Un submarino de guerra es una nave concebida para ser casi imposible de detectar. Si se preguntara a todos los marineros del mundo, muy pocos o casi ninguno habrá tenido la oportunidad de ver con sus propios ojos a uno de estos monstruos de metal que surcan sigilosos los fondos marinos. Si emergen, es que algo va mal. Las crónicas de DV de la época anunciaron el hallazgo de un sumergible fantasma y relataron un misterioso encuentro en alta mar.
Submarino
detectado a la deriva por dos pesqueros de Pasaia el 4 de diciembre de 1959
María del Coro
María Jesús
GOLFO
DE VIZCAYA
95
millas
es la distancia de la costa en la que se encontró la nave
Getaria
Pasaia
Submarino
detectado a la deriva por dos pesqueros de Pasaia el 4 de diciembre de 1959
María del Coro
GOLFO
DE VIZCAYA
María Jesús
95
millas
es la distancia de la costa en la que se encontró la nave
Getaria
Pasaia
María del Coro
Submarino
detectado a la deriva por dos pesqueros de Pasaia el 4 de diciembre de 1959
María Jesús
95
GOLFO DE VIZCAYA
millas
es la distancia de la costa en la que se encontró la nave
Pasaia
Getaria
María del Coro
Submarino
detectado a la deriva por dos pesqueros de Pasaia el 4 de diciembre de 1959
María Jesús
95
Matxitxako
GOLFO DE VIZCAYA
millas
es la distancia de la costa en la que se encontró la nave
Hendaia
Pasaia
A las 18:00h del 3 de enero de 1959, los pesqueros 'María Jesús' y 'María del Coro', de la empresa Iriberri, zarparon del puerto de Pasaia, como de costumbre, en busca de merluza hacia los caladeros de Gran Sol más cercanos a Francia. La jornada de pesca transcurría sin novedad, hasta que hacia las once de la mañana del día siguiente, a unas 95 millas de la costa, avistaron la silueta de una estructura oscura flotando en la distancia.
Andrés Fajardo, patrón del 'María Jesús Dominaga' y Nicolás Bengoetxea, patrón del María del Coro Dominaga'.
F.E.
Los pesqueros se aproximaron con mucha cautela, sin poder asimilar la magnitud de lo que tenían ante sus ojos. Era un submarino de combate flotando a la deriva. «Nos fuimos acercando y notamos algo raro. No maniobraba con normalidad, así que pensamos en una avería. Pero cuando vimos que no intentaba evitar el encuentro con nosotros, supimos que estaba abandonado», explicó Andrés Fajardo, patrón del 'María Jesús'. Tampoco tenía nombre, solo la inscripción Y-15 pintada en su puente de mando.
Tras comprobar que desde la nave no atendían a ninguna señal, los arrantzales decidieron abordarlo para ofrecer un posible auxilio. Sin embargo, el fuerte oleaje y el peso del submarino hicieron que la maniobra fuera infernal. Un bote tripulado por tres personas salió a su abordaje. Andrés Fajardo, el propio patrón del María Jesús, se encaramó a la cadena de proa y trepó, resistiendo los violentos balanceos de la nave, a merced de las olas. «El sumergible se bamboleaba con unos movimientos tremendos», relató Fajardo. Ya en cubierta, no encontraron signos de vida.
Los pesqueros
informan por radio a su empresa y a las autoridades. El patrullero P-18 acude a apoyar las maniobras
Los arrantzales
suben a la nave y tras verificar su abandono, lo custodian durante días y asisten en su remolque
Y-15
La identificación más visible
del submarino es el ‘Y-15’ que lleva impreso en sus laterales
Los pesqueros
informan por radio a su empresa y a las autoridades. El patrullero V-18 acude a apoyar las maniobras
Los arrantzales
suben a la nave y tras verificar su abandono, lo custodian durante días y asisten en su remolque
Y-15
La identificación más visible
del submarino es el ‘Y-15’ que lleva impreso en sus laterales
Los pesqueros
informan por radio a su empresa y a las autoridades. El patrullero V-18 acude a apoyar las maniobras
Los arrantzales
suben a la nave y tras verificar su abandono, lo custodian durante días y asisten en su remolque
Y-15
La identificación más visible
del submarino es el ‘Y-15’ que lleva impreso en sus laterales
Los pesqueros
informan por radio a su empresa y a las autoridades. El patrullero V-18 acude a apoyar las maniobras
Los arrantzales
suben a la nave y tras verificar su abandono, lo custodian durante días y asisten en su remolque
Y-15
La identificación más visible
del submarino es el ‘Y-15’ que lleva impreso en sus laterales
La Ley del mar determina la obligación de auxilio, que los dos pesqueros de la compañía Iriberri S.A. trataron de brindar. Una vez descartada, quedaba la golosa posibilidad de remolcar el botín a puerto. Los armadores de las dos embarcaciones que se toparon con la nave de guerra informaron a la estación de radio de Igeldo y dos embarcaciones más acudieron al rescate. La información y el estupor recorrieron la costa. La patrullera de la Armada 'V-18' de Pasaia acudió a su encuentro junto al pesquero 'Larra' y el destructor 'Hernán Cortés' navegó desde El Ferrol y arribó a Pasaia para velar por todas las operaciones.
