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Cantantes de los coros Easo Txiki y Easo Gazte, en la representación de 'Egia ala geruza' I. Ibáñez

Cantar en un coro, una actividad poco 'instagrameable'

Los coros infantiles y juveniles de Gipuzkoa coinciden en la dificultad de captar nuevas voces y explican sus propuestas para garantizar el relevo generacional en las agrupaciones

Alberto Moyano

San Sebastián

Domingo, 10 de noviembre 2024, 06:46

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Se puede calificar de alarmante, pero no de sorprendente: a los niños y, sobre todo, a los jóvenes les resulta cada vez menos atractiva la idea de formar parte de un coro. Lo que, a falta de datos concretos, era ya algo más que una intuición se constata en el 'Informe sobre Agrupaciones Corales Infantiles y Juveniles de la Comunidad Autónoma Vasca' que Marta García y Nuria S. Fernández han realizado por encargo de la Confederación que agrupa a estas asociaciones en colaboración con el Departamento de Cultura. Los cambios de hábitos tras la pandemia, la diversidad de la oferta de extraescolares y la crisis de todo lo relacionado con actividades culturales colectivas amenazan el relevo generacional que durante décadas parecía garantizado. El informe recoge la existencia de 134 agrupaciones corales en el País Vasco -el 52% en Gipuzkoa-, con 4.719 cantantes de entre seis y 23 años.

En este reportaje, varios responsables de coros del territorio, que ya participaron en el informe, ofrecen su diagnóstico sobre la situación y explican las propuestas que, en su opinión, ayudarían a revertir el declive de este sector cultural.

«Es un error considerar estos coros sólo como 'cantera' de los mayores»

Gorka Miranda Director de Escolanía Easo, coro juvenil Easo Gazte, Coro Easo Mujeres y Coro Easo Hombres

«Es un error considerar estos coros sólo como 'cantera' de los mayores»

Con una amplia trayectoria a sus espaldas, el director artístico del Coro Easo, Gorka Miranda (Pasaia, 1975), apunta a «una serie de factores» que explican la actual situación. «Por un lado, la pérdida de iniciativas relacionadas con el mundo del asociacionismo en todos los ámbitos, también en el de la cultura. La sociedad ha ido hacia actividades más individuales y lógicamente, los coros han sido los grandes damnificados».

Por otra parte, lamenta el planteamiento a su juicio erróneo de considerar «a las corales infantiles como la cantera de algo. Se plantean como secundarios y a medida que el asociacionismo ha perdido músculo, se han abandonado ciertas dinámicas». Piensa que estos coros «no se han planteado como un fin en sí mismo, lo cual puede haber tenido beneficios a corto plazo, pero es la tumba a medio y largo. No se pueden atomizar estas actividades: o se abordan desde una perspectiva de conjunto o no tienen sentido».

Además, se muestra crítico con «los referentes que hemos adoptado, no sé muy bien motivado por qué. Me refiero a modelos que inciden más en la atomización del sector e incluso en los liderazgos».

A su juicio, «en lugar de adoptar una perspectiva compartida y comunitaria, han optado por figuras cuyo objetivo primordial es conseguir una serie de impactos en unas coyunturas muy concretas. No promueven un cambio estructural, ni apuestan por los jóvenes, las niñas o los aitonas. Sobre estos últimos, sus coros aún funcionan porque tenemos unas sinergias tractoras, pero a medio plazo perderán punch». Finalmente, hace autocrítica en el sentido de que «el propio sector no ha sabido visibilizarse, más allá de conciertos puntuales». Y añade: «Uno de los problemas de nuestra actividad es que el valor de un coro está en su proceso. La comunicación del coro no es un concierto, un concurso o un viaje: son las horas y los días que esa gente mete ahí. Un coro no es un minuto y es muy difícil que eso salga en Instagram porque no se promueve eso».

Sin embargo, abre la puerta al optimismo a partir del hecho de que «aún tenemos músculo». Sus propuestas pasarían por la «consideración profesional, estructuración interna, apoyos a la formación de esos chavales... No partimos de cero, el problema sería que lo dejáramos morir. Sí creo que se puede dar la vuelta a la situación».

