Gure Zirkua, a punto para la temporada más atípica

El coronavirus no ha conseguido echar por tierra la temporada 2020 de Gure Zirkua, pero le ha obligado, como a la práctica totalidad de las actividades, a amoldarse a las nuevas circunstancias y a modificar algunas de sus características, como la itinerancia, prácticamente consustancial al mundo del circo.

El pequeño circo que en 2017 presentó el actor de profesión y payaso de corazón Iker Galartza en Amezketa, su localidad natal, y que en los dos años posteriores recorrió Euskal Herria encadenando llenos, se ha hecho grande, ya que cuenta con una carpa que dobla en capacidad a la original. Pero, al mismo tiempo, ha tenido que renunciar a la movilidad, de modo que Gure Zirkua permanecerá hasta mediados de agosto en Orio, donde el próximo viernes, 17 de julio, ofrecerá la primera de las 23 funciones inicialmente previstas. No obstante, mantiene intactas dos de sus principales señas de identidad: Gure Zirkua vive en euskera, y uno sus objetivos prioritarios sigue siendo ofrecer una plataforma y oportunidades de trabajo a los artistas de circo vascos.

Solo faltan cuatro días para que en la carpa roja y blanca que se levanta en una explanada junto al Oria, entre el campo de fútbol y un parque infantil, se enciendan los focos y suene la música. El interior, en el que quieren recrear el estilo de la carpa anterior, todavía no se ha terminado de acondicionar. Empiezan los ensayos. Hay mucho trabajo pendiente y el tiempo disponible empieza a escasear.

Iker Galartza se escapa unos minutos para contar cómo la gran carpa de un circo portugués cerrado ha terminado en Orio, y qué se verá en su interior durante, por lo menos, un mes. Empieza por recordar cómo, siguiendo la estela de los dos años anteriores, en los que atrajeron a más de 65.000 espectadores, ya tenían prácticamente cerrados todos los compromisos de la gira de 2020. Iba a comenzar en primavera.

Obviamente, las fechas previstas fueron cayendo una tras otra, «y cuando las cosas se empezaron a normalizar un poco nos dimos cuenta de que todo avanzaba muy despacio y de que, además, nosotros seríamos de los últimos en poder abrir. No queríamos renunciar a la temporada, y primero pensamos en seguir con la pequeña carpa de siempre, pero con las medidas de seguridad que había que implantar, y teniendo en cuenta que vivimos única y exclusivamente de la taquilla, nos dimos cuenta de que nos veríamos obligados a reducir mucho el espectáculo para que fuera más o menos viable».

Después de «darle muchas vueltas», la solución por la que se decantaron fue buscar una carpa más grande y un lugar donde montarla. La carpa, de alquiler, la encontraron en Portugal. El espacio, en Orio. Los tres trailers que han sido necesarios para transportar la carpa, un montaje largo y complejo para el que, además de tractores y grúas, ha sido necesaria la ayuda de los propietarios, así como la colaboración del Ayuntamiento de Orio, que ha cedido el terreno, han permitido que, finalmente, el primer circo en euskera plante cara a la Covid-19 y, en su temporada más atípica, afronte su particular 'más difícil todavía'.

Iker Galartza no oculta que la apuesta por mantener la temporada es arriesgada, porque los gastos que implica la decisión que finalmente han adoptado son considerables. Acentúa la inquietud el hecho de no saber «si de repente pasa algo y tenemos que volver a cerrarlo todo».

La respuesta que han obtenido por parte del público les anima a ser optimistas. Inicialmente tenían previstas ocho funciones, y en vista de que, tal como suele ser habitual en ellos, las entradas para aquellas primeras funciones volaron –se vendieron 2.000 en las primeras 48 horas–, se han animado a aumentar la oferta con otras 15 funciones, ofreciendo un total de 23. Además de en la propuesta artística de Gure Zirkua, Galartza confía en las buenas comunicaciones por carretera que tiene Orio y en el resto de los atractivos de la localidad para que acercarse a la misma y disfrutar del circo sea uno de los planes de un verano que nos está obligando a reinventar muchas cosas.

Quienes se acerquen a Gure Zirkua disfrutarán de «un espectáculo con muchas novedades, porque durante el confinamiento los artistas han estado muy creativos». Las medidas de seguridad también están garantizadas. Esa ha sido, de hecho, una de las razones para optar por una carpa de 30 metros de diámetro que dobla en tamaño y en capacidad a la anterior. No tiene su encanto y no se puede llevar de pueblo en pueblo, pero las prioridades de Gure Zirkua están claras.

Para extremar la seguridad, en lugar del 60% del aforo autorizado se van a limitar al 50% de la capacidad total de la carpa, que es de 560 plazas. Así, un máximo de 280 personas podrán asistir a cada función, garantizándose la distancia de seguridad entre cada uno de los grupos familiares. Del mismo modo, a fin de disponer del tiempo suficiente para desinfectar la carpa después de cada función, han optado por realizar de miércoles a domingo un único pase a las 19.00 horas, en lugar de los dos habituales en temporadas anteriores.