Munoa, de la Belle Époque al siglo XXI
El libro que reconstruye la historia de la emblemática joyería describe también una época de San Sebastián
«Es una historia sobre las joyas, sobre personas amantes de la belleza y sobre el trabajo bien hecho. Pero sobre todo es un relato del último siglo de San Sebastián». El periodista Mikel G. Gurpegui se declara fascinado por la trayectoria de la Casa Munoa, una joyería emblemática que empieza en la Belle Epoque de la mano de Claudio Munoa y pervive hoy, como un desafío a las franquicias y las grandes cadenas, de la mano de otro Claudio Munoa, nieto del anterior. En medio estuvo Rafael Munoa, uno de los ilustres guipuzcoanos del siglo pasado, una figura renacentista que conjugó la faceta de joyero con el historiador, el artista o el dibujante en la gran familia de La Codorniz.
‘Casa Munoa, de la Belle Epoque al siglo XXI’ es el título del libro que ha mimado Claudio Munoa y escrito Mikel G. Gupergui y que se presentó hace unos días en el propio establecimiento. Es el relato de la saga y el repaso a las creaciones de la joyería de este tiempo. «Y un acto de agradecimiento», en palabras de Claudio Munoa. «Su pretensión es homenajear a las personas que han hecho posible que Casa Munoa sea lo que es hoy», añade. La publicación ha sido editada en castellano y en inglés «en atención a los numerosos clientes extranjeros y compañeros con los que trabajó mi padre en lugares como Gran Bretaña».
La historia de Munoa y sus tres generaciones de joyeros comienza a principios del siglo XX, cuando los hermanos Ricardo y Claudio Munoa Oraá entran como aprendices en uno de los grandes comercios de la Belle Epoque donostiarra, la joyería y relojería Suiza de Pablo Beiner, en el Boulevard donostiarra. Beiner, procedente de Suiza, llegaba a una Donostia en auge donde ya se habían asentado colegas y compatriotas como Girod.
El cambio a Aldámar
En 1922 Claudio Munoa es ya encargado del comercio y tres años más tarde se casa con Purificación Roiz, persona clave en esa joyería y en la futura Munoa. A la muerte de Beiner, mediada la década de los 30, Claudio y Ricardo Munoa emprenden su propio negocio, en unos años adversos por la Guerra Civil. Luego, en la Segunda Guerra Mundial, llegaría un episodio con tintes cinematográficos. Hasta la joyería del Boulevard llegaban familias de judíos que huían de la barbarie nazi. Vendían sus joyas para obtener dinero con el que escapar a América gracias a los visados que les facilitaba el cónsul de Portugal para viajar hasta Lisboa y embarcar luego hacia el otro lado del Atlántico.
El dato
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118 páginas tiene el libro ‘Casa Munoa, de la Belle Epoque al siglo XXI’, escrito por Mikel Gurpegui y que se presenta esta tarde en el propio establecimiento de la calle Aldámar. El libro, ilustrado con numerosas fotos históricas y de joyas, puede adquirirse también en el local.
Luego llegaría el relevo de la siguiente generación. Rafael Munoa, que estudió en Madrid y se impregnó de la cultura de aquellos años efervescentes, volvió a San Sebastián al enfermar su padre. Luego el negocio se trasladó al actual local de la calle Aldámar, en 1958, y Rafael impulsó el local con su creatividad y un diseño de las piezas contagiado de figuras como Balenciaga o Coco Chanel. Además, como gemólogo, introduce materiales insólitos. La joyería crece y en 1973 se realiza uno de los trabajos más espectaculares en la historia de la joyería, según el libro. José Luis Várez, presidenta Laminaciones de Lesaca, encarga una serie de grandes broches para las esposas de los consejeros de la empresa. Rafael diseña 18 piezas diferentes, unos llamativos pájaros de colores en oro y piedras de colores.
Búsqueda de la excelencia
La historia avanza, se suceden las incorporaciones y Claudio Munoa Fagoaga, la nueva generación, se hace cargo del negocio. Estudió en Barcelona y va ocupándose del trabajo, rodeado de un amplio equipo, hasta la muerte de Rafael Munoa en 2012. Claudio combina ahora lo clásico con lo contemporáneo y lanza piezas como la exitodsa Donostibay, una creación para el gran público inspirada en la bahía de La Concha.
Claudio Munoa defiende la pervivencia de su oficio en un mundo que parece jugar en contra. «El éxito de negocios personales como el nuestro radica en la excelencia y en la credibilidad. Por eso nos implicamos en las actividades de la ciudad y pensamos que un comercio personal tendrá siempre sitio en ciudades como San Sebastián», agrega este hombre que conjuga, como las anteriores generaciones, la creación con la responsabiliad de llevar un negocio. Y que no olvida a quienes le antecedieron en el negocio y en la famlia, «incluida mi amatxo, Maite Fagoaga».
Gurpegui enfatiza que Munoa es más que un comercio. «Para mí, contar este siglo del establecimiento y de su saga ha sido como contar una parte del pasado de San Sebastián.Y me gusta pensar que la pervivencia de esta marca, en un mundo impersonal donde mandan las grandes cadenas, permite vislumbrar la posibilidad de que tienen futuro las apuestas personales en una sociedad tan globalizada».