Refugiados en la torreta
Una presa marítima a la deriva era un premio demasiado codicioso como para dejarlo escapar. Ya en un segundo abordaje, tres arrantzales subieron al submarino y se resguardaron en la torreta con «ropa de abrigo, comida, vino y calefacción a base de coñac», sin olvidar el transistor para escuchar las retrasmisiones de fútbol. Los pescadores Antonio Loureiro, Manuel González y Arturo Rey vivieron el remolque y una llegada a puerto no exenta de peligro por la cercanía del mercante 'Monte Altube'. Tras evitarse la trayectoria de colisión, la arribada al puerto de Pasaia se convirtió en un espectáculo por la multitud que aguardaba desde la bocana.
Las maniobras de amarre se prolongaron durante cuatro largas horas, que se sumaron a los tres días anteriores de ajetreo en alta mar. El 7 de enero, el submarino de guerra Y-15, ya atracado, descubría otra identificación hasta entonces no descifrada, oculta en grafía griega: 'Argonaftis'. Su significado literal, traducido como 'marinero del Argo' o 'Argonauta', evocaba a los valientes aventureros de la mitología griega. Por su procedencia, el submarino 'Y-15' en griego, era el equivalente a U-15 en el sistema de designación internacional.
Aún así, los secretos de la nave estaban aún por descubrir. Solo se daba por hecho que el modelo de submarino era inglés y su grafía, griega. Hubo hasta un intento de apropiación indebida, mediante un telegrama, firmado por un sospechoso propietario estadounidense, que daba las gracias por haber encontrado «su submarino privado». Muchas personas querían el botín, pero antes del reparto, tenía que ser inspeccionado por la Armada.
El capitán de fragata Francisco Núñez de Olañeta, fue el encargado de inspeccionar la nave e informó del deterioro que presentaba su interior. En su informe se desvelaba el esfuerzo especial que se había realizado en en interior del submarino para desmantelar los equipos más avanzados. Solo quedaban restos destruidos del sistema de lanzamiento de torpedos y del sonar ASDIC.
HMS Virulent, clase V
Sala
de máquinas principal
Cañón
de 76.2 mm
Tanques de combustible
Tubos lanzatorpedos de proa
Espacio
de baterías
HMS Virulent, submarino clase V
Sala
de máquinas principal
Cañón
de 76.2 mm
Tanques de combustible
Tubos lanzatorpedos de proa
Espacio
de baterías
HMS Virulent, submarino clase V
Periscopio
de búsqueda
Tubos lanzatorpedos de proa
Periscopio
de ataque
Cañón
de 76.2 mm
Sala
de máquinas principal
Almacén de torpedos de proa
Espacio
de baterías
Sala de oficiales
Tanques de combustible
Sala
de control
Hélice
HMS Virulent, submarino clase V
Periscopio
de búsqueda
Periscopio
de ataque
Cañón
de 76.2 mm
Sala
de máquinas principal
Tubos lanzatorpedos de proa
Hélice
Sala de oficiales
Almacén de torpedos de proa
Espacio
de baterías
Tanques de combustible
Sala
de control
62,33m
Eslora
Su peso aproximado era de 545 toneladas
Las investigaciones de las autoridades involucradas pronto revelaron la verdad. El origen del submarino era británico y fue bautizado como 'HMS Virulent' (P95). Un sumergible de la clase V, de 62 metros de eslora y 545 toneladas, construido en los astilleros Vickers Armstrong de Newcastle en 1943, durante la Segunda Guerra Mundial. Sirvió en la Royal Navy británica hasta 1946, cuando fue transferido a la Armada Griega bajo el nombre de 'Argonaftis'.
