'Cuadernos de tierra' Manuel Moyano (Editorial Menoscuarto)

«Solo me alentaba lo que los anglosajones llaman 'wanderlust', la necesidad imperiosa de vagabundear porque sí, sin justificación ni motivo algunos». Y con ese afán Manuel Moyano (Córdoba, 1963) emprendió hace años unas caminatas que duraron varios días por valles y sierras de Murcia, Albacete y Alicante, siguiendo el consejo de Stevenson, «estar abierto a todas las impresiones». De aquella pulsión por andar no por espíritu deportivo, sino como «la búsqueda de un impreciso estado mental» cosecha ahora 'Cuadernos de tierra'. El resultado es una obra en la que el protagonista, sin perder el olfato como rastreador de historias, se busca en el agotamiento físico mientras recorre una geografía agreste en una época, el verano, en la que el Sol en el sureste ibérico es plomo fundente.

Manuel Moyano narra ese peregrinaje sin objeto, a lo Jack London, con una escritura tersa, solo en apariencia sencilla. Cautiva al lector porque más allá de las pinceladas sobre el paisaje físico y humano, le hace partícipe de sus sensaciones ante la llamada de lo salvaje, aunque esta apele a remontar el río Mula.

«El camino es una experiencia tan intensa que, en comparación, la vida cotidiana parece desprovista de aliciente. Cierta sensación de vacío se apoderó de mí. Pensé entonces que el camino te da un argumento del que la vida carece. Mientras se camina, la vida parece tener algún sentido», escribe el autor de 'El imperio Yegorov'.

Ese vagabundaje sin fecha de retorno, en ocasiones pasando la noche al raso, le dará ocasión también a toparse con las sombras perennes de crímenes del pasado: el de un autoestopista alemán que cuando fue detenido portaba en su mochila una fiambrera con filetes frescos de carne humana; un triple crimen perpetrado en zona republicana durante la guerra, y la historia de un nazi que vivió en una aldeuela olvida de la sierra alicantina. Materiales de primera para un escritor que Moyano bruñe con su acrisolada calidad.