«Nunca es tarde para ponerse manos a la obra»

Esteban Urzelai Director del coro Suhar

«Nunca es tarde para ponerse manos a la obra»

Creado en 2018 por una treintena de cantores, el Coro Suhar tiene al frente a Esteban Urzelai, que encarna el nuevo perfil de director de este tipo de agrupaciones. En su opinión, «el resultado del informe era previsible, como cuando haces un estudio científico sabiendo lo que va a salir. El tema coral en los últimos años atraviesa momentos difíciles y, sobre todo, los coros infantiles y juveniles tienen una necesidad urgente. Hay que actuar para que el mundo coral reviva o al menos se mantenga».

Apunta como causas diversos aspectos en los que coincide con buena parte de los consultados: «Hay un cambio de costumbres en la juventud y en los niños. También están la oferta de ocio, las redes sociales y el mayor individualismo, pero además creo que hace falta que desde las instituciones y organizaciones competentes hagan una labor de preparación de directores y de dinamizadores de coros para insertar el canto coral en el sistema educativo a través de las clases de música o de las actividades extraescolares».

Respecto al futuro, se inclina por un escenario de incertidumbre en el que «hay que hacer algo para intentar revertir la situación. Nunca es tarde para ponerse manos a la obra y ése es el mensaje que me gustaría trasladar», asegura.

«Va a costar mucho dar la vuelta a la situación, lo veo complicado»

Javier Busto Exdirector de cuatro coros

«Va a costar mucho dar la vuelta a la situación, lo veo complicado»

A falta de informes sobre la evolución en el tiempo del sistema coral vasco en niños y jóvenes, pocos tienen una visión panorámica más aproximada a la realidad que Javier Busto (Hondarribia, 1949), que a lo largo de medio siglo ha dirigido cuatro agrupaciones, además de haberse implicado en múltiples actividades del sector. No obstante, ya retirado, asegura que «no tengo el tema muy cercano porque hace ya muchos años que dejé de luchar». A su juicio, este declive «es cosa de hace mucho tiempo. Llevamos muchos años así, primero porque ha habido un tiempo en el que se abandonó la formación de coros en instituciones tan emblemáticas e importantes como el Orfeón Donostiarra». Explica que «ha habido abandono en la creación de coros infantiles. En Hondarribia teníamos cincuenta o sesenta niños, ahora hay doce. Tampoco los críos quieren apuntarse a esa actividad, se están dedicando más a otras cosas. Lo mismo pasa con los coros mixtos, en los que cada vez hay más mujeres y menos hombres».

Tampoco oculta su escepticismo en lo que al futuro se refiere. «Yo creo que va a costar mucho. Dependerá de que haya directores que puedan dedicarse en cuerpo y alma a estas cosas y que se les pague por hacer su trabajo para que se sientan más estimulados. Lo siento, pero lo veo complicado». Y advierte: «Si no hay coros infantiles, no los hay juveniles y sin éstos, no hay coros de adultos o los habrá, pero de muy adultos, porque los jubilados sí responden. Pero con los niños, de momento, está muy complicado».

«Lo difícil es encontrar a alguien con un imán especial para los niños»

José Antonio Sainz Alfaro Director del Orfeón Donostiarra

«Lo difícil es encontrar a alguien con un imán especial para los niños»

Mucho más matizada es la opinión del responsable del Orfeón Donostiarra, José Antonio Sainz Alfaro, que aunque admite que no ha leído el informe, se desmarca de cualquier diagnóstico que resulte «demasiado catastrofista» y explica por qué desde su experiencia al frente del 'buque insignia' del sector: «Lo que hemos vivido ha sido un apagón durante la pandemia porque los chavales dejaron de venir y luego las vueltas son más complicadas. Lo fue hasta para el propio coro de mayores, que sí mantuvo contacto, porque fue complicado y fue muy largo -señala-. Lo que hicimos en aquel momento fue pasar al coro de mayores a los chavales de quince años. Eso nos ha rejuvenecido el Orfeón y a la vez, hemos vuelto a trabajar este año con niños. Ahora habrá unos cuarenta, al margen de los convenios que mantenemos con algunos colegios».

