La excelencia del ballet visita Donostia
Los Ballets de Monte-Carlo y el Malandain Ballet Biarritz presentan sus trabajos en el Kursaal y Victoria Eugenia
Los escenarios donostiarras acogen estos días a dos compañías de prestigio internacional. El miércoles el Kursaal será testigo de la magia de 'La Cenicienta', de los Ballets de Monte-Carlo. Pero esta tarde y hasta el domingo, el Malandain Ballet Biarritz ofrecerá 'Las estaciones' en el Victoria Eugenia. Detrás de ambas formaciones, dos coreógrafos y directores, cuyas trayectorias, estilos creativos y visión de la danza presentan muchos puntos de común. Amén de la amistad que atesoran desde que se conocieron siendo adolescentes en el Prix de Lausanne, donde buscaban esa oportunidad que les hiciera descollar en su carrera como bailarines.
Asentado en el glamuroso principado de Mónaco desde hace tres décadas, Jean-Christophe Maillot dirige los Ballets de Monte-Carlo, considerados los herederos de los míticos Ballets Rusos de Diaghilev. Tras una carrera como intérprete truncada por una lesión de rodilla, Maillot reorientó su vida laboral hacia la dirección y coreografía, viraje avalado por premios como el Benois, considerado el 'oscar del ballet'.
A novecientos kilómetros de distancia se encuentra Thierry Malandain, director del Ballet Biarritz, considerado oficiosamente como el Ballet del País Vasco. Veinticinco años al frente de la compañía, para la que prepara sus últimos estrenos, antes de retirarse a finales de 2026. No oculta su cariño hacia esta tierra y se muestra orgulloso de haber llevado un aurresku a su nombramiento como miembro de la Academia de las Bellas Artes de Francia.
Jean-Christophe Maillot Coreógrafo y director
«Hay que quitar capa de azúcar a los cuentos y descubrir sus cualidades»
El auditorio Kursaal acoge el próximo miércoles la magia de 'La Cenicienta', de la mano de los Ballets de Monte-Carlo. El escenario será el mismo en el que la compañía monegasca presentó el cuento clásico de Charles Perrault en 2001. Lejos de perder vigencia, la obra dancística es la oportunidad perfecta para reencontrarse con el trabajo de Jean-Christophe Maillot (Tours, 1960), coreógrafo y director de la prestigiosa formación desde hace tres décadas.
– ¿Cuáles son las novedades de su versión de 'La Cenicienta'?
– Uno de los elementos que hacen especial mi ballet es la manera en que he tratado el papel del Hada. En realidad se trata de la propia madre de Cenicienta, que, más allá de la muerte, continúa velando por ella. Pese a las desgracias que nos golpean, siempre hay cerca personas bondadosas que nos ayudan. Hay que estar atento para ver a estas hadas que nos rodean.
–¿Cuál es el mensaje que quiere transmitir en su lectura del cuento?
–Cenicienta es el arquetipo de ascenso social con el que es muy fácil identificarse. Todos conocemos esa ansia de destacar y que los otros sean testigos de ello. El deseo de reconocimiento es uno de los motores más potentes de nuestra sociedad, e incluso pienso que es el deseo último de esa puesta en escena que son las redes sociales. Sin embargo, Cenicienta sabe mantenerse sencilla, humilde y esa honestidad tendrá como recompensa el amor.
«No he renunciado al zapato de cristal, sólo lo he trasladado al universo de la danza, recubriéndolo de polvo de oro»
– A nivel simbólico llama la atención que haya prescindido del zapato de cristal.
– No he renunciado al zapato, sólo que lo he trasladado al universo de la danza. El zapato es por lo que se reconoce a Cenicienta, pero realmente lo que revela su identidad al príncipe ¡es su pie! El pie es una parte muy simbólica para una bailarina y más para una bailarina clásica que baila en puntas, como en los Ballets de Monte-Carlo. He querido atraer la atención del espectador hacia ese pie, recubriéndolo simbólicamente de polvo de oro. El pie de la bailarina le permite mantener el equilibrio en contacto con el suelo y también levantar el vuelo. Esta dualidad entre el cielo y la tierra es la línea que divide el sueño y la realidad, que es lo que simboliza el zapato en el cuento original. Por otra parte, el pie desnudo de Cenicienta es también símbolo de la simplicidad. Me alejo de la visión edulcorada de una Cenicienta engalanada para crear una joven simple y sincera.
– ¿Cómo define su estilo coreográfico en esta obra?
– Lo que no ha cambiado durante estos años es mi reticencia a etiquetar la danza. La verdadera pregunta es saber si la danza clásica puede aspirar a la contemporaneidad y si la danza contemporánea deja de serlo a partir del momento en el que recurre al lenguaje clásico. Las dos puedes coexistir más allá de las denominaciones, que han fracasado. Hace treinta años di ese paso y aunque no ha gustado a todo el mundo, siento que ha funcionado bastante bien. La buena salud de 'La Cenicienta' lo demuestra.
«Preguntarme qué es la danza para mí es como preguntar a un pez que defina el océano»
– ¿Le impuso coreografiar sobre la partitura de Prokofiev?
– Cuando Prokofiev compuso esta música, se mantuvo muy próximo al cuento de Perrault, encarnando de manera sincera las emociones que sienten los personajes. Es un proceso bastante similar al mío. Muy a menudo, los cuentos han sido edulcorados para que resulten más divertidos y eso les hace ser muy simplones. Hay que quitar la capa de azúcar que los recubre para redescubrir sus cualidades originales.
