«Debutar en el Metropolitan es como jugar la final de la Champions con la Real... ¡y ganarla!»
El joven cantante donostiarra culminó el jueves su estreno en el teatro del Lincoln Center con la ópera 'El elixir del amor'
«Ya lo puedo decir: he debutado en el Met». Una sencilla frase que detrás esconde horas de tensión antes de salir a escena, días ... de ensayos en el teatro neoyorkino y años de espera para una oportunidad que apenas alcanzan unos pocos elegidos. El tenor Xabier Anduaga (San Sebastián, 1995) grabó su nombre en el Metropolitan Opera House tras culminar su papel como Nemorino, protagonista en la ópera 'El elixir del amor' de Gaetano Donizetti. Ese cosquilleo como de «ganar una final de Champions» que, sin embargo, no iguala a la sensación de cantar para su amoña.
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– ¿Cómo vivió el debut?
– Una pasada, no sabría explicarlo bien con palabras. Ya durante la semana ensayando aquí me ha parecido una barbaridad cómo se trabaja. Desde el primer día la gente ha mostrado un nivel altísimo y todo el mundo va a trabajar contento, no sé cómo decirte... podía sentir la emoción de los actores, los coristas y los pianistas por verme debutar. Son gente importante en este mundo y ver que están contigo te da un montón de fuerza. Ha sido como estar dentro de una producción de Hollywood.
– ¿Se puede pegar ojo antes de una noche así? ¿Cómo se ha gestado?
– Se puede pegar ojo, pero no te voy a negar que estaba nervioso. Mi relación con el Met comenzó el mismo día en que debutaba en la ópera, en 2016 en Pésaro (Italia). Como en el fútbol, el Metropolitan tiene ojeadores por el mundo escuchando a cantantes jóvenes en busca de nuevos talentos. Allí estaba un 'casting manager' y esa misma tarde tuve una reunión con él y me dijo que me querían en el Metropolitan para un papel principal, pero que aún era joven y que había que esperar al momento adecuado. Luego en 2018 hice la audición, porque los contratos con este tipo de teatros se hacen con mucho tiempo de antelación. La pandemia retrasó todo un poco, pero ya ha llegado ese momento.
– Y ha llegado con 'El elixir del amor', ambientada en el País Vasco y con usted en la piel de Nemorino. ¿Se sintió cerca de casa?
– Bueno a mí todo lo que canto me traslada al País Vasco porque siempre tengo mi casa en mente, más aún estando tan lejos. Se hace complicado, no es broma. A nivel interpretativo, el papel de Nemorino me gusta mucho porque es un personaje de clase social baja y limitado a nivel cultural que, para poder enamorar a Adina, necesita emborracharse. Así que tienes que hacer reír a la gente, actuar de borracho, de enamorado... Son casi tres horas de 'tour de force' que exige mucho a nivel vocal porque el tenor no para de cantar en toda la obra, pero también tienes una de las melodías más bonitas que ha escrito Donizetti, que es el aria de 'Una furtiva lágrima'.
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– ¿Cómo le recibió el teatro?
– Justo Nemorino canta un aria al principio y el teatro me dedicó una ovación. Desde ese momento ya me emocioné y me metí a tope en el papel para dar lo mejor. Y ya si consigues que se rían cuando haces payasadas es lo más. Que te aplaudan está muy bien, pero si se divierten contigo el subidón es impresionante.
– Además, allí estuvo arropado por su esposa y profesora Elena Barbé, ¿recibió otras visitas especiales?
– Vino muchísima gente de Donostia y también de todo el mundo: Rumanía, Italia, México... Alucinaba, no me esperaba eso. También sabía que venían mis amigos, aunque no me esperaba a tantos. En un momento me vino a saludar una familia de Menorca y me dijeron que estaban aquí porque su regalo de Reyes era venir a verme. Que alguien reserve su tiempo y dinero para escuchar un concierto mío al otro lado del charco es lo más bonito que te puede ocurrir. Esta es una profesión en la que intentamos hacer feliz a la gente, pero ¿tanto?
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«Todos van a trabajar contentos y podía sentir su emoción por verme debutar. Es como una producción de Hollywood»
– ¿Es complicado de asumir?
– Es una responsabilidad y una fuente de adrenalina que van juntas y provocan un nivel de satisfacción altísimo.
– Y, después del espectáculo, imagino una merecida celebración.
– Sí, pudimos tomar algo pero sobre todo aprovechar a dormir porque estaba muy cansado de toda la tensión. Una cerveza sí que me tomé (ríe).
– Claro que mañana ya tiene la siguiente función y aún le quedan otras tres por delante en el Met. Una vez roto el hielo, ¿cómo las afronta?
