Félix Maraña, en un establecimiento hostelero del barrio de Gros, su 'territorio' en Donostia, junto a un ejemplar de su poemario. Iñigo Royo
Félix Maraña | Escritor

«Decir que soy un cascarrabias es la mejor manera de anatemizarme»

El autor y editor publica su primer poemario en cuarenta años, en el que reivindica su trayectoria, ejerce el humor y despide a los amigos ya fallecidos

Alberto Moyano

San Sebastián

Viernes, 7 de julio 2023, 02:00

Cuatro décadas ha tardado Félix Maraña (León, 1953) en publicar su segundo poemario, 'El bosque no es un árbol repetido-Sonetos y soñetos' (Ed. Huerga & ... Fierro). El escritor, columnista, infatigable crítico cultural y tejedor de tantas complicidades entre los creadores vascos del último medio siglo, reúne en este volumen más de un centenar de poemas, la mayoría recientes, sobre un sinfín de temas: de la vejez a la política, del urbanismo a la evocación de los amigos fallecidos, del «país de La Zurriola» a la anécdota cotidiana y los recuerdos de toda una vida. Un volumen, en definitiva, tan inclasificable como su propio autor.

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– ¿Qué es este poemario? ¿Un punto y seguido o un punto final?

– Yo he escrito toda mi vida poesía, desde niño. Nunca he dejado de escribirla. Si no había publicado desde hace cuarenta años no es porque no haya tenido oportunidad, sino porque yo he dado más importancia a la obra de los demás que a la mía, eso es literal. ¿Por qué? Porque entiendo la cultura como un asunto colectivo. Y de hecho, este libro es un diálogo con los demás.

– No me ha contestado.

– No, no es un punto final. Tengo unos treinta libros de poesía escritos, pero no amenazo con publicarlos ahora.

– Pero el tono del libro es abiertamente crepuscular, parece casi una despedida.

– También. Los poemas de la primera parte y bastantes de la segunda están escritos en 2020, pero no me los provocó la pandemia, sino la situación. Tuve una crisis de salud. Todas las analíticas eran muy buenas y los médicos me decían que no tenía nada, pero yo no estaba bien, tenía la sensación de que me iba a pasar algo.

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– De hecho, el libro se abre con un poema de gratitud hacia el personal sanitario.

– Lo escribí en la duermevela de la UCI. Yo no sabía si iba a salir de allí y tampoco les iba a pedir a las enfermeras papel y boli, me parecía cursi. Hice un esfuerzo mental, que no debí hacer porque, según los médicos, yo tenía las enzimas coronarias alborotadas. A los tres días de salir de la UCI, lo escribí en el móvil tal y como se ha publicado. Pero el libro no es crepuscular.

El 'país de la Zurriola'

«Para mí es un escenario importantísimo: ahí vivieron los hermanos Luis y Leopoldo Panero, y Machado besó a Guiomar»

– Sin embargo, ese episodio de salud se proyecta como una sombra sobre todo el poemario, que además a partir de un momento se convierte en un camposanto, de tantas evocaciones a los muertos.

– Coincide con que mueren muchos amigos. Entiendo la poesía como un canto, está hecha para ser cantada. Salvo los poemas de Oteiza y de mi madre, que son de hace veinte años, el resto los escribí de forma espontánea. Sí he sido un repentista en paro igual que soy un humorista en paro porque el mundo en el que estábamos no andaba para humoradas, sino para la reflexión.

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– Son tantas las referencias personales, que a través de las notas a pie de página casi se puede construir su biografía personal.

– No he querido ser exhaustivo, pero cito a una serie de personas e instituciones que me tocan.

– En su periplo vital, hay muchos libros que le marcan, pero ahí despunta su encuentro con 'Humano animal', de Santiago Aizarna.

– Me parece un libro trascendente. Comienza con una frase de Pablo Neruda, «a veces sucede que me canso de ser hombre». Yo, no. Ahora vivo con nostalgia del futuro. Cuando Aizarna presentó el libro, nos conocimos y me invitó a sumarme al equipo de la revista Kurpil. Y ahí estuve, haciendo de todo, entendido como una aportación a un trabajo colectivo.

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– En el libro, al margen de las referencias a la vejez física, también hay alusiones a la pérdida de los recuerdos y de la memoria.

