Las lágrimas de Mariza como símbolo

El donostiarra Mikel Camino también estaba emocionado esa noche en el backstage de la Plaza de la Trinidad. Su empresa, Syntorama, 'lleva' a Mariza, y vivió en carne propia la intensidad del concierto. «Todos los artistas llevan meses confinados, sin actuar, y estos primeros conciertos avivan todas las emociones. Mariza ha bajado del escenario con lágrimas y ha dado un conciertazo en este espacio siempre imponente de la plaza». Porque la cantante portuguesa sorprendió a todos cuando bajó a la plaza a ofrecer su último bis, paseando su bella y poderosa voz entre los espectadores. Fue como la 'comunión' final, rubricada por la ovación de un público en el que figuraban desde el alcalde de la ciudad, Eneko Goia, hasta uno de los premios 'gordos' de esta edición, Iñaki Salvador, entregado en la primera fila.

Las mascarillas y los aforos limitados no han cortado las emociones: más bien las han acelerado, porque para muchos artistas y buena parte del público eran los primeros conciertos tras el confinamiento. Ha habido momentos de especial catarsis, aunque quizás el 'top' se diera el sábado en el Kursaal con la actuación de Silvia Pérez Cruz y Marco Mezquida. Para la catalana era también su primer concierto tras estos meses de parón y la sensibilidad estuvo a flor de piel. Cada concierto tiene su punto: ayer el pianista Joachim Kühn maravilló con su perfección técnica, completada con su instinto de comunicación con el público, y los noruegos de Rymden sorprendieron a los espectadores en la despedida de la Trini, esa Trini extraña, con menos gente pero más confortable, y con la virtud por primera vez de contar con entradas numeradas. Los habituales agradecen que no ha habido que hacer colas. Se irá el Covid, esperamos, y crecerá el aforo, pero las entradas numeradas parecen haber venido a la Trini para quedarse. También siguen los familiares ruidos cercanos: este año apenas han llegado ecos de la Gastronómica, pero sí las voces de los bares de la calle 31 de Agosto. Cuando Mariza bajaba su deliciosa voz se colaban los sonidos de degustadores de vino y pintxo. Peajes de estar en el corazón de lo Viejo.

Ha sido extraordinario hasta el tiempo: por primera vez en años la lluvia no apareció. A cambio, el sol y el calor mermaron público a alguna de las citas del txikijazz: por ejemplo, ayer en la Zurriola. Los asistentes se refugiaban a la sombra del Kursaal para aplaudir a Sara Mansilla y Los Juanes, que lo dieron todo para complacer a los más jóvenes. Y así termina la 55. Parecía imposible, pero se logró. Aplausos.