Nueva temporada de Euskadiko Orkestra
La humanidad en una orquestaLa pasión por la música une en la agrupación sinfónica a músicos muy distintos, de varias generaciones y diversas nacionalidades
A la hora de hacer música y transmitirla no hay distancias, ni geográficas ni generacionales. La Euskadiko Orkestra lo sabe bien. Desde su puesta en marcha en 1982 hasta la actualidad han formado parte de ella instrumentistas de muchos países, si bien hoy en día dominan los vascos (un 31%), dentro de un porcentaje que con los españoles suma un 56%. Tras ellos se sitúan los franceses y los polacos, aunque también se pueden encontrar músicos de Italia, Rusia, China, Turquía, Argentina, Nueva Zelanda y Canadá. Pero la procedencia no es la única diferencia entre los miembros de la agrupación. Con una edad media de 47 años, la orquesta cuenta con una amplia horquilla, aunque afronta un momento de relevo generacional, por lo que en poco tiempo será más joven. Y más allá de los que ocupen las vacantes, apuesta por los nuevos valores. En el primer programa de abono, que arranca hoy en Bilbao y el martes en Donostia, contará con la colaboración de doce jóvenes de la EGO (Euskal Herriko Gazte Orkestra) y, al final de la temporada, con los estudiantes de Musikene.
La orquesta es un mundo, con sus peculiaridades y sus diferencias. Sin embargo, estas desaparecen cuando se sale al escenario. Lo importante pasa a ser la pasión que les une: tocar música. Intérpretes de generaciones tan alejadas como el italiano Marco Caratto, que con 64 años afrontará en unos meses su jubilación, y la violinista donostiarra Amaia Asurmendi, de 34, comparten este deseo. Y a él se unen quienes afrontan su primer trabajo en un conjunto profesional, como el lezotarra Oihan Espina, que con 22 años unirá el sonido de su clarinete al de la Euskadiko Orkestra.
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El fagotista Marco Caratto entró en la orquesta en mayo de 1984. Nació entre Turín y Milán y desde aquel día no ha dejado su puesto en Donostia. Decidió presentarse a las pruebas por recomendación de «un amigo gallego que era compositor y que estudiaba conmigo. En aquel momento se estaban creando orquestas en España y salió la plaza de fagot, así que no lo dudé ni un momento. Yo quería tocar, como todos los jóvenes, creo que también los de ahora». En eso están todos de acuerdo. Amaia Asurmendi también lo tuvo claro. Estudió en Musikene, luego se fue a Alemania, pero quería volver. «Llevaba cuatro años en Frankfurt y quería estar cerca de mi familia. Al principio estuve un año y medio de interina, luego salieron las plazas y la saqué. Y estoy muy contenta. No me muevo de aquí».
La donostiarra recuerda cómo vivió aquella oposición. «Tuvimos dos días de audiciones porque en violín se presentan muchos aspirantes, y aunque el día de mi prueba hacía un día de playa yo lo veía todo gris. Pensé que tenía que estar fuerte porque es una situación muy angustiosa, ya que te juegas mucho en un día. De hecho, me había preparado también con un coach mental para enfocarme de forma adecuada, gestionar y manejar la ansiedad, la competitividad y dar lo mejor de mí. Cuando conseguí la plaza sentí mucha felicidad, pero necesité tiempo para digerir la noticia».
El clarinetista Oihan Espina no ha hecho aún ninguna prueba. Colabora con la Euskadiko Orkestra por formar parte de la EGO (Euskal Herriko Gazte Orkestra), con la que realiza su cuarto encuentro. El joven estudió en Pamplona y ahora está haciendo un máster en Amsterdam. «Es la primera vez que toco con una orquesta profesional, así que estoy un poco nervioso, claro. Es una mezcla de felicidad, nervios, un gusanillo en el estómago y la chispa de querer darlo todo desde el minuto uno».
Marco Caratto se muestra «encantado de estar con jóvenes. Vivimos en una sociedad que nos encasilla y que es sectorial y la música es tan libre, tan abierta... el lenguaje musical te abre la posibilidad de conectar con personas que están en tus antípodas, con otras culturas, edades... lo único realmente importante es transmitir el mensaje. Te metes en esa especie de autopista que es la música y tienes que estar conectado y ser capaz de escuchar a todos los demás, de meterte en ese colectivo. Por eso creo que tocar en una orquesta también te hace mejor persona».
La violinista asiente mientras escucha hablar a Caratto y añade que «hice mis prácticas en la ópera y conviví con gente que eran como mis padres y me divirtió comprobar que hacía lo mismo que ellos. Y las diferentes procedencias son algo natural. El mundo de la música es muy internacional y te das cuenta desde muy jovencita. En Musikene empecé a mejorar mi castellano –hasta entonces yo hablaba todo en euskera– y también el inglés». Ante las diferentes vivencias de los miembros de una orquesta, Espina siente de momento «curiosidad. La experiencia que tengo en las orquestas jóvenes es que sientas unas bases musicales, de estudio o de perfeccionamiento, pero al final tienes que tocar en una orquesta para saber cómo funciona día a día, entrar en dinámica de hacer un proyecto tras otro, saber dónde estás, con quién, cómo amoldarte...».
El ambiente de trabajo es también algo importante. «En la Euskadiko Orkestra siempre ha habido un clima de entendimiento, el deseo de ayudar al que venía nuevo. Es un clima de amistad, que ha sido el leitmotiv de los músicos de esta orquesta. Y vivimos como algo positivo poder ayudar a alguien que llega nuevo y que tiene dificultades. Eso no ocurre en todas las orquestas. Aquí siempre ha habido esa capacidad de relacionarnos de manera humana con los demás», apunta el fagotista. Oihan Espina, de hecho, valora «la cercanía y también que yo pueda captar sus ideas musicales, conectar en la sección».
En opinión de Asurmendi, «lo que más he valorado, y sigo haciéndolo, es cuando me transmiten que los de más experiencia también han pasado por una situación como la mía y me ayudan a superar la presión. He sentido que no estaba sola, lo que me ha hecho sacar lo mejor de mí. Para ser veterano hay que ser antes novato. Los compañeros saben que has estudiado mucho, que eres bueno, que por eso tienes esa plaza y que para ser un profesional hay que hacer el entrenamiento de tocar en una orquesta y eso empieza el día que ganas la plaza».
La Euskadiko Orkestra aborda estos días el primer programa de la nueva temporada, un 'Contraste y conjuro' que deberán construir entre todos los miembros de la agrupación. En este concierto el público podrá escuchar dos obras sinfónicas bajo la batuta del titular de la orquesta, Robert Treviño. La 'Rapsodia vasca nº 2' de 'Akelarre' de Pascual Aldave y la 'Sinfonía nº 9' de Mahler. «Me parece una combinación muy diferente de obras. La 'Novena' de Mahler siempre es un reto, técnica y musicalmente. Para poder disfrutarlo hay que dominarlo, estudiar mucho», apunta la violinista.
Tanto ella como Marco Caratto comparten gustos a la hora de elegir qué tipo de repertorio les gusta interpretar. Asurmendi apuesta por «los momentos más delicados y sutiles. Me gusta que sea denso o intenso, pero prefiero la transparencia, que sea cristalino, que se escuche todo lo que se toca». El italiano añade que «quizá soy un poco a la antigua, pero me gusta Beethoven, Haydn, Mozart, Mendelssohn... y creo que no solo es un placer para los músicos, sino también para el público». El clarinetista, por su parte, valora en un repertorio «que sea cómodo; cuando entiendes dónde va cada elemento musical lo disfrutas mucho más».
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