El submarino Y-15 amarrado al costado destructor Hernán Cortés.
KUTXATEKA
Doce años después, el submarino había sido devuelto a su país de origen para su desguace. El 15 de diciembre de 1958, mientras era remolcado en una singladura desde Malta hasta el Reino Unido, una tormenta rompió la cadena que lo unía al 'Raffle Man', su buque guía. Sin tripulación a bordo, la nave quedó a la deriva en el Atlántico durante semanas, hasta que fue encontrada por los pescadores guipuzcoanos.
1. Botadura del HMS Virulent
En el astillero Vickers-Armstrongs, de Barrow-in-Furness, en el Reino Unido. Submarino de la clase V de la Royal Navy, diseñado para operaciones en el Atlántico y el Mediterráneo. Construido durante la Segunda Guerra Mundial
2. Ejercicios en Escocia
En la bases navales de Campbeltown y Tobermory, en Escocia, el HMS Virulent realizó pruebas de inmersión, maniobras de combate y lanzamientos de torpedos. Estas bases fueron clave para la flota de submarinos británica durante la guerra
3. Transferencia a la Armada Griega
En la reestructuración naval británica de posguerra, el submarino fue cedido a la Armada Helénica. Operó en el Mar Egeo y el Mediterráneo durante la Guerra Fría bajo el nombre 'Argonaftis'
4. Último trayecto y hallazgo
Tras su desactivación en Grecia, fue remolcado de vuelta al Reino Unido. Sin embargo, una fuerte tormenta rompió la cadena de remolque, dejándolo a la deriva durante 20 días hasta su hallazgo en aguas del Golfo de Vizcaya
AUX STEP FOR JS
Pese a su lamentable estado, el submarino permaneció en Pasaia durante dos años, sin que el gobierno británico mostrara un interés real en recuperarlo. Finalmente, en 1961, fue vendido como chatarra a una empresa donostiarra por poco más de dos millones de pesetas.
En la II Guerra Mundial
Hace 80 años, el 6 de mayo de 1945, está datado que el 'HMS Virulent' participó en ejercicios antisubmarinos en Tobermory, Escocia. Estos se centraban en tácticas de detección y neutralización de submarinos enemigos. Eran esenciales para garantizar la seguridad de las rutas marítimas aliadas. Campbeltown o Tobermory, gracias a sus ubicaciones estratégicas, ofrecían un entorno ideal para tales entrenamientos. Ese día, el submarino 'pasaitarra' a buen seguro participó en maniobras de evasión, simulaciones de combate y prácticas de comunicación entre unidades navales. Eran los últimos coletazos de la Segunda Guerra Mundial. Dos días después, el ejército nazi y sus submarinos, los temidos U-Boot, se rindieron ante los aliados.
El testimonioEl vigilante del submarino de Pasaia
«Me tocó la primera guardia del submarino cuando lo amarraron»
Sabin Lersundi, en el lugar aproximado donde hacía guardia en el submarino.
Sabin era un joven de apenas 20 años de edad que vivía en la calle Fermín Calbetón de San Sebastián y cumplía la parte final del servicio militar en la Comandancia de Marina de su ciudad, a cien metros de casa, «por enchufe», tras un periplo marítimo por Cádiz y El Ferrol. «No fui marinero nunca, pero siempre me ha gustado la mar». El día del hallazgo «informaron a su base de que habían encontrado un submarino al garete en la mar. Decían que era inglés», recuerda Sabin.
«En la Comandancia nos cogieron a seis desgraciados para hacer guardia permanente», rememora. «Pero permanente, eh. Prohibido salir. La orden era que teníamos que estar en la torreta de mando del submarino». La nave ya se había amarrado al costado del guardacostas de la Armada V-18, que también estuvo presente en las maniobras de remolque en mar abierto.
Quieto con un fusil
«El submarino entró a mediodía. Cuando lo amarraron, el primero en subir a la torreta fui yo. Habíamos sorteado las guardias y me tocaba de 12 a 2». Sabin no tuvo contacto con los arrantzales que resistieron tres días en la torreta, pero recuerda que «veíamos a lo lejos que estaban muertos de frío». También el tumulto que se formó y los problemas en el amarre, que le obligó a prolongar la guardia «hasta las cuatro».
Sabin Lersundi en la primera guardia del submarino.
