El embrujo de Yerai
Es cierto que el Victoria Eugenia, que rezuma e incluso huele a arte, es un escenario mágico. Yerai estaba atinado. O al menos él, con ... su guitarra, lo ha sacralizado. Instrumento y artista son los protagonistas de la puesta en escena tenue, recogida, a ratos lúgubre con dinámico juego de luces, seis coristas uniformadas de blanco y una silla.
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El virtuoso de la cuerda aparece de negro y se convierte en el absoluto domador del show, aplaudido por su recogimiento, desgarro y nivel de emoción. Un ejercicio de desnudez y compañía en el que el alma puede verse quebrantada por un 'quejío' o un acorde de cuerda.
Ágil y talentoso con las manos, al maestro y artesano Cortés ya solo queda llamarle mago; a su guitarra, un péndulo; y a sus seis coristas, unas ninfas, que a poco elevan a uno al mismísimo Olimpo con ritmos flamencos en un ritual íntimo y mágico difícilmente olvidable.
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