La 'Trinidad de Lezo' sale de la UCI
Siglo XV. La pieza, una de las primeras adquiridas por el Museo San Telmo cuando se fundó y que desde hace años no se exhibe, ha sido restaurada al encontrarse en estado crítico
La 'Trinidad de Lezo' es una de las piezas más antiguas de la colección del Museo San Telmo, una de las primeras que esta institución adquirió y también una de las que se encontraba en un precario estado de conservación. Eso hasta ahora porque recientemente se ha acometido su restauración y el estado crítico ha pasado a ser estable. En términos médicos se podría decir que ha salido de la UCI porque como señala Maite Arratibel, restauradora del museo donostiarra, «estaba en estado crítico, era imprescindible hacerle una intervención. Entre otras cosas, la policromía estaba hueca porque la madera había mermado y se desprendía. Además, había perdido partes escultóricas y pictóricas. También perseguíamos recuperar su legibilidad y comprensión, muy mermadas». La restauración ha corrido a cargo de Maite Fernández y Marta Payá, de la empresa Artez, que realizaron los trabajos en los talleres de Gordailua y que opinan que tras su labor «se le ha dulcificado la cara».
No se sabe mucho de la historia de esta 'trinidad', salvo que entró en el museo en 1908, proveniente de la parroquia de Lezo. Desde entonces y hasta que el museo municipal llegó a su actual sede se expuso en diferentes ubicaciones. El primer testimonio gráfico de esta pieza data de 1919. Una fotografía la localiza en las salas que se encontraban en la calle Urdaneta, la segunda sede del museo. Hay otra imagen, tomada de cerca, sin datar que fue donada por el historiador J. A. Lizarralde, muerto en 1935. También hay constancia de que en 1940 se encontraba expuesta en la sala de arte religioso del claustro alto del edificio de la plaza Zuloaga. Desde entonces no hay constancia de que se haya expuesto muchas veces y por lo tanto se trata de una pieza prácticamente desconocida para los donostiarras. «Hemos estado buscando documentación y la verdad es que hay muy poca. Solo sabemos que en los inicios del museo sí estuvo expuesta», comenta la restauradora de San Telmo.
Entre las cuatro más notables
El sacerdote Germán de Pamplona, en su libro 'Iconografía de la Santísima Trinidad en el arte español' (1970), destaca dentro de las esculturas góticas trinitarias esta pieza como una de las cuatro más notables que conoce y la data, por sus característica en la segunda mitad del siglo XV.
La talla de madera exenta y con unas medidas de 147 centímetros de alto por 67 de ancho y 32 de fondo, presenta la tipología llamada de 'Trono de gracia' o padre eterno sentado en un trono, llevando en su seno o entre sus rodillas a Jesucristo crucificado, acompañado de la paloma del Espíritu Santo. El padre, con corona, se sienta sobre un trono sin respaldo. Su cabellera distribuida en rizos paralelos entre sí pero oblicuos al rostro, es muy singular. La paloma, hoy desaparecida, estaba situada sobre la cabeza de la cruz. El reverso de toda la escultura de madera está vaciado, práctica habitual porque así se le resta peso, y un hierro vertical la sujeta.
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El Cristo aparece con la cabeza ladeada y está crucificado con 3 clavos –uno en cada mano y otro para los dos pies–. Este detalle permitió determinar el siglo porque hasta entonces esta figura se representaba con las piernas separadas y por lo tanto se empleaban cuatro clavos.
Fue en 2017 cuando el museo se planteó acometer los trabajos necesarios para devolver a la pieza su estabilidad, pero sin que esa recuperación fuera invasiva y que todas las actuaciones pudieran ser reversibles. «Antes se buscaba que se pareciese lo más posible al original, ahora la intención es que se identifiquen las intervenciones», explica Maite Arratibel.
La restauración propiamente dicha duró ocho semanas. Primero se asentó la prolicromía que saltaba porque la madera se había quedado seca, algo bastante inusual en esta zona climatológicamente tan húmeda, y por lo tanto había perdido volumen. Esta fase duró tres semanas en las que las especialistas de Artez se dedicaron a inyectar adhesivo en las zonas levantadas.
Lucha contra los xilófagos
A continuación se procedió a la microaspiración para limpiar la suciedad superficial y después se retiró el barniz ceroso que estaba muy oxidado. También se reintegraron algunos colores a base de acuarela, material reversible. Previamente a todo esta intervención se aisló en un recinto especial para eliminar todos los xilófagos que la invadían.
Las restauradoras buscaron, cuando dieron la última patina de barniz, el mismo efecto ceroso que tenía cuando llegó a sus manos.
El museo tiene intención de exponer el año que viene esta importante pieza de su colección, aunque todavía no hay una fecha concreta. Hasta entonces permanecerá en Gordailua, donde se encuentran los almacenes de San Telmo que reúnen las condiciones ideales para el mantenimiento. La exhibición no será muy prolongada porque aunque ahora se encuentra en buenas condiciones, la vigilancia debe ser constante.
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