Entre los años 1995 y 2000, el pianista germano Joachim Kühn tuvo el honor de acompañar al piano al saxofonista neoyorquino Ornette Coleman (1930-2015), ... una de las vacas sagradas del free jazz. En cada uno de los 16 conciertos que ofrecieron como dúo, el repertorio siempre fue diferente y estuvo integrado por composiciones inéditas que Coleman jamás llegó a registrar en un estudio. Kühn, por supuesto, atesoró las partituras –unas 170 composiciones– y 20 años después, ha plasmado una docena de ellas en un disco de piano solo llamado 'Melodic Ornette Coleman-Piano Works XIII'.
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Tal vez llame la atención en el título del álbum el deseo de vincular con la melodía a un artista iconoclasta y renovador del jazz que suele ir más asociado a estructuras libres y no siempre asequibles para el gran público. Kühn es consciente de ello y, quizá por ese motivo, lanzó un mensaje de tranquilidad a los menos avezados: «Esto es free jazz, pero Coleman tiene también melodías hermosísimas».
Y con una de ellas empezó, precisamente. En 'Songworld', como después haría en 'Somewhere', el pianista se recreó en paisajes calmos, introspectivos y rebosantes de lirismo. A piano solo y despojadas del soplo furibundo de Coleman, las melodías podían parecer algo más domesticadas. Sin embargo, Kühn no perdió ocasión de introducir estallidos de furia pianística en fragmentos en los que atacó las teclas con una velocidad inusitada.
Curiosamente, en su concierto de la víspera, Sílvia Pérez Cruz y Marco Mezquida hicieron una personal versión del 'Lonely Woman' de Coleman y el pianista menorquín animó al público a ir a ver a Kühn al día siguiente porque habua escuchado que, pese a su talento y su fama, llevaba pocos tickets vendidos. Al final, no fue para tanto. El Victoria Eugenia registró una buena entrada y volvió a sonar, con su reconocible estribillo, 'Lonely Woman, en una revisión delicada y enérgica al mismo tiempo.
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En esa tensión fluctuó un recital soberbio que después de 'Beauty and Truth' hermanó a Ornette Coleman y a Jim Morrison. «No es tan difícil, es todo material de los años 60», bromeó el artista alemán afincado en Ibiza antes de su magnífica reinterpretación del 'The End' de The Doors. En ella siguió jugando a alternar los papeles del doctor Jekyll y Mr. Hyde: unas veces acariciaba su piano y otras lo atacaba con fuego de artillería digno de 'Apocalypse Now', la película que incluyó en su banda sonora aquel incunable del rock.
Tras el bombardeo regresó la calma con 'Stardust', uno de los standards más célebres del jazz firmado por Hoagy Carmichael, y 'Cantour', una insinuante composición del estadounidense Mal Waldron. Para el final se reservó Kühn obras propias como 'Epilogue of Hope', de título muy oportuno en este pandémico presente, así como otra rabiosa improvisación en clave de free jazz en la que siguió combinando técnica y emoción con excelentes resultados.
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Elegante y humilde, volvió a levantarse del piano y a utilizar el micrófono ubicado al frente del escenario para dirigirse al público por última vez y reconocer que «no es fácil asistir a un concierto de piano solo a mediodía». Una vez hubo agradecido la «energía» recibida, interpretó un único bis, 'The Feeling Never Stops', una pieza inédita compuesta durante el confinamiento: el título de esa balada romántica resume a la perfección el estado actual de un músico de 76 años que lleva en activo desde los años 60 y que sigue explorando con éxito su capacidad de emocionar.
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