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– Creo que más tranquilo. Ya lo puedo decir: he debutado en el Met. Así que estoy más calmado, claro, pero también tengo que decir que al público de Nueva York lo he sentido muy cercano. Por mucho que veas a tanta gente junta –porque estamos hablando de casi 4.000 butacas–, desde el primer momento me hicieron sentir muy bien, así que afronto las que vienen con ilusión y ganas.
«Como en el fútbol, el Metropolitan tiene ojeadores y ya en 2016 me dijeron que me querían en el Met, pero aún era muy joven»
– Aún le quedan dos semanas en la ciudad, ¿está aprovechando a disfrutarla estos días?
– No te creas... me paso todos los días ensayando hasta las seis y media de la tarde, y aquí a esa hora ya es como que se termina la vida. Además, mi apartamento está al lado del Met por lo que casi no he visto otra cosa más que el camino de casa al teatro; algún paseo por Central Park para desahogarme un poco... Ahora que tendré unos días libres podré disfrutar más de Nueva York.
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– ¿Es su primera visita?
– Estuve una vez antes en 2018 para hacer la audición. Un día. En el aeropuerto y en el teatro (ríe), nada más. Porque luego me tocó ir a audicionar a Filadelfia y Chicago también.
– A sus 27 años ya ha actuado en algunas de las salas más importantes del mundo. ¿Qué supone este debut en el Met para su carrera? ¿A qué nivel lo coloca?
– El Metropolitan es jugar la final de la Champions con la Real... ¡y ganarla! Totalmente. Es algo que pensaba antes: en la ópera no tenemos una Bultzada que nos anime los 90 minutos seguidos, cosa que se agradecería. El público estuvo muy entregado, pero es diferente cada noche y si fallas, no perdona. Es algo que no se dice pero es la realidad, al final estamos un poco solos y si no lo haces bien... la gente se acuerda de ello. La Bultzada está a las duras y a las maduras.
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– Su nombre llena titulares con halagos, pero ¿las críticas hacen más ruido?
– No, suelo coger las críticas con pinzas porque son subjetivas. A cada uno le gusta que le cocinen la carne de una manera y, si la que te hacen en el restaurante no es la tuya, la criticas independientemente de si está mejor o peor hecha. En la ópera es igual: todos tenemos una idea de cómo suena Nemorino, por ejemplo, de cuando lo interpretó Pavarotti en el 78. La comparación es odiosa a todos los niveles, para bien y para mal. Me fijo en aquellos que me han precedido, como Carreras, Pavarotti o Domingo, para repetir lo bueno y evitar lo malo, pero no me gusta compararme con mis compañeros. Prefiero alegrarme de sus éxitos.
«Que el teatro te aplauda está muy bien, pero si se divierten y se ríen contigo el subidón es impresionante»
– Si se compara con el Xabier de hace apenas cinco años, me imagino que es usted el primer sorprendido.
– Intento digerirlo, pero esta mañana (por ayer) me he despertado y no sabía ni dónde estaba (ríe). Tras soltar la tensión de todo lo bueno que ocurrió estaba totalmente ido, ya no sabía qué era sueño y qué realidad. A veces sí me paro a pensar hasta dónde he llegado y me doy cuenta de que cuando estudiaba ni me planteaba todo esto... Cantaba porque me gustaba cantar y ya está, pero no sé en qué momento he pensado que iba a hacerlo en el Metropolitan. Supongo que nunca.
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– ¿Cuál es el próximo escenario en el que le gustaría verse? ¿El siguiente paso natural?
– Pues no lo sé. Lo más importante es lo que recibí sobre el escenario y los comentarios de la gente del teatro que estaba muy contenta y quieren que vuelva. Quiero seguir paso a paso, no me pongo ningún objetivo más allá de seguir cantando bien, poder elegir los títulos y sin dar pasos en falso. Pero en ningún caso pienso cosas como tener que hacer 150 conciertos en los próximos doce años, eso me agobia.
«Una familia de Menorca me dijo que su regalo de Reyes había sido venir a verme. Es lo más bonito que te puede pasar»
– En redes ya hay quien le propone para el Tambor de Oro. ¿Se siente en cierto sentido embajador de la ciudad?
– Me siento embajador de San Sebastián porque allá a donde voy digo que soy de San Sebastián y pongo a la ciudad tan bonita que tenemos por las nubes, pero creo que hay mucha gente antes que yo que merece el Tambor de Oro. De todas formas ahora empiezo a hablar menos de Donosti por ahí. Primero, porque me cogen manía por decir que es donde mejor se come; y segundo, para que nos dejen tranquilos y no vengan tanto (ríe).
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– Ahora que ya puede comparar, ¿le sigue emocionando más cantar para la amoña que en el Met?
– Absolutamente. Hay cosas que no cambiarán. Ver la cara de mi amoña al salir del teatro no lo cambio por nada del mundo, ni por 300 funciones en el Met.
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