– Efectivamente. La memoria es lo que conforma la mentalidad del mundo. Sin memoria no hay discurso, ni libertad.

– Me refiero a la individual.

– Por supuesto. Cuando tuve la crisis de salud, estuve unos nueve meses en los que le decía a la gente: «Estoy bien, pero mi cabeza está en el extranjero». No he perdido nada de memoria.

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Crisis de salud

«Estuve en la UCI en 2020. Después, pasé nueve meses en los que estaba bien, pero mi cabeza estaba en el extranjero»

– Se nota porque el soneto es un formato muy exigente.

– Ha estado muy mal visto en España en el último medio siglo. Cuando enviabas uno a alguna revista, llamaban al 112 porque coparon la poesía una serie de personas que jugaban a eso. Te exponías a la censura del gremio de los poetas vivos y al ostracismo. El soneto es una estructura intelectual, una arquitectura que también conforma una mentalidad. No todo el mundo en Euskadi puede ser bertsolari, ni repentista. Y no todos los poetas saben escribir un soneto. Los sonetos tienen que tener una idea, si no, está desnudo. Por cierto, Aizarna es un gran sonetista, aunque no los publica.

– ¿Cree que su fama de cascarrabias ha eclipsado otras facetas de su actividad? Incluso a su propia vocación de «humorista en paro»...

– Decir que soy un cascarrabias es la mejor manera de anatemizarme. Cuando hemos sacado ahora el comunicado en favor de la autonomía de León, nos han llamado «etarras», «separatistas» y la de dios. Es el anatema. Efectivamente, esa fama no me preocupa, pero quienes me conocen de cerca pueden decir cómo me he entregado a los demás y que he pagado las cuentas en los bares. Es un anatema que utilizan quienes no soportan el criterio, la crítica, el pensamiento crítico, la idea divergente. Todo parece convenir en la adulación y el retraimiento. La tarea de muchos intelectuales parece más estar en el acomodo, y ya se está viendo ahora cómo intelectuales que han medrado a la sombra de las administraciones socialistas ahora se postulan y loan a la derecha.

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– ¿Se siente reconocido?

– No. No me siento reconocido. Sí por la gente anónima, pero no por el sistema. Yo he publicado libros y la gente ni me ha hecho caso. Yo no quería cambiar la sociedad, pero tampoco que la sociedad me cambiara a mí. Y eso es lo que he peleado. ¿Es un mérito? Pues sí. Eso me ha permitido ser una persona libre.

Ambiente convulso

«Sí he sido un repentista en paro igual que soy un humorista en paro porque el mundo no andaba para humoradas»

– ¿Lo atribuye a un desinterés general por la cultura o es algo deliberado?

– Comprendo que el pensamiento estorba, que la conciencia crítica estorba y molesta. Ya sé que hay quien dice: «Es que Maraña...» Para mí hubiera sido muy cómodo dejarme llevar. Ahora, yo no vengo a llorar porque he sido un privilegiado en el sentido de que he hecho las cosas que quería hacer.

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– Sí hay en el libro un soneto en el que da un tirón de orejas al intelectual que se arrima al sol que más calienta...

– Está clarísimo. Hay alguno que me ha insultado en dos o tres libros, llamándome «etarra». Veo que el intelectual está ahora en la reserva. Yo no disocio el pensamiento político de la acción cultural. Por ejemplo y respecto al indulto a los independentistas catalanes, yo creo que una sociedad que otorga el perdón es mucho más fuerte. Es curioso que un grupo de intelectuales, creados a la sombra del PSOE, arremetan contra el Gobierno, incluso deslegitimándolo. He sido crítico con las instituciones y fui crítico con el Congreso Mundial Vasco por el dinero que se gastaron en cenas y cenitas, y que no sirvió para nada, excepto para que Eugenio Ibarzabal cambiara de vida. He sido un hombre incómodo, molesto, pero también le llamaban «cascarrabias» a Baroja y no me comparo con nadie.

– Muchos de estos poemas recogidos en el libro los publicó antes en Facebook. Se lleva bien con las redes sociales.

– No tengo ningún tipo de idea sobre la propiedad intelectual. Hay gente que esconde sus poemas. Yo, no. Veo a intelectuales que las desdeñan. Las redes requieren una tensión. Hay gente que me dice en privado: «No digas estas cosas en internet». Pero yo estoy dispuesto a discutir sobre lo que sea.

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