¡Adiós, muchachos!

Dice la canción que «es un soplo la vida, que veinte años no es nada...». El soplo de los Golden va casi para cuarenta calendarios, así que sería una nada doble que, en su caso, es un todo brillante. Los Luthiers donostiarras nos dicen adiós como ellos saben: cantando con humor y divirtiendo con sus particulares versiones. Han creado todo tipo de situaciones, muchas cachondamente rocambolescas, para sus espectáculos y siempre han cuidado la calidad de las voces, del trabajo musical y de su gusto por ir un poco más allá, sacando alegría de sus sombreros invisibles.

Salvo sorpresa torera no habrá más cuando finalicen la gira. Y para la despedida nos regalan un velada en la que se les siente en la libertad y la alegría melancólica del que se va. Logran un montaje tan sencillo como vital. Cuesta pensar que esto se acaba, pero creo que para todos los que de alguna manera los hemos acompañado, haciéndonos viejos a la vez, va a ser complicado hincarle el diente a una manzana golden sin esbozar una enorme sonrisa.