«Algo tan simple y tan complejo como la amistad te puede ayudar a seguir viviendo»
Interpreta, junto a Markos Marín, este viernes y sábado en el teatro Principal la obra 'El nadador de aguas abiertas'
El actor vizcaíno Adolfo Fernández pasa unos días de descanso en su casa de Cobarón, cerca de Muskiz, antes de volver al Principal con ... esta función que ya estuvo en la pasada Feria de Artes Escénicas. Dirigida por Fernando Bernués, la pieza está basada en un relato de Adam Martin Skilton. Es una historia de amistad y superación personal a través de la relación entre un veterano nadador y un hombre que ve cómo sus oportunidades para avanzar en la vida se van diluyendo.
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– ¿Esta función es un cuento, un sueño?
– Puede ser una fábula, lo cierto es que nunca lo había pensado, pero sí. Cuando conocí al autor lo entendí mejor porque él es nadador de aguas abiertas y lo que me ha transmitido, y también otros nadadores como él, es que no saben cómo transmitir la belleza de ese esfuerzo que hacen, la sensación que les produce salir al mar abierto y nadar unos kilómetros. Y nos aseguran que hemos acertado porque la obra transmite ese espíritu de superación. Supongo que con esa idea de intentar transmitir sus emociones el autor ha construido un cuento porque sentía la necesidad de explicarlo.
– Los dos personajes parecen estar predestinados a cruzarse y siendo tan diferentes se complementan.
– Se necesitan, como en la obra 'Combate de negros y perros', de Koltès, salvando todas las distancias estilísticas y literarias. Un autor cuando crea una obra con dos personajes los tiene que antagonizar de alguna manera. Tiene que encontrar un elemento que los reúne y una vez que eso sucede se pueden repeler o, como ocurre en nuestra obra, atraer y ser positivos el uno para el otro porque ambos se necesitan. Mi personaje siente la necesidad de cubrir una pérdida importante y ve en el otro un hijo al que pueda ayudar.
– El tema clave es la amistad, pero esta es una amistad que llega desde el dolor que ambos viven.
–Si se pudiera definir de alguna manera esta obra sería una tragicomedia. ¿El dolor nos humaniza? No lo sé. Una situación tremendamente trágica, como puede ser una enfermedad o una pérdida te da un vuelco a la vida y te humaniza, hace que te transformes. La amistad como una necesidad, aunque al final somos lobos solitarios. Yo cada vez necesito menos a la gente y tiendo a estar más aislado. Soy de vivir en el monte, vivo aislado absolutamente y ¡hay veces que me parece tener demasiada proximidad con el siguiente pueblo! Pero si la vida te hace un quiebro seguramente busques a otra persona. O te tropiezas con una y te das cuenta de que te puede ayudar y ahí te quedas. Esa cosa tan simple y tan compleja como es la amistad te puede ayudar a seguir viviendo.
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– La obra funciona mucho desde lo emotivo. ¿Hay algún momento especialmente emocionante para usted?
– Los dos personajes tienen sus momentos emocionantes. Yo nunca había trabajado con Markos Marín y cuando leí el texto pensé que tenía que ser muy buen actor para sujetar su personaje. Me parece muy emotivo ese momento, al principio, cuando el personaje de Markos empieza a definirse como un hombre triste ante una sociedad en la que hay que ser felices y tener siempre éxito. Y también me resulta emocionante cuando yo me transformo en una persona que ha perdido a un ser querido, pero pasa una cosa que...
– Diga.
– Que como tengo bastante poco texto pensaba qué haré yo todo el rato encima del escenario. Luego me di cuenta de que tenía que escuchar a mi compañero y a su personaje. Entenderlo, comprenderlo, sentir lo mismo que siente él porque así podré ayudarlo. En mi vida soy también así, es de las pocas cosas que recuerdo heredadas de mi madre, que era una andaluza que vivía en Bilbao y tenía siempre la puerta abierta de casa, como buena andaluza. Por allí circulaban todas las vecinas y yo escuchaba y escuchaba, porque a mi madre le contaban lo que no le comentaban ni al confesor. Mi personaje sabe escuchar y lo hace porque le importa el otro ser humano.
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– Nació en Sevilla y desde muy pronto su familia se va a Muskiz, así que de playas y de mar debe de entender bastante.
– De joven fui percebero. Iba con un amigo, José Mari, que fue quien me enseñó. Éramos dos atletas, íbamos adonde no llegaba nadie así que era un lugar virgen. Luego lo vendíamos inmediatamente, no recuerdo las cifras, pero era bastante dinero, nos sentíamos los reyes del mambo. Pero no todos los días se puede echar uno a la mar porque es peligroso, dos chicos de Pobeña cayeron y también otros dos de Muskiz. Había gente que moría. Ahora estoy en mi casita, pegada al mar, en Cobarón, un pueblo pequeñito al lado de Muskiz. El mar me gusta mucho. No me he subido a un barco, pero nadar se me da bien y me pone ir solo y que el mar esté un poquito cabrón.
– Pero vive sobre todo en Madrid.
–Vivo donde quiero porque mi hija está en la universidad en Utrecht. Y mi compañera y yo somos libres y nos da un poco lo mismo. Ahora hemos sacado quince días aquí en Cobarón, luego tengo un rodaje con la siguiente película de Isaki Lacuesta. También ruedo capítulos de 'Amar es para siempre' y pronto estaré en la segunda temporada de 'Machos alfa'.
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– ¿Ya se ha empezado a grabar esa segunda temporada?
– Dentro de dos semanas tengo el primer día de grabación. Hice la prueba hace un mes. Lo único que conozco es la separata que me pasaron para la prueba. Lo que he visto de la primera parte me ha gustado, está bien planteada y bien dirigida.
– ¿Sigue siendo tan necesario competir en Madrid profesionalmente?
– Rotundamente sí. Porque la industria en el País Vasco es lo que es y en Madrid se multiplica. Me alegro mucho por los actores que entre las obras en euskera, la televisión vasca y lo que hagan en castellano pueden trabajar aquí, pero son una minoría. En Madrid también es difícil, no nos engañemos, pero hay más posibilidades de momento. Allí están todos los productores, los directores de casting, las series.
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– ¿Es muy cruel la batalla por hacerse un hueco?
– Un amigo que tiene una de las escuelas más importantes, me dice, mira, una clase de 22, si sale uno contentos. Es duro y allí dan clase excelentes profesores, no será por formación, pero la realidad es que después de esos tres años de estudios es muy complicado.
– ¿Y para los que como usted tienen una carrera consolidada?
– También. Tener una productora de teatro me da una visión de esto bastante curiosa. Algunos amigos, que son mejores actores que yo y tienen el culo pelado de hacer teatro en sitios como el Centro Dramático Nacional, me llaman y me preguntan si tengo trabajo para ellos. Se me rompe el alma. Esta profesión es así.
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– El público solo ve grandes triunfadores.
– Claro, eso tiene una exposición pública mayor. Y también es verdad que hay mucho folclorismo en nuestra profesión. Hace poco me encontré con uno que parecía Neymar. El futbolista me da lo mismo porque no es de mi mundo, pero ver a ese mostrando tanta ostentación... Menudo chalado, igual dentro de un año me vienes a pedir trabajo. El otro día vino un actor quejándose del público, diciendo que no está preparado. ¡Ahora te enteras! Y qué quieres que haga, tienes que subir al escenario a defender tu historia independientemente de lo que piense el público, que a ese no lo eliges tú.
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