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La situación de los músicos en el escenario obedece a una serie de factores, históricos, estilísticos y sonoros, si bien los directores pueden decidir algunos cambios. En cualquier caso, es necesario dsiponer a los intérpretes y ordenar a cuatro familias de instrumentos: cuerda, viento madera, viento metal y percusión. El número de participantes varía, entre otras razones, según el repertorio, pero participa mucha gente y antes de que suene la primera nota es imprescindible fijar un orden.
En la mayoría de los casos lleva una batuta que le permite marcar el pulso, el compás, las pausas o las entradas de los músicos con una mano, mientras utiliza la otra para transmitir aspectos más expresivos. Algunos prefieren prescindir del 'palito', pero todos son los responsables del resultado sonoro final, porque tal y como aseguraba Leonard Bernstein: «en una orquesta sinfónica, cada instrumento es como una voz individual, pero juntos crean una armonía sublime».
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Frente al maestro se sitúa siempre, en primera fila, la cuerda, formada por violines -que se dividen en dos grupos, primeros y segundos-, violas, violonchelos y contrabajos.
Lo más habitual es que los primeros violines estén justo a la izquierda del director...
...seguidos hacia la derecha, de los violines segundos...
...las violas...
...y los violonchelos.
Los contrabajos se sitúan detrás, a veces arropando a los violonchelos, pero en muchas ocasiones se trasladan a otras zonas, pero eso sí, nunca delante...
...al igual que el arpa, que suele estar detrás de los violines.
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La disposición de la cuerda puede variar. Por ejemplo, es bastante común ver repartidos los primeros y los segundos violines a la izquierda y derecha del director, respectivamente, o a los violonchelos en el centro. Se trata del llamado orden alemán.
Algunos prefieren seguir esta manera de colocar a los instrumentistas. Daniel Bareboim, por ejemplo, asegura que a pesar de que Kubelik le recomendaba esta disposición, a él no le convencía. «Siempre había dudado sobre la conveniencia de separar a los primeros violines de los segundos. Si se colocan los segundos violines a la derecha del director estarían mal orientados, es decir, que sus instrumentos no estarían de cara al público. Y creía que habría mayores problemas de conjunto, por la dificultad de escucharse de un lado del escenario al otro. Posteriormente me fui convenciendo más de que las ventajas de separar los violines eran mayores que las desventajas y de que Kubelik tenía razón. En realidad, hay mejor comunicación entre los violines cuando están sentados en extremos opuestos, porque el sonido procede de todo lo ancho del escenario, lo cual compensa cualquier fallo en la orientación. Pero lo más importante es que, como los violonchelos y los contrabajos están cerca de los primeros violines, toda la sección de cuerdas adquiere un sonido más pleno y más armonioso y, además, los violines tienen un sonido más lleno y más hermoso en el registro alto, cuando tienen al lado al bajo, que funciona como un apoyo».
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El viento madera es la sección que va justo detrás de la cuerda. Al igual que esta, tiene un número variable de componentes, pero nunca es tan numerosa como ella. Los instrumentos de este grupo son la flauta, el oboe, el clarinete y el fagot.
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Cada uno de ellos forma parte de una familia que engloba instrumentos más agudos -el 'piccolo' o flautín, por ejemplo- o más graves - el corno inglés en el caso del oboe o el llamativo contrafagot-. En obras del periodo clásico suelen ser dos de cada tipo, número que aumenta en composiciones de siglos posteriores, en las grandes sinfonías de autores románticos y en la música de los siglos XX y XXI.
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Lo mismo ocurre con el viento metal, que cuenta con trompeta, trompa, trombón y tuba y se sitúa justo detrás de la madera...
...y con la percusión, que incorpora más instrumentos según se avanza en la historia y que habitualmente se sitúa detrás de todos los demás.
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Esta última es la familia que más varía en número y tipología de una obra a otra. Su presencia aumenta en las obras más contemporáneas y aparece con timidez en las antiguas, en las que muchas veces solo cuenta con timbales o tambores. Su variedad y número en ciertos repertorios convierte a sus intérpretes en una especie de malabaristas capaces de moverse por el escenario y tocar diferentes instrumentos. En ocasiones también aparece el piano, el órgano o la celesta, habitualmente a la izquierda del director, tras los primeros violines.
El objetivo a la hora de situar en un lugar u otro a los instrumentos es conseguir una mayor visibilidad entre los músicos y con el director, una buena comunicación de los gestos musicales, un buen balance sonoro y, por supuesto, que todo funcione a nivel acústico. Por eso hay algunos maestros que tras hacer una prueba sonora en un nuevo escenario deciden cambiar la disposición de los músicos.
¿Y cómo se escuchan los intérpretes? Imaginen que tienen detrás a un trombón tocando fuerte. Eso les ocurre a muchos instrumentistas de viento madera, que en no pocas ocasiones tocan con tapones en los oídos para no enfermar ante los decibelios que llegan a emitir los metales.
Hay, por último, otros aspectos que influyen en la colocación de todos los elementos que participan en la actividad de una orquesta. Cada músico lleva su silla y en el caso de la cuerda comparte el atril con un compañero, por lo que tienen que acordar quién debe pasar las páginas. Esto no ocurre en las secciones de viento ni en la de percusión. Todo este mobiliario, el tamaño de la orquesta y del escenario en el que actúa condicionan la disposición, que a veces debe adaptarse a espacios limitados o inadecuados para la práctica musical.
Estos días hay una magnífica oportunidad de comprobar esa disposición orquestal: la Euskadiko Orkestra vuelve el jueves al Kursaal con su actual programa de abono, basado en obras de Schubert y Strauss y con el coro vasco Suhar como invitado. Dinis Sousa dirige este programa que se estrenó el viernes en el auditorio y gira estos días por el País Vasco. Como curiosidad y prueba de los cambios, las voces de Suhar cantan la 'canción nocturna en el bosque' de Schubert acompañadas por cuatro trompas al inicio del concierto. Junto a la disposición clásica siempre caben juegos para sorprender al público.
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Elene Arandia | San Sebastián
Imanol Troyano | San Sebastián, Izania Ollo (gráficos) | San Sebastián y Oihana Huércanos Pizarro (gráficos)
Izania Ollo | San Sebastián
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