«Mi conexión con Donostia es mística, como un espejo de mis 40 años de música»

Entre tanto, el pasado martes regresó a la pequeña pantalla como presentador de la cuarta temporada del programa televisivo 'Un país para escucharlo', en el que recorre la geografía peninsular para conocer sus diferentes culturas y tradiciones a través de sus músicos.

– ¿Puede adelantar si pasará de nuevo por Gipuzkoa?

– Estuvimos en Donosti, claro... Ya están grabados los diez capítulos y hemos cambiado un poco el formato, ahora cada uno de ellos es una ruta y una de ellas cubre San Sebastián-Pamplona. Hay algún invitado estelar.

– Ya rodaron aquí, donde se vio que conserva muchos amigos.

– Sí, totalmente. Siempre he estado muy unido a Donosti, a parte de que es un lugar que me encanta y con el que tengo cierta conexión mística, por decirlo de alguna manera: es el espejo de mis 40 años de música.

– Explique eso de «conexión mística».

– Recuerdo el primer verano que pasé en España. Estábamos Alejo (Stivel) y yo aquí sin saber qué hacer, así que decidimos irnos a París haciendo autostop y nos tocó pasar unos días en Donosti. Ya percibimos algo, como un ambientillo que no había en Madrid y eso que te estoy hablando del año 77. Fue mi primer acercamiento al punk. Y nos gustó tanto que ya dudamos de si seguir a París o no, que creo que es lo que deberíamos haber hecho porque en París la pasamos fatal (ríe). Mucho frío.

– ¿Y qué hicieron por aquí?

– Siempre que voy para allá me acuerdo mucho de aquel viaje. ¿Recuerdas a un artista que se llamaba Ángel Pavlovsky?

– No me quiere sonar...

– Bueno, era un monologuista e improvisador trans argentino, aunque no exactamente trans, y que salía a escena vestido de mujer. Pues la madre de Alejo había trabajado con él alguna temporada en una discoteca de Donosti, y por eso hicimos la primera parada allí, porque con la excusa nos daba un poco de cuartelillo... (ríe).

– Esa fue su primera visita, hace más de 40 años, como recordó en su último concierto en Sagüés.

– ¡Ah! Entonces sí que lo conté. En la Semana Grande he tocado con Tequila, con Los Rodríguez... Es una ciudad a la que es raro que pase dos veranos seguidos sin ir.

– Oiga, y después de recorrer España a lo ancho y a lo largo, ¿le tiran más los aires del norte o del sur?

– Es una pregunta un poco puñetera, eh... (ríe) Así que tengo que darte una respuesta diplomática, no vaya a quedar mal. En todos lados hay sorpresas y en nuestra última visita descubrí a Oreka TX que fue algo espectacular y que no ha trascendido de la manera que debería. Cuando se habla de folclore, el flamenco tiene un peso que eclipsa todo lo demás, pero me encanta que el programa me vaya descubriendo cosas desconocidas.

– ¿Cómo le resuena dentro eso de '25 años 'Hablando solo'? ¿Prefiere solo o en banda?

– ¡Siempre en banda! Son algo muy mágico y único cuando son de verdad, sin preconcebirse, cuando ocurren porque tienen que ocurrir. Tampoco es que esté solo porque ahora celebro estos 25 años y lo hago con la banda con la que giré durante los primeros cinco años de esta aventura. Eso son muchos años con la misma gente, los mismos que duraron Los Rodríguez o Tequila... por lo que hay un vínculo muy poderoso entre nosotros, tanto arriba como afuera del escenario. El reencuentro ha sido muy excitante, muy estimulante y muy necesario... ¿Cómo no lo hicimos antes?

– ¿Y cómo ha sido revisitar estas canciones?

– Hay algunas con las que me reencontré y otras que nunca dejé de tocar, y eso habla muy bien del disco.

– Y por elevar el debate, ¿tienen que adaptarse las canciones a los tiempos? Hace ya años que en 'Hace calor' no canta los versos «podrían acusarme / ella es menor de edad».

– Es cierto que hay una temática más juvenil en canciones como 'Mucho mejor' o 'Baile de ilusiones' que, a pesar de tener una letra ingeniosa, están hechas por una persona que está encandilado por el 'rock and roll lifestyle', y algunas hay que retocarlas para que no desentonen. Otras directamente hay que dejarlas de tocar. La sociedad cambió mucho en los últimos 40 años, hemos cambiado mucho, y creo que para bien.

– ¿Se vive con la misma intensidad el rock and roll pasados los 60?

– Obviamente que no, ya ves, llevo dos días a base de té de tomillo y miel (ríe). Sería muy patético y peligroso vivir de la misma manera. Son cambios naturales y por otro lado cosméticos, porque la vida del rock and roll y la noche están bien, es algo divertido, pero si esa es tu esencia indica un fondo pobre y vacío. Tiene que haber algo detrás.

– ¿Qué opina sobre la presunta crisis del género? ¿Mantiene la fe en el rock?

– El rock and roll tuvo muchas vidas, se supone que ya estaba acabado en 1959. Pero es la primera vez que yo recuerde que hay una desconexión total entre la juventud y el lenguaje del rock.

– Y es una pena, ¿no?

– ¿Por qué es una pena? Tuvo un reinado más largo que cualquier otro género del siglo XX. ¿Qué más se le puede pedir? ¿Que se levante de la tumba y haga otra revolución? Además, hay mucho más rock and roll de lo que se piensa.