Ver fotos
Una ópera 'mágica' detrás del telón
Escrutamos los entresijos de esta producción de Opus Lírica, que ha contado con la participación de 130 integrantes
patricia rodríguez
Jueves, 21 de febrero 2019, 06:45
La compañía donostiarra Opus Lírica estrena este viernes en el Kursaal la célebre ópera de W. A. Mozart 'La flauta mágica' y los nervios están bastante templados. Nos colamos entre bambalinas de esta ambiciosa producción para dar a conocer cómo es el mundo de la ópera por dentro, una compleja confluencia de todas las artes al servicio de la expresión.
Al otro lado del escenario entre cableado, focos y varios elementos de atrezzo se fragua el regreso al siglo XX de una 'La flauta mágica' «original y muy actual». A partir de las 20.00 horas, las 130 personas que participan en esta producción pondrán el engranaje en marcha para representar la obra del compositor austriaco que protagonizan Marc Sala (Tamino), Ainhoa Garmendia (Pamina), César San Martín (Papageno), Irene Fraile (Papagena), Nika Guliahvili (Sarastro), Almudena Jal-Ladi (Reina de la noche) o Josu Cabrero (Monostatos) artistas que en cada cambio de escena se toparán con regidores, iluminadores, técnicos y encargados de sonido que se afanan desde hace semanas por construir la función soñada.
En el laberinto de pasillos nos encontramos con Elena Ballester, directora de vestuario, Ane Gutiérrez Iradi, directora de la empresa Iradi Moda y la sastra Bárbara Sánchez, que ultima la falda azul que vestirá Ainhoa Garmendia como Pamina.
Últimos retoques
«Mañana (por este jueves) es el ensayo general y todo tiene que estar perfecto. Ahora, tras cinco semanas de trabajo, toca correr para terminar algunas prendas que nos faltan», comenta Ballester, quien agradece la ayuda de los estudiantes de moda del centro de estudios AEG en la elaboración de parte del vestuario, como las 42 pesadas capas que cuelgan ahora en una esquina de la sala habilitada para la costura.
El día del estreno, su trabajo será frenético por las propias exigencias de la obra. Ballester explica que «hay cambios muy rápidos, algunos de 30 segundos y cada personaje necesita una media de tres personas para realizar el cambio de vestuario; inevitablemente tenemos que buscar trucos para agilizarlo, todo está lleno de trampas», como camisas con velcros o blusas con gomas colocados de forma muy estudiada por estas maestras de la aguja y el hilo, que cuentan ya su sexta ópera con la compañía Opus Lírica. Al igual que ellas, el equipo de maquillaje y peluquería integrado por Ainhoa Esquisabel y Jone Gabarain ultima detalles de caracterización con los personajes. «La semana pasada hicimos las primeras pruebas de maquillaje, controlando mucho los tiempos. Empezamos a preparles tres horas antes de la función y tardamos una media de 15-20 minutos por cada personaje».
Entramos en el auditorio y las luces de prueba que proyecta el pamplonés David Bernues, diseñador de iluminación y audiovisuales, nos sirven como referencia para orientarnos entre la penumbra. «La iluminacion en todos los espectáculos es importantísima, es un actor más de la obra con su peso dramático y narrativo», comenta. Para esta obra, ha tratado de elaborar una propuesta escénica «sobria, con elementos sutiles sin escenografías voluminosas y hacia líneas muy limpias».
Su trabajo tiene mucho de intuición y confianza, «que lo imaginado en tu cabeza se plasme luego en el escenario». Para llegar a eso, ha habido un trabajo de preproducción con el director de escena, Pablo Ramos y Fermín Blanco, encargado de diseñar el espacio. No obstante, reconoce que «hay que tener rapidez para improvisar en escena y cambiar efectos que no funcionan».
«Cantar ópera es un deporte de élite. Perdemos entre dos y tres kilos»
El baile de gasas y unos enormes espejos jugarán con el factor sorpresa en el escenario
La labor de Bernues se une a la de un centenar de profesionales que se esconden entre las bambalinas para otorgar al decorado ese aire onírico que buscan Pablo Ramos y Carlos Crooke, director escénico de Ópera de Cámara de Navarra (OCN) y asistente de dirección y atrezzo respectivamente.
En mitad del escenario y sin separarse de su libreto, Carlos Crooke nos habla de miedos y sueños locos. «Pablo Ramos y yo hemos estadohoras y horas tratando de definir qué queríamos plasmar y finalmente decidimos que la obra habla de nuestros propios miedos ante cualquier toma de decisión. A partir de ahí empezamos a idear las escenografías y a coordinarnos con el resto de integrantes, como son los cantantes o la orquesta y el coro», un trabajo que Crooke define de los más complicados y bonitos a la vez. «Los primeros días se ensaya por separado, se comentan cambios con el regidor se toca y retoca y luego llega el momento de la verdad, cuando todos se juntan».
Según detalla Crooke, uno de los elementos esenciales de la escenografía han sido los espejos y las enormes telas que cuelgan del techo y que sobrecogen por su inmensidad cuando uno mira hacia arriba. «En esta obra no hay un templo físico, todo lo que ocurre está dentro de la cabeza del ser humano y lo que plantemos es cómo nos enfrentamos a nuestros miedos para evolucionar como persona. Por eso jugamos mucho con los espejos, porque nos interesa que cada uno se enfrente a sí mismo. El baile de las gasas, que juega con el blanco y negro para facilitar la proyección de imágenes, ha sido otro de los elementos fundamentales que nos ha permitido compartimentar escenas y sorprender al espectador». Precisamente estos elementos han ayudado a dinamizar los múltiples cambios de escena que plantea la obra. «Como todo es un sueño de Tamino, las transiciones entre una escena y otra tienen que ser muy dinámicas como ocurre en nuestros sueños», especifica Crooke, emocionado ante el día de mañana. Cuando el murmullo del público sobrepase el telón, cantantes y músicos harán los últimos ejercicios de estiramiento para acomodarse en ese personaje que llevan días ensayando. El tenor barcelonés Marc Sala, que representa a Tamino, cuenta junto con la directora artística Ainhoa Garmendia que lo más importante para un cantante es «dormir, descansar la voz y el cuerpo. Cantar ópera es un deporte de élite y hay que recuperar fuerzas. Solemos comer mucha pasta, alimentos que no nos provoquen reflujo y bebemos cerca de tres litros diarios de agua». Para Sala, los minutos previos al comienzo son los más vibrantes. «Tu corazón late muy rápido y esa adrenalina te hace sentir vivo. El teatro es un templo y la representacion, el momento sagrado donde ocurre la magia».
La pieza necesaria para que todo comience a rodar
Suele estar detrás del escenario pero sin esta pieza clave no sería posible la representación de la ópera que se estrena mañana. La función de Jordi Oliva como jefe de producción es coordinar todas las partes que intervienen en la obra para que, una vez se junten, fluya a la perfección el tejido musical que construyen orquesta y coro, las voces de los cantantes y proyecciones de la escenografía e iluminación. Un trabajo de coordinación técnica y administrativa que garantiza el resultado artístico de una propuesta que ha contado con «escaso presupuesto», lamenta. Una de las funciones de Oliva es conseguir llevar a escena una obra de este calibre, que ha supuesto unos 12o.000 euros y para la que han contado con una ayuda de 25.000 euros. Aunque el camino no es fácil la idea es traer de dos a tres óperas a Donostia. Le dejamos con los preparativos de Don Giovanni para 2010.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión