Una trabajadora limpia un autobús municipal de Donostia. Lobo Altuna

Un Tambor para quienes logran que esto funcione (más otra historia de Berrio)

La Agenda Portátil ·

Elogio al 99% de gente que rema ante la zozobra y huyo del 1% que sabe por qué todo está mal. Memoria personal de Rafa y Rafael

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Sábado, 4 de abril 2020, 07:50

Es difícil escribir una Agenda que se apellida Portátil cuando el viaje más emocionante del día es bajar la basura a los contenedores. No puedo hablar de restaurantes, aunque sí de las tortillas de patata que prepara mi hija (tiembla, Néstor). No hay crónica del último concierto del Kursaal, pero sí podría contar los recitales que da mi hijo en el salón. No he descubierto una nueva ruta en Igeldo, pero la princesa rubia siempre propone un viaje interesante, aunque sea metafórico, cuando estiramos las piernas en la terraza.

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Mi cuerpo no es portátil estos días, pero mi alma, o como se llame eso, sí. Hablo con mucha gente por teléfono y por las modernas tecnologías: el aislamiento desata las ganas de comunicarse. Teletrabajo. Y pienso. Dos ideas no se me van de la cabeza: la cura de humildad que vivimos como especie, confinados por un virus como en la Edad Media, y el agradecimiento a quienes permiten que nuestro pequeño mundo funcione en medio de la hecatombe.

Déjenme ser fiel al menos a uno de mis temas recurrentes y hablemos del Tambor de Oro como catarsis, aunque estemos aún en abril. Mi propuesta, ocho meses antes, no es frívola. Una de las txikitas bondades de este drama que padecemos es que a los donostiarras nos pone fácil una de las tesituras complicadas del año. Pase lo que pase de aquí a enero el Tambor bien podría ser, colectivo y solidario, para quienes luchan hoy en primera fila para salvarnos a todos. Sanitarios, por supuesto, pero también camioneros, dependientes de alimentación, farmacias o librerías, transporte público, limpiezas, policías, periodistas, cuidadores domésticos... y tantos otros que me dejo. También a quienes viven con resignación el confinamiento.

Ahí hay un Tambor que es en realidad un homenaje que nos hacemos como sociedad por resistir y, seguro, vencer. Al contrario de lo que escribía mi admirado Ander Izagirre, si algo hay ya seguro es que el Tambor 2021 no quedará desierto.

¿Demasiado buenista? Es lo que pide el cuerpo. Me quedo con ese 99% de gente que en días de zozobra rema a favor antes que con el 1% de sabios que explican por qué todo lo que se hizo, hace y hará está mal.

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Berrio, Baroja, Bob Dylan

Jugó a ser el penúltimo maldito, pero le estamos despidiendo como a un genio. Todos coincidimos: fue un donostiarra atípico, como un Baudelaire periférico o un Leonard Cohen del Cantábrico, un Lou Reed de barrio que hubiera escuchado zarzuelas, un cruce entre Dylan y Baroja (por eso disfrutó tanto cuando visitó Itzea con su cuadrilla de santos bebedores y casi vaciaron la bodega del templo de su Don Pío).

Rafael Berrio era eso, y también el tipo entrañable que se interesaba con tanto cariño por la música de mi hijo Simón, y el tímido que necesitaba el primer trago para excitar su genio. Éramos de la quinta: pude ver sus altibajos de bohemio en una ciudad no siempre apta para los que se salen de la norma. Recuerdo un día que vino a Keridos Monstruos a presentar '1971', el deslumbrante disco con Joserra Senperena que daba un giro a su carrera. En maquillaje estuvo tan cordial como siempre, pero con la luz roja entró en trance de artista. ¿Cómo te llamo, Rafa o Rafael?, pregunté ya en antena. «Rafael, por favor. Rafa solo me llaman los amigos», dijo con entonación dramática que parecía propia de Raphael, con ph. En la vida real siempre fue Rafa.

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De tantos conciertos recuerdo uno genial e interminable en 'su' Bukowski en 2012: el público se iba y él seguía, en racha, como en su salón. Durante años compaginó la creación con el trabajo de pintor, no de pincel. Un veterano periodista me decía ayer: «Alucino al leer que quien me pintó la cocina hace tantos años era un genio». Lo era. Pronto, gracias a los Trueba, saldrá un libro con sus letras. (Abrazo a su hermano Iñaki, otro talento distinto en la Donostia de las apariencias).

mezquiaga@diariovasco.com

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