Eran dos horas de vigilancia, de día y de noche, cada 12 horas. El lugar, siempre el mismo: «En la torreta. No podíamos ni siquiera andar por la cubierta del submarino. Si llovía, como si no llovía, ahí estábamos siempre, quietos. Ibas uniformado con traje de gala y tenías un fusil, un 'Mauser' con la bayoneta calada y todo».
Todas las guardias se hacían en la torreta del submarino.
A los pocos días llegó un grupo de militares de la Armada para inspeccionar la nave por dentro, junto a a unos buzos de El Ferrol que abrieron las escotillas. «A nosotros ni siquiera nos dejaron mirar. Ni tocarlas. Fueron muy estrictos», sonríe Sabin.
En la patrullera V-18, Sabin y sus cinco compañeros de guardia «hacíamos vida con su tripulación. No nos dejaban salir del barco. No nos dejaban ni menear las orejas». La primera norma era que nadie podía entrar al submarino y a su vez, sus guardianes tampoco podían salir del barco.
DV informaba en su portada de la primera incursión en el submarino, donde su fotógrafo Aygües también hizo el reportaje para la Marina.
Después de la inspección de la Armada, «volvieron a cerrar las compuertas. No nos dejaron ni asomarnos». Aunque tenían curiosidad por ver su interior, «nadie lo intentó. No te la jugabas». A partir de ese momento, los días comenzaron a hacerse cada vez más tediosos para unos chavales de 20 años sin ningún contacto con el exterior y comenzaron a perder la formalidad. «A lo último ya llegamos a ir con uniforme de trabajo y una escoba en vez de un fusil. No venía nadie para nada».
Deserciones a por vino
A pesar de las órdenes expresas, de vez en cuando se escapaban. «Venía un bote desde San Pedro a buscarnos y salíamos del puerto a por comida. Uno de los nuestros, Ces, era de allí, era remero. Recuerdo escapar en el bote, coger después el autobús e ir hasta casa, pedirle a mi madre que nos hiciese un perolo de alubias y volver». La juventud, unida a la picaresca, les empujaron a unas huídas temporales. «Nos daban un dinero para manutención, pero con lo que ahorrábamos en las escapadas comprábamos vino».
Pasai Donibane
Pasai San Pedro
Trintxerpe
Pasai Antxo
Localización
aproximada
del amarre
Pasai Donibane
Pasai San Pedro
Trintxerpe
Pasai Antxo
Localización
aproximada
del amarre
Pasai Donibane
Pasai San Pedro
Trintxerpe
Localización
aproximada
del amarre
Pasai Antxo
Pasai Donibane
Pasai San Pedro
Trintxerpe
Localización
aproximada
del amarre
Pasai Antxo
La custodia del submarino se prolongó hasta «casi la víspera del día de San Sebastián». El 17 de enero de 1959, el destructor Hernán Cortés relevó al guardacostas V-18 para hacerse cargo del sumergible, que quedó varado en un entramado burocrático en el que Gran Bretaña enfrió su interés por recuperarlo y la nave salió a subasta dos años después.
El último visitante
A lo largo de los días de guardia, Sabin veía cómo la espectación que levantaba un submarino de guerra fue decayendo. «La gente se acercaba a observarlo, pero nada más». Siempre era lo mismo, salvo en un caso. «Me acuerdo de un pescador que solía venir de vez en cuando, uno de los que encontraron el barco en alta mar. Venía a preguntarnos a ver cuánto dinero les iban a dar».
Sabin Lersundi en 1959 de guardia en el submarino y a día de hoy en el lugar aproximado del amarre.
LOBO ALTUNA
La venta
2.265.000
Pesetas
Fue la cantidad en la que una empresa de Gipuzkoa compró el submarino para desguazarlo. Algo más de 13.600 euros al cambio actual
Las crónicas de la época hablaban del hallazgo y rescate de una nave abandonada, por lo que una tercera parte de su valor debía ir a manos de los arrantzales. «Era un pescador de San Pedro. Uno de los que resistieron en la torreta del submarino».
A la guardia del submarino le llegaba poca información, por lo que no tenían respuesta. «Nos decía que quería dejar la mar y a ver cuánto dinero sería. Quería montar con su mujer una tienda de comestibles con ese dinero». Dos años después, Sabin supo que se había vendido para chatarra por dos millones y pico de pesetas, pero «no sé si el dinero le llegó al marinero».
Créditos
Narrativa visual
Iñigo Puerta
Fotografía
Lobo Altuna, Kutxateka, F. E., S. Lersundi
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