Sainz Alfaro reconoce que «los chavales están mucho más enfocados a los deportes, todos quieren ser futbolistas o baloncestistas, pero hay un punto fundamental: en estas cosas necesitas a las personas adecuadas. Lo difícil es encontrar a alguien con gancho y con un imán especial que pueda atraer a los niños y a los jóvenes, que es mucho más complicado. Por otro lado, a los padres también les puede resultar una actividad más lejana que otro tipo de aprendizajes».

También tiene claro que es el momento de salir en busca de los futuros orfeonistas en lugar de esperar a que vengan. Y recalca: «Nosotros hemos pasado a los jóvenes al coro mayor y el de los niños lo estamos reactivando. A partir de ahí, nosotros esperamos revertir la situación. Volver a nuestra cantera es nuestra inversión más urgente y por eso lo estamos haciendo ya».

«Les doy la opción de probar el canto y algunos se quedan»

Arantza Etxabe Directora de la Escolanía San Ignacio

«Les doy la opción de probar el canto y algunos se quedan»

La responsable de la donostiarra Escolanía San Ignacio no oculta que «cada vez cuesta más captar niños de cualquier sitio. Cuando nosotros éramos críos, había menos actividades extraescolares, acabábamos en el coro y ahí creábamos la afición, pero hoy en día tienes mil propuestas. Al final, cuesta que los chavales y, sobre todo, las familias se involucren. Tienes que hacer mucha campaña de publicidad».En el caso concreto de su agrupación, «veo que vamos saliendo, aunque nos esté costando, al igual que sucede con muchos coros de adultos. Algunos incluso van desapareciendo. Esperemos que al final los que estamos trabajando en esto consigamos mantenerlo». Etxabe recuerda que «no todos los colegios tienen coros, sino que dependen de otras instituciones para que los chavales puedan cantar. Yo soy la profesora de Música de Primaria y vamos sembrando esa semilla. Así como durante la pandemia hubo algo de bajón, después hemos incrementado el número de niños», afirma.

Son veinticinco los niños de entre seis y ocho años que cantan en el San Ignacio infantil y otros 32 de entre nueve y dieciséis los que lo hacen en el juvenil. Constatar que «es verdad que hay mucha crisis» no le impide buscar soluciones que pasan por «conseguir que prueben y si les gusta, lo mantendrán. Es algo que cada vez cuesta más y lo entiendo: vivimos en otra época. Les doy la opción de probar el canto sin compromiso y algunos se quedan. Otros deciden que no es lo suyo y no pasa nada».

«El barco aún se mantiene a flote, pero peligra»

Aitor Biain Director de Oñatiko Ganbara Abesbatza

«El barco aún se mantiene a flote, pero peligra»

«Gipuzkoa es muy rico en coros, pero ha pasado el tiempo y quizás ya no están de moda. En los colegios se ha dejado de cantar y en las extraescolares han entrado los idiomas u otras propuestas. Eso ha tenido un efecto en el mundo coral. Ha bajado mucho el número de cantantes, algo que ya se veía antes de la pandemia y que se ha acentuado después», afirma Aitor Biain (Oñati, 1983).

El responsable de Oñatiko Ganbara Abesbatza comparte el diagnóstico del sector en el sentido de que «ha bajado muchísimo la cifra de cantantes», pero considera que «el barco aún se mantiene a flote». No obstante, añade, «si no se toman decisiones de cara al futuro con nuevas ideas, peligra todo un poco». Aunque considera que otros sectores como «la danza o la pintura pueden estar en la misma situación que nosotros», indica que en el ámbito coral infantil y juvenil «hace falta un trabajo de fomento en los colegios, creando coros o llevándolo como asignatura en algunos cursos». A modo de ejemplo, apunta que en Oñati «estamos probando en Tercero de Primaria, dentro de las clases de música. Es una prueba piloto, como ya se hace con la bertsolaritza».

Por otra parte, continúa, «la Confederación de Coros ha tomado cartas en el asunto y ha comenzado con la formación de directores. Todos los directores -incluido yo-, dirigimos más de un coro, lo cual es una anomalía porque en el extranjero lo habitual es que cada uno dirija un grupo. Debería haber directores en todos los pueblos. Y finalmente, hace falta que las instituciones nos apoyen».«Tal vez nos tengamos que reinventar para enganchar a los niños porque la participación de los jóvenes ya brilla por su ausencia. Y deberíamos hacerlo con puestas en escena de cuentos o de algún musical para que sea más atractivo».

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