Vasco, con una antigüedad de más de 8.000 años, adscrita a la época cultural denominada Mesolítico. El modo en que se encontraba depositado este individuo confirma que existió un comportamiento funerario por parte de otros miembros del grupo, ya que el cadáver fue preparado antes de su inhumación y seguramente atado en esa postura. El individuo, además, se encontraba rodeado de conchas, probablemente de las que se consumieron en aquella época.

¿Qué comían aquellos humanos?

El análisis multidisciplinar de los restos de este ser humano ha demostrado que el individuo tenía en su dieta un importante aporte de peces capturados a cierta distancia de la costa. Así sabemos que estas últimas sociedades de cazadores-recolectores no sólo conseguían sus recursos en el monte Jaizkibel sino que también explotaban los recursos marinos (lapas, mejillones, almejas, percebes, erizos, etc.) incluso alejándose de la costa, como lo atestigua el hallazgo de restos de peces de la familia de los sargos. Este yacimiento es relevante porque refleja que los habitantes de Jaizkibel durante el Mesolítico explotaron diversos nichos, rastreando el litoral para recolectar marisco, cazando jabalíes y pescando en el mar, una práctica nueva hasta entonces, quedándose así latente la versatilidad del ser humano en su lucha por la supervivencia.

Análisis biomoleculares del individuo

Los análisis biomoleculares de los restos humanos hallados en J3 indican una alimentación rica en recursos marinos. Estos análisis se realizan comparando los valores de los isótopos del carbono 13 y nitrógeno 15 con patrones de referencia. Esta alimentación es característica de los restos humanos aparecidos en otros concheros a nivel de la costa Atlántica europea.

Algunas de las conchas del asentamiento. F. de la Hera

Modo de vida nómada

Los grupos humanos que habitaron el País Vasco durante el Mesolítico eran cazadores de animales de medio y pequeño tamaño y recolectores de frutos silvestres y recursos marinos. Eran grupos de pequeño tamaño con una movilidad reducida que explotaban todos los recursos disponibles a su alrededor, especialmente los entornos costeros. Los materiales de piedra encontrados en J3 reflejan la realización de actividades cotidianas. Junto a ellos, otros materiales, como las conchas perforadas, nos permiten entrever el mundo simbólico de estas sociedades. La aparición de las cerámicas marca en el País Vasco el final del Mesolítico y se vincula con la aparición de los agricultores y ganaderos.

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