La plaza de la Trinidad, espacio de referencia, pero no único, del Jazzaldia. PACO MARÍ / FONDO MARÍN

1975 | El «grandioso» recital de Ella Fitzgerald

La calle de la memoria ·

En su décima edición, el Festival de Jazz celebró dos concierto en el Velódromo. Uno, aquel recordado recital de Ella Fitzgerald, el único que dio en nuestra ciudad, con la sorpresa de que cantase canciones latinoamericanas

Mikel G. Gurpegui

San Sebastián

Miércoles, 22 de julio 2020, 08:53

Hoy que estrenamos, con condicionantes pero con mucha ilusión, una nueva edición del Jazzaldia, en esta calle de la Memoria nos quedamos en la de ... 1975. La décima edición del Festival de Jazz fue la de la madurez, el salto al Velódromo y la «genial actuación de Ella Fitzgerald», como afirmó DV en un titular publicado tal día como hoy, el 22 de julio de 1975.

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El año anterior, en 1974, el festival había vivido la primera salida de la acogedora plaza de la Trinidad a espacios con mayores aforos. Fue con el concierto de Charles Mingus en el Polideportivo. En 1975, en su décimo aniversario, el Jazzaldia se estiró hasta el Velódromo, espacio al que volvería desde 1979.

Entre el 19 y el 24 de julio, el X Festival de Jazz celebró tres conciertos de grupos amateurs y seis profesionales en la 'Trini', pero para sus grandes figuras se trasladó por primera vez al Velódromo de Anoeta.

El domingo 20-VII-1975 con la gran Ella Fitzgerald, precedida por el trío de Tete Montoliu, y al día siguiente con la doble actuación de Oscar Peterson y Dizzy Gillespie. Hoy comentaban en nuestro diario la primera de las citas, con buen ambiente y mucho público (sus 6.000 espectadores marcaron el récord del Jazzaldia... durante apenas cuatro años), aunque con problemas de sonido.

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En su décima edición, el Festival de Jazz celebró dos concierto en el Velódromo. Uno, aquel recordado recital de Ella Fitzgerald, el único que dio en nuestra ciudad, con la sorpresa de que cantase canciones latinoamericanas

«Es de lamentar la deficiente acústica del Velódromo, que impedía juzgar en todo su valor el magnífico jazz que sabe hacer Tete Montoliú. Su música es auténticamente creativa y personal, imprimiendo a cada uno de sus temas un acento diferente y una calidad extraordinaria (...)».

Después llegó Ella, la estrella de la noche. «Tras pedir que no se le hicieran fotografías, pues es 'alérgica al flash', empezó su concierto, que iría subiendo en calor y calidad, consiguiendo levantar al público de sus asientos en varias ocasiones. Los temas, interpretados de un modo magistral y conocidos de la mayoría del público, dieron la muestra de lo que es capaz de hacer esta genial cantante de jazz. Entre ellos, Ella cantó un 'potpourri' de canciones sudamericanas, que sonaron en su voz de un modo diferente al que estamos acostumbrados, mostrando hasta qué punto el jazz no tiene una regla fija».

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La cosa acabó con el Velódromo en pie, un bis y excelente sabor de boca. «En definitiva –concluían en DV–, un recital absolutamente grandioso».

El abono, a 1.100 pesetas

Como curiosidad, asistir a aquella única actuación de Ella Fitzgerald en Donostia costaba 200, 300 o 350 pesetas, según las localidades. Para las once sesiones de aquel décimo Festival de Jazz se pusieron a la venta abonos al precio de 1.100 y 1.400 pesetas.

Para el anecdotario quedó la participación, en la tercera y última sesión dedicada a grupos aficionados, de uno británico, Last Exit, cuyo bajista era un tal Gordon Sumner, años después más conocido por su sobrenombre, Sting.

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