Mikel Azpiroz: «La imperfección en la música ayuda a que el resultado sea real»
El músico donostiarra presenta este viernes en el Victoria Eugenia y en formato de trío 'Islak', un disco en el que afloran todas sus influencias
El Victoria Eugenia acogerá este viernes a las 19.30 horas la presentación de 'Islak', el tercer disco que el pianista Mikel Azpiroz lanza al ... margen de proyectos como Lau Behi o Elkano Browning Cream. Un pájaro creado con hojas de árboles por su hijo Jon decora la portada del álbum, grabado a dúo con Karlos Aranzegi a la batería, aunque en directo se les sumará Fernando 'Lutxo' Neira al contrabajo. La función, advierte, será totalmente acústica, sin micrófonos.
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– ¿Por qué motivo?
– Para preservar las cualidades acústicas del maravilloso piano Steinway de cola de un teatro perfectamente acondicionado para un concierto sin micrófonos, como los de la música clásica. A veces voy a recitales de este tipo y siempre me parece que la amplificación del sonido, más que aportar, resta en lo referido a la acústica. Tocaremos el disco en orden y sin interrupciones ni aplausos. Planteamos una especie de viaje musical para el que es importante crear un ambiente y mantenerlo hasta el final.
– El título del álbum esconde un doble significado en euskera: 'islas' o 'reflejos'.
– Cada tema lo he visualizado como una isla a la que acercarme y explorar. La música sirve para viajar mental y sensorialmente, para transportarte a otros lugares, y desde niño siempre me atrajo esa capacidad de hacer soñar y fantasear.
–¿Pensaba en algún tipo de isla en particular?
– Mi proceso compositivo es muy espontáneo y siempre trato de evitar caer en lo metódico. En realidad, ha sido una exploración a través de melodías y sensaciones. Siendo yo de Donostia, tal vez hayan influido las sensaciones que tengo cuando atravieso a nado la isla de Santa Clara, algo que hago muy a menudo, y más todavía después del primer confinamiento. El viaje nunca es igual: influye el tipo de día, la meteorología, la marea, el aire, las nubes, si el agua está clara o turbia... Son sensaciones análogas a las que puedes tener cuando creas música o la interpretas.
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«Cada tema es como una isla a explorar; siempre me atrajo el poder de la música para fantasear»
– No es un disco de piano solo como lo eran 'Gaua' (2013) o 'Zuri' (2016)... Aranzegi le acompaña a la batería y a la percusión en la mitad de los temas...
– Quería seguir por el camino estilístico de 'Gaua' y 'Zuri', pero aquellos discos estaban interpretados muy 'ad libitum', de manera muy libre, conmigo solo al piano. En 'Islak' había piezas que me pedían un acompañamiento rítmico, pero preservando el espíritu introspectivo, intimista y pausado.
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– Son dos músicos, pero en ocasiones parecen un trío clásico de jazz con bajo incluido...
–Sí, porque Karlos Aranzegi me acompaña en varios temas a la batería y a la darbuka, y en algunos pasajes añadí el sonido de un sintetizador analógico haciendo la función del contrabajo con sus características de ataque rápido y percutivo.
– En el disco afloran el blues y el jazz, los aires vascos, el góspel, los ritmos afrocubanos...
– ...y la música clásica. Efectivamente, en este disco no es difícil detectar las influencias ni mi bagaje musical: ni lo puedo evitar ni lo intento. Enseguida aparecen escalas de blues, pequeños fraseos que se acercan al jazz... Todos estos estilos los tengo bien mezclados y revueltos en mi cabeza, de manera que terminan aflorando. Intento hacerlo, eso sí, de manera personal y natural. Son elementos que reflejan lo que he mamado desde niño.
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– Ha grabado el disco en un piano de cola Steinway & Sons modelo B de 1978. ¿Por qué es especial para usted?
– Porque en mis viajes por el mundo he tocado muchos pianos de esa marca, que es la principal casa de pianos en la industria musical, y éste tiene una calidad tímbrica excepcional. Perteneció al fallecido Juan Padrosa, mi profesor de piano en el Conservatorio de Donostia, alguien que cuando yo estudiaba música clásica de chaval supo captar muy bien mi inclinación hacia estilos más modernos como el blues y el jazz. En aquella época, eso era transgresor en un conservatorio, y en vez de cortarme las alas, él me apoyo. Fue un mentor importante y es un placer grabar un disco con este piano por primera vez. Imanol Lizaso, afinador de Orio que también es uno de los principales proveedores de piano del Estado, me ayudó a ponerlo a punto.
– El álbum está registrado en su estudio casero. ¿Cómo fue la grabación?
– El reto ha sido investigar y perfeccionar las técnicas de grabación para dar al oyente la sensación de estar sentado junto a nosotros. Experimentamos mucho con la microfonía y la batería, por ejemplo, está grabada a seis u ocho metros del piano. Es decir, no pusimos micros en la batería, sino que captamos el sonido desde los micros del piano para obtener una sonoridad más sugerente. De otro modo, posiblemente se habría perdido la magia que buscábamos.
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– Ese objetivo de sentar a su lado al oyente se cumple en un tema como 'Kimuak', en el que se escucha el sonido del teclado, el crujido de los pedales...
– Para mí son elementos naturales y no los he acentuado, pero tampoco los he evitado. Me parece interesante que se perciban los crujidos de los pedales o el sonido de los martillos del piano porque son parte del instrumento. A priori podrían parecer distorsionadores, pero son complementarios. En la música intento evitar la perfección porque la imperfección ayuda a que el resultado sea real. Y no sólo en la música: el arte que me gusta suele tener imperfecciones detectables, como la vida, que también es así. Me gusta pasear con sol, pero también con lluvia, o viento: no espero a que salga el día perfecto.
– El año pasado me decía en otra entrevista: «Aún necesitamos espacios de intimidad, silencio e introspección». En cierto modo, hemos ganado esos espacios, pero por efecto de la pandemia. Cuando termine, ¿volveremos a las andadas?
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– Ojalá hayamos aprendido algo de todo esto, pero no tengo demasiada fe. Sería deseable que bajáremos el ritmo porque vivimos en una sociedad frenética. Deberíamos pararnos a disfrutar de pequeños espacios de tiempo. Proyectos como Elkano Browning Cream me aportan cosas más dinámicas, pero este disco está en el lado opuesto y lo entiendo como una reacción propia frente a lo frenético, es una invitación a ''parar y vivir el presente.
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