Libros, discos y cultura en directo, a domicilio

En lo que respecta a Durangoko Azoka, las autoridades sanitarias pueden estar tranquilas. De momento, no parece que se le pueda achacar ninguna responsabilidad en la resistencia a remitir de la curva de contagios, porque ni en la villa -en la que se advertía el movimiento propio de la mañana de un sábado frío y desapacible-, ni en los dos escenarios principales de Durangoko Azoka -Plateruena y Landako Gunea- se advertían aglomeraciones. Se podía elegir plaza para aparcar en el parking subterráneo de Landako, con eso está todo dicho.

El primer día estuvo marcado por un susto tecnológico, actividad cultura escasa y un acto de inauguración en el que el mensaje de los representantes de la organización y de las instituciones que apoyan a la Azoka fue unánime, y consistió en invitar a la sociedad a sumarse al esfuerzo de este año llenando la cesta de productos culturales en la tienda virtual.

En la segunda jornada, la de ayer, recurriendo a uno de los muchos símiles cardiológicos a los que da lugar el hermoso cartel de Ane Pikaza, que representa un corazón colorido que florece en medio de la grisura general, el latido de Durangoko Azoka se estabilizó en las pulsaciones que, salvo sobresaltos, mantendrá hasta su clausura.

Es probable que se aceleren un poco más en la zona de Landako Gunea destinada a acoger el centro logístico de una de las apuestas más arriesgadas que ha hecho Durangoko Azoka en sus 55 años de vida: la macrotienda virtual. Ayer a media mañana seguía dando salida al tapón que provocaron problemas técnicos que se produjeron el viernes, pero ya iba recuperando el resuello.

Mientras tanto, en la medida en que se están adentrando en un terreno completamente desconocido, los organizadores se preguntaban qué les depararan los próximos días. A pie de obra, Arantza Atutxa, gerente de Gerediaga Elkartea, ponía un ejemplo sencillo e ilustrativo: «Como no somos capaces de anticipar cuántas compras se van a realizar, ni tan siquiera sabemos si hemos encargado suficientes cajas».

A falta de precedentes, tampoco le resultaba fácil valorar la marcha del primer día, condicionada por la parada técnica que tuvieron que hacer por la mañana. «Una parada -aclaraba-, que no tuvo que ver con el exceso de tráfico, sino que se realizó para corregir algunos problemas que estaba dando el programa».

El tráfico, en cualquier caso, fue considerable, ya que en algunos momentos se estuvieron gestionando de manera simultánea hasta 700 pedidos. No todos llegarían al clic definitivo, pero aunque no hayan dado datos concretos acerca del número de pedidos del primer día, los mil primeros -los que recibían como obsequió una bolsa con el logo de esta edición-, se alcanzaron la tarde del viernes, a las pocas horas de haberse restablecido plenamente la operatividad de la tienda virtual.

En hecho de que en la nota de prensa que resumía la jornada de ayer afirmaran que «el ritmo fue frenético en el almacén de la tienda virtual» induce a pensar que la marcha no decayó.

En general, el sistema que han ideado es sencillo y eficaz. Y funciona. Ayer a la mañana ya estaban llegando los paquetes a los domicilios de los primeros compradores... Es cierto que la visita a la tienda virtual no quedará en la memoria de los usuarios como una experiencia extraordinaria, pero no plantea dificultades que no puedan superarse con un poco de paciencia.

Tanto en euskera como en castellano, las 2.300 referencias se presentan en cuatro categorías: libros, música, revistas y otros. Salvo en el caso de las revistas, cuentan con sus propias subcategorías (más de 20 en el caso de los libros, una docena en el apartado de música), que van allanando el camino. La tienda, a la que se accede a través de la web de la Azoka (durangokoazoka.eus), también tiene un buscador que, pese a estar lejos de ser una herramienta ultrasofisticada que afina al máximo, ayuda a llegar al destino. El proceso de compra y pago, por su parte, es sencillo y rápido. Si surge algún problema, hay un teléfono a disposición del usuario.

En lo sustancial, el espacio de Landako que se ha destinado a tienda y almacén, ocupado por mesas larguísimas sobre las que se han dispuesto los productos que han depositado los 184 participantes en la Azoka, recuerda mucho al Landako de siempre, en versión silenciosa y despoblada.

En ese recinto enorme en el que durante estos días se recorrerán muchísimos kilómetros, la maquinaria se pone en marcha en cuanto la hoja de pedido se verifica y sale por la impresora, con su correspondiente número. Pasa de ahí a manos de los jóvenes que, de mesa en mesa, van buscando y recogiendo los productos que componen la lista hasta completarla.

No es tarea fácil, porque no tienen más pistas o más claves que un cartel con el nombre de la editorial o la discográfica, pero el proceso no se demora demasiado. Ayer, además, tuvieron que reforzar el equipo y elevar a nueve el número de trabajadores para poder dar salida sin perder el paso a los pedidos que se acumularon el primer día y que tampoco dejaron de entrar el segundo.

Una vez completado el pedido, pasa al mostrador en el que se empaqueta y se etiqueta. A primera vista, muchos de los pedidos parecían superar los 45 euros que garantizan un envío libre de gatos. Los paquetas acaban en una jaula desde la que, en dos recogidas diarias, se incorporará a las rutas de reparto de Correos Express, el operador que se ocupa del último tramo del viaje.

Al igual que las compras, que podrán realizarse hasta el último momento, la programación cultural también llega ya en directo a todas las casas a través de los dos canales de streaming que hoy seguirán emitiendo en directo todo cuanto ocurra tanto en Landako como en Plateruena. Para la versión presencial ya casi no quedan entradas.