–En pocos días visitan San Sebastián los Ballets de Monte-Carlo y el Ballet Biarritz, ¿cuál es su relación con su colega Thierry Malandain?
– Compartimos la visión de una danza que conmueve a la gente, conectada con sus vidas y preocupaciones. El material de nuestros ballets son las emociones que nos unen. Nuestros ballets son generosos y no tenemos miedo a divertir al público. Como decía Ingmar Bergman, distraer en el sentido amplio y mejor de la palabra, es cautivar a la gente, sujetarlos firmemente y emocionarlos para hacerles pensar.
– Finalmente, ¿qué es la danza para usted?
– Desde que tengo 6 años no he hecho más que bailar. Preguntarme qué es la danza para mí es como preguntar a un pez que defina el océano.
Thierry Malandain Coreógrafo y director
«La danza es el vínculo entre uno mismo y los otros»
El Victoria Eugenia se ha convertido en la «segunda casa» del Malandain Ballet Biarritz, en cuyo escenario presenta desde hoy hasta el domingo 'Las estaciones'. En plena celebración de las bodas de plata del Centro Coreográfico Nacional biarrota, el coreógrafo y director del mismo, Thierry Malandain (Petit-Quevilly, 1959), habla de sus últimas creaciones al frente de la compañía antes de su retirada prevista dentro de año y medio.
– ¿Qué tiene de novedoso su versión de 'Las estaciones'?
–Reúne a dos compositores que han abordado el tema de la fragilidad de la naturaleza y los seres vivos: Antonio Vivaldi, el más popular, y su contemporáneo Giovanni Antonio Guido, más desconocido para el gran público. 'Las estaciones' de Vivaldi y de Guido se publicaron hacia 1725.
– ¿Qué símbolos ha empleado en la obra?
– Hago referencia al número cuatro asimilado a la Tierra y a la realización de las cosas. La escenografía está compuesta por grandes pétalos negros, que simbolizan el duelo de la naturaleza, pero también sirven de alas para que los personajes puedan ser considerados ángeles. Además, el ciclorama se tiñe de colores en 'Las estaciones' de Guido, bailadas con trajes con aire barroco. Son las estaciones idealizadas. Frente a ello, las de Vivaldi, con trajes contemporáneos negros, representan más bien la realidad.
«Definirme como neoclásico era una forma de calificarme y descalificarme, había que ser contemporáneo»
– ¿Cómo definiría su estilo coreográfico?
– Mi lenguaje es híbrido y se sustenta sobre los principios fundamentales de la danza académica para emanciparse según las referencias tomadas de otras fuentes, tal y como en 'Las estaciones' ocurre con la danza barroca, que es el origen de la danza académica. En Francia donde gustan mucho las etiquetas, he sido rápidamente definido como 'neoclásico'. Era, a la vez, una forma de calificarme y de descalificarme, pues en los años 80, bajo la izquierda burguesa e ignorante, había que ser contemporáneo y sobre todo no referirse a la danza clásica, considerada elitista. Para poder existir siendo fiel a mis raíces, he desarrollado un lenguaje propio. Si hubiera coreografiado ballets en puntas, no habría podido hacer carrera en Francia.
– ¿Impone coreografiar sobre la partitura de Vivaldi?
– Efectivamente era difícil enfrentarse a una partitura tan conocida, pero como empleamos una grabación del violinista polaco Stefan Plewniak, le da un color particular. Además la idea de la obra parte de él y del director de la Ópera Real de Versalles, Laurent Brunner. Al principio dudé si hacer dos ballets diferentes con las músicas de Vivaldi y Guido, pero luego pensé que era mejor reunir las ocho estaciones.
– ¿Prevé alguna celebración por sus bodas de plata al frente del Centro Coreográfico Nacional de Biarritz?
– Para conmemorar los 25 años del CCN de Biarritz hemos creado un programa titulado 'Mosaico', que se presenta del 1 al 4 de agosto en el Victoria Eugenia. Mi equipo y yo nos alegramos del cariño del público de San Sebastián a una compañía que es considerada el Ballet del País Vasco.
– Antes de su retirada en un plazo cercano, ¿qué estrenos le quedan?
– Inicialmente debería retirarme en diciembre de 2024, tanto por el Ministerio de Cultura francés como por diferentes razones reglamentarias, pero a petición de la alcaldesa de Biarritz, Maider Arosteguy, y de nuestro Consejo de administración, me han prorrogado dos años más, por lo que me retiraré el 31 de diciembre de 2026. Para la próxima temporada está previsto que cree un ballet con música de Camille Saint-Saëns, que se estrenará en San Sebastián en mayo de 2025, y un ballet de noche completa, 'El sueño de una noche de verano', con la Orquesta Sinfónica de Euskadi.
«Me alegro del cariño del público de San Sebastián a una compañía considerada el Ballet del País Vasco»
– Casualmente, coinciden en unos días en San Sebastián su compañía y la de Jean-Christophe Maillot.
– Conozco a Jean-Christophe desde los 16 años. Como anécdota, en 1977 conseguimos juntos el acceso al Prix de Lausanne. Asistió a la primera representación de mi compañía en 1986 y me invitó a montar en el Teatro de Tours un ballet titulado 'Folksongs', con música de Benjamin Britten. Fue el primero en confiar en mí y sigo su magnífica carrera y creaciones. Hoy en día mantenemos el contacto y estoy muy feliz porque ha aceptado mi invitación para que los Ballets de Monte-Carlo clausuren la 34ª edición del festival 'Le Temps d'Aimer'.
– Por último, ¿qué es la danza para usted?
– Es el vínculo entre uno mismo y los otros.
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